La lección de música

PartiturasEn la ciudad de la música, le quedaba al bloguero un complejillo al que hoy ha empezado a poner remedio. Más vale tarde.

22 de Octubre.- Viena es la ciudad de la música y Austria es el país de los músicos, y no hablo solo de los conocidos sino, sobre todo, de las personas normales y corrientes. Si no me falla la memoria, vivo en el país de Europa en donde más gente toca un instrumento. Florecen por doquier las Kapelle, o sea, las bandas de música como las que mis lectores han visto fotografiadas con cierta frecuencia en este blog y las tardes de juegos de mesa compiten, en las preferencias de los habitantes de este país, con otras, en las que la gente se sienta alrededor de una mesa y quedan para cantar (a mí la primera vez que me invitaron a una cosa de estas me dio un poco de vergüenza por lo que no van a tardar en saber mis lectores, pero luego salvé la situación a base de un buen oído que creo que es genético).

Trompeta

Sigo: yo mismo vengo de una familia muy musical, en la que no se ha perdido todavía el viejo (y muy saludable) hábito de cantar mientras se hacen las tareas diarias. Varios familiares míos tocan instrumentos musicales. Sin ir más lejos mi hermano, el padre de Ainara, toca el piano desde que era chico y ha despertado en su hija también el amor por la música. Y mi sobrina puede decir que, ya desde el vientre de su madre, oía música (bien es verdad que, si no me falla la memoria, era Fangoria y no ese Mozart para niños que dicen que aumenta la inteligencia del neonato; a pesar de lo cual, mi sobrina Ainara ha salido listísima y no es pasión de tío: sus calificaciones escolares lo dicen claramente).

Como mis lectores ya han tenido oportunidad de escuchar alguna vez (esas audacias que tiene uno) en esta ciudad de la música yo canto bastante y puedo hacer versiones yo creo que bastante dignas de las canciones que me gustan (me sé, sin exagerar, yo creo que pasando del centenar). Sin embargo, a los cuarenta años de mi edad, me quedaba una frustración y casi diría que una pequeña vergüenza, que era la de no saber leer una partitura.

La pianista

Frustración de la que, a partir de hoy, espero irme librando, ya que he encontrado un profesor, espero que muy paciente, que me enseñe música. Una novedad muy agradable porque, para variar, el alumno soy yo.

Como profesor que soy, y de larga experiencia –casi tres décadas enseñando las cosas más variadas- cuando ejerzo de alumno acudo con el respeto casi sagrado del paciente que aspira a que el médico le cure de alguna enfermedad (¿No es una, acaso, la ignorancia de la materia que sea?). Me pongo con toda franqueza en manos de mi maestro y, para mí, en estos trances, se unen dos placeres: el primero, el de aprender cosas que no sabía cuando entré al aula y el segundo, el de ver trabajar a un profesional (esa y no otra es la clave del éxito de los programas de cocina, y es que siempre gusta ver a otro hacer algo que quisiéramos saber hacer nosotros) .

Mi profesor ha resultado ser un chaval majísimo al que se le nota muchísimo que la música es su pasión y como, modestia aparte, me pasa a mí con las palabras, un lenguaje por el que nada de la manera más natural. Desde el principio, me he sentido muy cómodo (para que el alumno aprenda es importante que se sienta relajado y mi profesor lo ha conseguido conmigo). Yo le he explicado, porque creo que es necesario, las que me parece que son mis carencias, mi forma de aprender y mis objetivos a la hora de sentarme a aprender música y él, por su parte, me ha estado contando, en esta primera clase, con mucho orden y concierto (nunca mejor dicho) y con la ilusión de quien te está dando a conocer algo que estima mucho, lo que él creía que yo debía saber para empezar. Cosa nada fácil, porque en cualquier idioma (y la música lo es) la primera clase es la más difícil para el profesor, porque tiene que partir de cero y encender, casi con nada, el entusiasmo del alumno.

Ha sido, por lo menos para mí, una charla muy agradable y una hora que se me ha pasado sin sentir ¿Cómo no iba a ser así si, para explicarme una cosa, mi maestro se ha sentado al piano y lo primero que se le ha ocurrido ha sido improvisar Fly Me to The Moon, que hasta me han dado ganas de cantarla y todo? (me he cortado, naturalmente, porque una cosa es pa una cosa y otra cosa es pa otra cosa).

Ahora, cuando acabe de escribir este texto y de publicarlo como hago siempre, mientras los gatos me miran tranquilamente, me pondré a pasar mis apuntes a limpio y a hacerme preguntas y a cacharrear, que es la mejor forma de aprender.

Como decimos aquí, ya “me froyo” por la clase del jueves que viene.

 


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Comentarios

Una respuesta a «La lección de música»

  1. Avatar de victoria
    victoria

    Me parece estupendo que aprendas a tocar un instrumento musical. Yo apenas sé nada de música, aparte de cantar en el coro de la Iglesia, de oídas, donde era bastante buena, la verdad, pero, tampoco sé leer una partitura, y creo que no aprenderé a leerla ya jamás, pero, bueno, nunca se sabe. Coincido contigo en el placer de aprender algo nuevo a cualquier edad, más si es un pelín tardía (y lo digo por mí, no por ti). Yo estoy ahora recordando el francés y creo que si tuviera tiempo me metería con otros idiomas. Cualquier cosa antes que acabar idiotizado por una tele que cada día nos embrutece y nos hace más tontos a todos.

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