Teatro en castellano en Viena: La Mujer del Bígamo

Los Soles del Sur se lanzan a la comedia con un montaje « de bolsillo » y aprueban con un notable muy alto.

18 de Noviembre.- Cuando se monta el teatro del siglo de oro, quizá por atraer a un público al que se considera poco cercano a Lope o a Calderón, se suele tender a los montajes fastuosos.

Los directores de estos montajes olvidan que, en vida de nuestros clásicos, todo lo que se necesitaba para montar La Dama Boba o El Caballero de Olmedo o El Perro del Hortelano, era un tabladillo con dos cortinas que simulaban las puertas y, si acaso, como lujo, un par de chismes como ayuda de la acción.

Bastaba con que el autor tomase la precaución de que los personajes, al entrar en escena, le comunicasen al público en dónde estaban y qué se traían entre manos. Un patio, la casa de un gentilhombre o un oscuro callejón, mientras rondaban a la dama que, deseando los requiebros de otro galán, suspiraba lánguida en su reja.

Me acordaba de esto ayer viendo La Mujer del Bígamo, el nuevo montaje del grupo Los Soles del Sur.

LOPE HUBIERA ESTADO ORGULLOSO

Se trata de un montaje de un texto muy divertido (más de sonrisa que de carcajada, esa es la verdad, o por lo menos fue la verdad ayer) en el que hay en escena cinco actores, cuatro sillas, una mesa, un sofá, una rinconera con un teléfono y pare usted de contar.

En una palabra : Lope hubiera estado orgulloso.

La acción se desarrolla en diferentes localizaciones, apuntadas apenas por algunos efectos de sonido y un gobo (una proyección). Las entradas y salidas de los actores, así como el diálogo hacen el resto. Y el éxito de la impecable y limpia estrategia lo apunta que la parte del público que no tiene el alemán como lengua materna no se perdió en ningún momento y disfrutó de los diferentes giros de la trama sin problemas.

Dados estos antecedentes, es fácil que el lector suponga que, cuanto más sobrio es un montaje en términos materiales, más hay que exprimir los pocos elementos que se tienen en escena, y en ese sentido la verdad es que no se puede poner un pero. La coreografía de entradas y salidas funcionó perfectamente y los movimientos quedaron limpísimos y muy ajustados. El ritmo, tan importante para la comedia, resultó perfecto en la mayor parte del montaje.

Quizá por el reducido número de intérpretes –este es un montaje que, para lo que los Soles suelen, es casi de bolsillo- también es, creo yo, el montaje en donde todos los intérpretes alcanzan un estándar más regular. Hubo, eso sí, diferencias en la aproximación de cada uno de los actores de sus personajes que pueden gustar más o menos dependiendo del gusto del consumidor. En general, creo yo que fue muy acertado marcar la comedia digamos « física » y la caricatura solo en momentos puntuales, y marcar un enfoque bastante realista.

El humor –que es dificilísimo- es un fuego que tiene que brotar del combustible de la situación y que no se puede forzar, porque si no, se estropea.

Este enfoque necesariamente realista, que eleva el tono general de la comedia, tiene un problema, claro y es que penaliza a los personajes que, de texto, son algo más flojos. No es culpa del actor, sino del autor, que les da a los intérpretes menos elementos no para lucirse, sino para construir sus personajes de forma tridimensional.

UN ELENCO SÓLIDO Y EXTREMADAMENTE COMPETENTE

En este sentido, y dentro del elevado tono general, « sufrieron » un poquito Maria Teresa Yagüe y Esther Sansigre quienes, quizá por tener los papeles más esquemáticos, defendieron bravamente sus caracterizaciones, divirtiendo mucho al respetable.

Como espectador y seguidor de los Soles, fue muy agradable comprobar el crecimiento actoral de Alessandro Pastore, que cada vez está más seguro y, sobre todo, más « fluido », en escena haciendo que parezca fácil lo que no lo es. De Eduardo Hernández San Deogracias, se puede decir poco que no se haya dicho ya. Es un actor de una gran cantidad de recursos y de mucha calidad. Para el diez, sin embargo, a mí me falta un poco menos de contención. Para próximos montajes me gustaría que se arriesgara un poco más aunque sospecho que debe de ser complicado para la directora tener a alguien con esa presencia y esa genética de primer actor y no colocar sobre sus hombros la responsabilidad de un personaje que sabe que va a hacer con mucha eficacia.

Para el final, me gustaría dejar a Sonia Maffei, que ha sido un descubrimiento para mí en el papel de Teresa. Un descubrimiento muy agradable. En su composición del personaje había una parte que, al menos a mí me pareció eso, tenía un punto muy ligero de melancolía que le iba muy bien. Fue muy gratificante como espectador verla «trabajar » junto a Eduardo Hernández (qué pena que ese verbo, trabajar, se haya ido perdiendo para hablar de estas cosas). Sonia tiene una elegancia natural que la hace estar muy natural en cualquier situación, incluso zurrando de lo lindo a Eduardo Hernández (pobre hombre). Todo lo que hacía entraba perfectamente en la lógica del personaje.

En resumen : merece la pena haberse vacunado y la PCR necesaria. Se pasan dos horas muy agradables y se ríe uno un rato largo lo cual, en estos tiempos, hace falta.

“La mujer del bígamo” estará en cartel hasta el día 20 de Noviembre, a las ocho, en el teatro Arché.


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