Andreas Gabalier, Andy (Ci)Borg y la Volksmusik

Andreas Gabalier
Andreas Gabalier en una imagen atípica del Archivo Viena Directo

 

15 de Diciembre.- Una de las cosas que más perplejidad producen en el español medio que aterriza en Austria es el hecho de que los aborígenes, junto con sus compañero los picajosos alemanes y con la inestimable ayuda de los herméticos suizos, han perfeccionado un invento que parece inocente, pero que, con toda seguridad, viene de los palacios de Satán: la canción infantil para adultos.

Se trata de la llamada Volksmusik, o música folklórica.

Nombre que, como la wikipedia alemana se encarga de aclarar, no es para nada correcto. Porque la Volksmusik es música folklórica y, por lo tanto, tradicional, mientras que las melodías almibaradas que, una vez al mes, destripan en playback cantantastros a sueldo de Carmen Nebel o de Andy (Ci)Borg, son composiciones modernas.

La Volksmusik vive, en estos momentos, un gran auge, que la ha convertido en uno de los negocios más lucrativos de la historia reciente de la música. No es extraño. La consigna de los productores de Volksmusik es para qué gastar veinte si con diez vamos que nos matamos. Con los costes bajo mínimos, las ganancias, es lógico, se disparan.

Desde el punto de vista ideológico, se puede decir que la Volksmusik es la música favorita de Barbara Rosenkranz (ya saben mis lectores, la valiente madre de doce hijos) cuando no tiene puesta la cabalgata de las Walkirias de Wagner y no está pensando en invadir Polonia. Esto es: la Volksmusik es conservadora a tope.

En primer lugar, las tramas de las historias que se cuentan en las canciones se desarrollan en un mundo paralelo con algunos elementos folklóricos pero que no tiene ningún tipo de correspondencia con el mundo real. No hay, por lo tanto, conflicto. O, mejor dicho, el único que hay es: yo te quiero llevar al prado a darnos un revolcón y tú te fijas en otro que no me llega a la suela de los zapatos, pedazo de ingrata transalpina.

Y muchas veces, ni eso.

El tema de las canciones de la Volksmusik es el amor. En su versión ARD (Alto Riesgo para Diabéticos). Esto es: azúcar, azúcar, y más azúcar. Sexo sublimado, romanticismo apto para residencias de ancianos y monasterios de cartujos con rigurosas reglas de silencio, pobreza y castidad.

Por supuesto, el paradigma de las canciones es tan antiguo como las trovas de los juglares. La dama está en el balcón, sujeto pasivo de la adoración masculina, y el caballero le canta serenatas vestido con lederhosen. Cuando es la dama la que canta, a lo más que llega su rebelión es a decir que se buscará a otro mejor que la tenga como una reina y le financie las cremas de Max Factor. Para qué queremos más.

Como el género es eminentemente viejuno y está dirigido a un público viejuno (a veces, de veintegenarios, que diría Albert Pla) paradójicamente, muchos de los cantantes son jóvenes y sexualmente atractivos (o así).

Las dos estrellas femeninas máximas del género son, ahora, Andrea Berg –autora de Du hast mich Tausendmal belogen / me has mentido mil veces, himno etílico por excelencia de la juventud transalpina– y Helene Fischer.

En cuanto a ellos, el exesquiador Hansi Hinterseer –un auténtico expediente X de la música-, Andy (Ci)Borg –que defiende canciones como Die Beruhmten drei Worte (Las famosas tres palabras) tonadilla por la que merecería ser lapidado con todos los premios Grammy que pudieran encontrarse hasta forzar su retirada de la música- y la estrella emergente del género: Andreas Gabalier.

Gabalier (Graz, 1984) define el tipo de música que hace como Rock pero mis lectores pueden comprobar que está más cerca del tractor amarillo que de Elvis Presley. Despliega ese tipo de atractivo sexual que lo mismo pone nerviosas a las monjitas del convento (no es coña: en su última firma de discos una sor preclimatérica se confesaba prendadita de sus huesos) que a las muchachas de Favoriten. Como Agustín Bravo –qué tiempos aquellos, qué telecupones- Gabalier juega a ser el novio de la choni ideal, el yerno que ha aparecido diez veces en la portada de la revista “Sueños de Suegra” o el hijo por el que el que la madre de Marco hubiera repudiado al dueño del mono Amedio.

Gabalier, especie de Bisbal de los primeros tiempos de OT, canta en dialecto, reivindica lo proleta y sonríe siempre con un una sonrisa de dibujo animado que nunca le llega a los ojos. Por alguna extraña razón, a mí Gabalier me cae hasta simpático y, para muestra de que, a pesar de que la critico soy incapaz de resistirme a los encantos de la Volksmusik, diré que llevo su último jitazo Ich sing ein Lied für Di (Canto una canción para ti) en el mp3. Me alegra mucho cuando pedaleo en el gimnasio.

Comentarios

2 respuestas a «Andreas Gabalier, Andy (Ci)Borg y la Volksmusik»

  1. Avatar de Ana

    Pasa un poco como con la música celta: hay un boom tremendo con ese tipo de música y todo son dramones de cuando emigraron y dejaron al amor de su vida en Irlanda o canciones sobre el whisky, las juergas y demás. Hasta hay una sobre una mujer española: The Spanish Lady.

    http://www.youtube.com/watch?v=hmm7u7Z7kPU

  2. Avatar de Ana

    La mejor, para mí, The Wild Rover. Es un espectáculo oírla en un pub de Irlanda y ver cómo la gente golpea con los tenedores o lo que tenga a mano los vasos o da palmadas en las mesas siguiendo el ritmo. http://www.youtube.com/watch?v=eJwC9jPhuY4&feature=related

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