En Austria la gente va digiriendo poco a poco el notición. Varias ciudades ya se han ofrecido para acoger Eurovisión 2026
19 de mayo.- En Austria, ayer por la noche, la ORF seguía todavía digiriendo lo que había sucedido el sábado a las tantas en Basilea. O sea, la victoria de JJ en el festival de la canción de Eurovisión.
Como las noticias se digieren, sobre todo, hablando de ellas, en un plató ad hoc se instalaron Andi Knoll -el autotitulado Mr. Eurovision – Conchita (sin el Wurst), Cesar Sampson (el cual, en 2018 estuvo a punto de ganar), Teya, coautora de Wasted Love y que quedó (la pobre) en decimoquinto lugar en su participación y, naturalmente, JJ el ufano, gentil y sensato ganador.
En general, se notaba el cansancio de los que venían de Basilea y también una cosa que es muy específicamente austriaca. Y es que, queridos lectores, Austria es un pueblo muy grande. O mejor: que las personas que parten el bacalao en cualquier ámbito (en este caso, en el artístico-musical) podrían caber perfectamente el bar El Rincón de Tomelloso. Así, la conversación entre las cinco personas exudaba una endogamia curiosa en la que, por un lado, obviamente todos tenían que mantener un cierto nivel profesional y no hablar de sus quisicosas personales, pero por otro se notaba que se habían ido de copas juntos más de una vez y más de dos.
Mientras tanto, en los despachos de la planta noble de la ORF, una vez repuestos del susto, la gente ya se había puesto a trabajar. Un año parece mucho, pero en realidad, antes de que nos demos cuenta, estaremos en navidad y de navidad a mayo, no hay ni un paso. Parece que fue ayer cuando hablaba yo con mis amigos suizos de Basilea, y mira.
Como la tía de Gila, varias ciudades de Austria ya han dicho aquello de “y yi no, pa mí”. O sea que ya han empezado a salir candidaturas. La elección obvia es Viena. El festival de 1967, que fue el primero que se celebró aquí (por España cantó Raphael una canción de Manuel Alejandro y aún con esos mimbres no ganamos) se celebró en el salón de baile del Hofburg (¡Si Paco Pepe hubiera visto aquello!) y en 2015 en la Stadthalle. Viena es la candidata mejor posicionada, porque tiene la experiencia y tiene la infraestructura (uno no ve mucho, la verdad, a miles y miles de eurofanes y eurofanas desplazándose a Wels o a Linz) pero tiene un pequeño problemilla, y es que la Stadthalle es un poco chiquituja.
Luego están los costes. En 2015, Eurovisión costó entre 25 y 35 “minolles” de Euros (por supuesto, el coste se recuperó con creces) pero Basilea ha costado 60, o sea, el doble. Lo cierto es que, como decía yo ayer en La Tarde en Directo (vedlo, que quedó muy salao) el coste se recuperó con creces. Tanto de forma directa como indirecta.
Durante la semana del ESC no había en Viena, literalmente, ni una cama libre de hotel y se generaron muchos miles de puestos de trabajo que rindieron lo suyo también a la seguridad social. Los eurofans son una tribu excepcionalmente leal (además de que el festival es una obra maestra del marketing moderno, capaz incluso de sobrevivir a una fuente de mierda y mala prensa tan potente como el genocidio que está cometiendo Israel en Gaza).
No es imposible que en 2026 el milagro vuelva a suceder.
Por cierto, el Bundesgobierno ya ha bundesfelicitado a JJ. La felicitación del FPÖ ni está ni se la espera.
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