La Universidad de Viena cumple cinco siglos (*) y sus autoridades han sacado el trapo y el plumero, para poner un poco de orden.
24 de Octubre.- A principios del siglo pasado, un director del Museo del Prado, se paseó parsimoniosamente por esa galería que proyectó el arquitecto Villanueva para guardar dinosaurios. De pronto, se detuvo delante de un cuadro y dijo:
-¡Pardiez, cáspita, sapristi! ¿Pero qué excremento es esto?
Se le acercó un bedel (a lo mejor, incluso fue el padre de Tony Leblanc):
-Ejem, ejem.
-Dígame, Gumersíndez.
-Es un cuadro de El Greco, Sr. Director.
-¿Y esta cagarruta tan mal pintada está colgada en mi museo? ¡Inaudito! ¡Al almacén con este trasto!
Y, efectivamente (esto es verídico en el fondo, “manque” no lo sea en la forma) los cuadros del señor Domenikos Teotocopulos se pasaron unos cuantos años al fondo de los fondos del Museo del Prado, esperando tiempos mejores. Por suerte, no los regalaron a ningún trapero (siendo España como es, otra cosa hubiera estado más lejos).
Con esto quiero decir que nada hay que suba y baje más que la estima que nos merecen en cada época las personas que ya han tomado tierra. Di que eres El Greco. Un día tienes a Toledo loquito por tu blanco de plomo y al día siguiente te mandan a la soledad fría de un trastero. Por la razón que sea. Porque cambia el gusto, porque cambian los valores o porque los historiadores te sacan algún cadáver del armario.
En Austria esto también ha pasado (y pasa) con frecuencia, y la verdad es que determinados personajes históricos son un poco “pain in the ass”. Pongamos por caso Karl Lueger, ese caballero antisemita al que Hitler tenía en un altar.
En el marco de poner un poco al día su cuadro de honor, la Universidad de Viena ha decidido ver a qué personalidades honró en el pasado. En el curso de esta revisión, ha catalogado a 28 personalidades como “problemáticas” (léase “cuanto más los conocías más querías a las babosas”).
28 que no son cualquier cosa. Por ejemplo, entre los grasientos está el premio Nobel Konrad Lorenz, que mucho estudiar a los gansos pero luego lo que más le gustaba era hacer el paso de la oca. También Theodor Billroth, pionero de la medicina y, como Karl Lueger, un antisemita de mierda.
Las honras a otras 39 personalidades se han considerado “dignas de discusión” (léase “vamos a darle una pensadita a esto”). Entre ellas hay miembros del partido nazi rasos o con algún cargo o personas que cayeron en las seductoras redes del autoritarismo o la falta de respeto por los derechos humanos. Como por ejemplo el canciller (y cura) Ignaz Seipel o el cardenal Innizer (del que hablábamos el otro día a cuenta de la famosa tarta neonazi).
Los honores dados no se van a retirar (quizá porque, muy austriacamente, se piensa que lo mismo, el día de mañana, hay que volver a dárselos, cuando ascienda al poder el canciller “Kickler”, Dios lo evite) pero se va a hacer lo posible por no darle protagonismo a estas personas o contextualizar el tiempo en el que recibieron estos honores y estas honras.
El proyecto de revisión se enmarca en los actos del quinto centenario (**) de la Universidad de Viena (a la que, por cierto, hasta entrado el siglo XX no pudieron asistir mujeres). El rector, Sebastian Schütze, defiende que “la historia no se puede abolir”. Cuando se mencione a estas personas se tratará de explicar los cómos y los porqués de su ascenso a las alturas académicas.
(*) y (**) FE DE ERRATAS: Efectivamente, la Universidad de Viena no cumple 500 años ya que los cumplió en 1865. La revisión de honores se ha hecho desde esa fecha hasta la actualidad.
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