Nestroy, el mago del dialecto vienés(1)

Tiene parada de metro, tiene una plaza, pero hasta ahora, el que ha sido llamado „el poeta del dialecto vienés“ no tenía post de VD. Había que remediarlo.

27 de Julio.- En Diciembre de 1801, Europa atravesaba un periodo de su historia tan interesante como este de ahora. Entonces, como hoy en día, el viejo orden europeo, el del antiguo régimen, el de las viejas y polvorientas monarquías, luchaba por sobrevivir y otro nuevo mundo, el de la enciclopedia, la tecnología y la razón, pero también el de las guerras napoleónicas, se abría paso. Del diálogo de estos dos mundos nació la Europa que conocemos hoy.

En estas circunstancias se puso de parto en Viena la señora Magdalena Nestroy, que era la esposa de un conocido abogado de la corte imperial. La señora dio a luz al segundo hijo de la pareja. En la pila, bautizaron al niño como Juan Nepomuceno Eduardo Ambrosio (o sea, Johann Nepomuk Eduard Ambrosius). El padre de Johann quería que su segundo hijo fuera abogado como él, pero pronto estuvo claro que al chaval le tiraba más la farándula (por suerte para todos nosotros que, aún hoy, podemos disfrutar de su obra).

El primer amor de Nestroy no fue sin embargo el teatro, sino la música.

Se tiene constancia de que tocó en público por primera vez a los catorce años, en el mismo en el que falleció su madre y luego simultaneó sus estudios (primero de Filosofía y luego de Derecho) con una fructífera carrera como cantante, que le llevó incluso a la Ópera de la Corte (Hoy Ópera Estatal).

Nada más terminar sus estudios, Johann Nestroy se fue a Amsterdam (lejos, es de suponer, del control de su padre, que no debía de estar muy contento de que su hijo se dedicase a la farándula) y en la ópera de la capital holandesa se pasó tres años. Durante esta primera fase, Nestroy alternó el canto con lo que nuestros abuelos llamaban „el verso“, demostrando que era no solo un actor muy solvente, sino con una notable vis cómica.

Como actor, se subió a las tablas de Brno (entonces Brünn, en Chequia), Graz, y luego su creciente fama le trajo de nuevo a Viena, en donde actuó en el teatro de Josefstadt, que aún existe. Allí, su trabajo le gustó tanto al respetable que le llamaron de la otra punta del imperio, de Lemberg (hoy Lviv, en Ucrania), a donde llegó en 1831 para interpretar una obra de Ferdinand Raimund (el señor cuya estatua puede verse, acompañado por su musa, delante del Volksteather de esta capital).

Sin embargo, estalló una epidemia de cólera en Lemberg y Johann Nestroy se vio obligado a abandonar la ciudad con destino a Viena, hecho que resultó providencial para la carrera posterior de Nestroy.

Cuando llegó a Viena un caballero con el curioso nombre de Carl Carl, que era el director del Theater an der Wien, le fichó como actor y dramaturgo. Por cierto, el teatro fue fundado por Emnauel Schickaneder, el hombre que le encargó a Mozart La Flauta Mágica, esa ópera con nombre de película de Esteso y Pajares.

En ese mismo año, en 1831, Nestroy senior se fue, como dicen los aborígenes, a ver crecer las patatas desde abajo y, quizá por la muerte de aquel que representaba en su vida la seriedad y la convención, Nestroy descubrió el filón que le haría famoso: la sátira popular, la parodia, la risa.

Esta vena risueña no le salió gratis, por cierto. En aquella época, en pleno auge de la reacción que convirtió a Europa en un panteón lleno de curas y políticos de tendencias ultraconservadoras que solo terminaría con el fin de la primera guerra mundial, la censura era férrea y estaba prohibido que los actores se saliesen ni un punto del texto de las obras que se había presentado a la aprobación gubernamental.

Nestroy debía de ser muy aficionado a lo contrario, o sea, a meter morcillas, y esto a la autoridad no le gustaba. En los inicios de su carrera ya le habían prohibido trabajar por lo mismo y en Viena le hicieron pagar una multa que consistió en estar sin subirse al escenario durante unos meses. Entretanto, su jefe se hizo cargo también del teatro de Leopoldstadt y no hacía más que pedirle obras para tener al público contento, de manera que Nestroy se vio obligado a ser un escritor prolífico lo quisiera o no.


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