Cebreros era famosa por ser la patria chica de Adolfo Suárez. Desde ayer, tiene un vínculo curioso con Viena.
ESTRENO!
Hoy Viena Directo estrena un nuevo audiolibro, China Montaña Zhang, de Maureen F. MacHugh. Una apasionante obra de ciencia ficción que nos transporta a un futuro próximo en el que los Estados Unidos se han convertido en una colonia del todopoderoso imperio chino.
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1 de Junio.- Cebreros es una población conocida porque el que sin duda fue su hijo más ilustre, Adolfo Suárez, fue el piloto de eso que suele llamarse „transición“. Sin embargo, desde ayer, tiene Cebreros un vínculo muy curioso con Austria y con Viena.
En esta localidad española se encuentra la Antena del Espacio Profundo 2, o DSA2, por sus siglas en la lengua de Meryl Streep, de la ESA, o sea, de la Agencia Espacial Europea.
Mediante esta antena se enviaron ayer por la tarde, a la velocidad de la luz, las notas del Danubio Azul, de Johann Strauss. El objetivo era celebrar el 50 aniversario de la hermana pequeña de la NASA y reparar un olvido.
En los años setenta, la agencia espacial americana, en el marco del programa Voyager, envió al espacio grabaciones con las 27 obras más representativas de la música producida por la especie humana.
El objetivo era que si una civilización extraterrestre (y tecnológica) recuperaba la sonda, especie de botellas lanzadas al mar, pudieran los hombrecillos verdes hacerse una idea de nuestra cultura.
Austria, por cierto, estaba dignamente representada con Wolfgang Amadeus, pero Johann Strauss, de cuyo nacimiento se cumplen dos siglos en este dosmil veinticinco, no consiguió colarse en la selección final.
Y ello a pesar de que, desde que se estrenó 2001, Una Odisea en el Espacio, es imposible tararear las famosas notas del vals de Strauss sin imaginar naves espaciales moviéndose grácilmente por los espacios infinitos.
Con respecto a esto, por cierto, hay algunos detalles curiosos.
Quizá el principal es que el Danubio Azul aterrizó en la obra maestra de Stalney Kubrick un poco de rebote. De hecho, en principio Kubrick pensó en acompañar las imágenes con música original.
Contactó primero con Carl Orff, el compositor alemán de Carmina Burana, pero a la altura del rodaje de 2001, Orff estaba ya muy mayor (tenía 70 años, una edad que entonces no era lo que es hoy) y ya no se veía con fuerzas para abordar un proyecto de esta magnitud.
Después de que Orff se negara, le ofreció el proyecto a Bernhard Hermann, que había compuesto la música de las películas de la mejor época de Hitchcock -había partido peras con él cuando estaban trabajando en Cortina Rasgada-.
Finalmente, la Metro Goldwyn Mayer terminó contratando a Alex North, que había trabajado con Kubrick en Espartaco.
Alex North compuso como tres cuartos de hora de música (las grabaciones existen) pero a Kubrick no le gustaba el resultado.
Para montar lo que ya llevaba grabado había utilizado música clásica (Por ejemplo, el Danubio Azul) y, como ya había utilizado las primeras notas de Así Habló Zaratustra (una obra de la que, por cierto, solo se conoce ese chan chan…Ta cháaaaaaan pom pom pom pom pom y es gracias a la película) al final Kubrick se hizo a la idea de que lo mejor era utilizar música clásica.
Y así, 2001 terminó siendo como la conocemos hoy.
Las notas del Danubio Azul, interpretado por la Filarmónica de Viena ayer, desde el MAK de Viena, viajarán por el espacio de forma infinita.
Aladas, tardaron 1,34 segundos en llegar a la luna, algo más de cuatro minutos emplearon en alcanzar la órbita de Marte y 17 horas más tarde abandonaron nuestra casa, el sistema solar, para viajar por toda la eternidad (o mientras dure el Universo) a través del frío sideral.
Quién sabe si dentro de algunos años algún receptor de una estrella lejana consigue descifrar esas ondas que se mandaron ayer. Quién sabe si ellos también tendrán algo parecido a la música. Quién sabe si tienen algún sistema que sea más eficaz que nuestras ondas para mandarnos una respuesta. Quién sabe si la música lanzada desde Cebreros es el principio de una bonita amistad interplanetaria.
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