Un señoro contra la ORF

En Austria andan estos días los “señoros” llorando por los rincones. La queja de uno contra la ORF ha sido desestimada.

9 de Julio.- Cuando yo era pequeño, la gente escribía “obscuro” y las personas que eran un sí es no es pedantes, pronunciaban la b distinta de la v (la v la hacían labiodental acercándola a la efe, afrancesando el sonido natural del español, que no distingue entre bota y vota). También se escribía “septiembre” (yo lo sigo haciendo, porque soy animal de costumbres). A Gloria Fuertes la llamaba la gente “poetisa” y cuando se hablaba de una mujer que había estudiado derecho, se la llamaba “abogado”. Lo mismo si una mujer había estudiado medicina. Su madre, reventando de orgullo, decía que tenía una hija “médico”.

Estos usos han ido cayendo (afortunadamente, en la mayoría de los casos) en el olvido, y hoy las facultades están llenas de chicas que estudian para abogadas y los hospitales de médicas.

De cualquier manera nuestro idioma, que se inventó cuando los señoros dominaban la Tierra, sigue teniendo sus problemillas con los plurales.

La Academia -en la que, si yo recuerdo mal, no hay muchas mujeres- dice que, en español, el plural no marcado es la misma forma del masculino plural. Hay personas, entre las que me encuentro, que piensan que es una solución muy poco satisfactoria, sobre todo porque las niñas, a base de oir aquello de “los señores académicos” o “los expertos” o “los médicos” o “los científicos” o “los pilotos” o “los controladores aéreos” o “los futbolistas” pueden pensar que estas profesiones son, como el brandy Veterano, “cosa de hombres”.

Seguramente, entre las personas que me leen habrá personas (señoros de ambos sexos) que estarán a estas alturas moviendo la cabeza y diciendo “!Si toda la vida se ha dicho así! ¿Qué clase de taradas pueden creer eso?”. Pues sigan leyendo, que se van a reir un ratito.

Resulta que el consejo regulador de las comunicaciones en Austria se ha ocupado con la queja de un caballero, señoro para más señas, que ha protestado de que la ORF le estaba causando graves daños al no informar a derechas. O sea, objetivamente. Dichos daños incluían, atención, hipertensión arterial.

Resulta que en la ORF, para no utilizar el famoso masculino plural, han decidido utilizar lo que se llama la “binnen I”. O sea, en vez de decir Experten, dicen ExpertInnen. Algunos presentadores, como el simpar Tarek Leitner, hacen una pausica y dicen Expert – Innen (a esto se le llama, por cierto, golpe de glotis o, en lengua aborigen “Glotisschlag”). Pues bien: al mencionado espectador le daba un parraque cada vez que escuchaba a los presentadores y a las presentadoras de la cadena pública decir el plural inclusivo.

En el salón de su casa, justo debajo de la reproducción de El Beso de Klimt que hay en todas las casas de los señoros, el hombre daba un golpe en la mesa, levantaba el puño hacia el techo y decía:

-A Dios pongo por testigo que tengo yo que terminar con esta costumbre que nos está amarico*ando Austria.

En 2020 puso una queja, que renovó al año siguiente.

Según él, esta “feminización” (sic) del lenguaje, llevaba a equívocos peligrosos. Por ejemplo, cuando en la ORF decían que se iba a vacunar a “die PensionistInnen” el pobre señoro interpretaba que solo iban a vacunar a las mujeres y que él, como señoro, estaba exento o bien discriminado.

Y no solo él. Nuestro quejoso espectador el cual, es de suponer, detesta al hombre blandengue, argumentaba que todos los señores y, en general, todas las criaturas con pito en Austria debíamos de sentirnos discriminados por la ORF, que estaba arrinconando a los machotes de la especie.

A pesar de todo, el organismo regulador, Komm Austria, cuando el hombre dijo que había sufrido daños irreversibles por esta política lingüística de la ORF, le preguntó en qué habían consistido.

Nuestro señoro dijo que cada vez que escuchaba esto le entraba un no sé qué que le producía un qué sé yo que derivaba en hipertensión. Y que, claro, además, se sentía perjudicado en su derecho a recibir de la cadena pública una información objetiva.

Para desgracia de todos los señoros de Austria (señoros, repito, de ambos sexos, porque también hay señoras colaboracionistas) el organismo regulador ha desestimado la queja, argumentando que la percepción subjetiva de una persona no se puede utilizar como baremo para evaluar la labor de la ORF, la cual hace muy requetebién siendo inclusiva. Amén.


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