
¿Borra una muerte precoz las sombras de una vida? ¿Son los malos buenas personas atrapadas en un cuerpo equivocado?
18 de Julio.- La frase que antecede a estas líneas es una locución latina que quiere decir “De los muertos, nada salvo lo bueno”. Está feo hablar mal de los muertos, se dice. En primer lugar, porque, ante la puerta negra de la eternidad, reina un sobrecogimiento y un respeto que, por piedad elemental, impide otras valoraciones. En segundo lugar, porque el difunto ni se puede defender ni tiene ocasión ya de enmendarse de los defectos que se le achacan.
Y sin embargo…
Fernando Fernán-Gómez decía en “La silla de Fernando” que él, con la edad, se había hecho maniqueo.
O sea que, en contra de lo que sostiene el cristianismo, es decir, eso de que los hijos de mala madre son buenas personas lo que pasa es que no se han enterado todavía, el maniqueísmo sostiene que en el mundo hay, efectivamente, buenos y malos.
Lo que viene a significar que hay personas que, pudiendo hacer el bien, no lo hacen y se inclinan conscientemente por joder al prójimo. Y que hay personas que, pudiendo hacer el mal -todos tenemos muchas ocasiones todos los días- se inclinan en cambio por hacer el bien, incluso cuando hacer el bien les supone una desventaja.
En todas las personas hay luces y sombras, nadie somos de una pieza, pero un aspecto o el otro suele predominar.
Dicho todo esto:
¿Qué puede escribir uno cuando muere una persona que representa lo peor, lo más roñoso, cerril y estólido del país en donde uno vive? ¿Qué escribir cuando fallece un tipo que deseó para su patria una “dictadura con medida”, que estaba por pegar a los niños, que era un machista baboso, que estaba en contra de la ciencia y llamaba a quienes estaban por la vacunación “putas de las farmacéuticas”? ¿Una persona cuyos supuestos logros no le sirvieron para nada a nadie salvo a él mismo, que no mejoró un ápice la vida de la Humanidad, que no hizo avanzar la ciencia ni la cultura, que era un espectáculo de narcisismo y masculinidad tóxica de los que la sociedad en que vivimos estima y prefiere?
¿Ilumina una muerte precoz todas esas sombras? ¿Puede compensar todo eso el que el muerto haya sido -supuestamente- una bellísima persona con sus seres queridos? Contra esto cabe argumentar, claro, que todos los orcos y trasgos que en el mundo han sido se portaban (y se portan) más o menos bien con quienes les convenía. Quizá como inversión, porque malos y todo, tontos no son y porque todos pensamos en quién nos cuidará cuando seamos viejos.
Seguramente Putin es un abuelo encantador con sus nietos, mientras da las órdenes convenientes para despanzurrar criaturas en Ucrania y roba a manos llenas con métodos mafiosos. Quién sabe si también Netanyahu se porta divinamente con sus familiares (o lo que él piensa que es portarse divinamente con sus familiares, claro, que habría que ver). No hablaremos del cabo austriaco más famoso. Por no reducir la cosa ad Hitlerum, más que nada, que siempre está feo. Sin embargo, la gente que le tuvo cerca sostiene que era un dechado de encanto austriaco tal como se entendía el encanto austriaco en la primera mitad del siglo pasado.
¿Son todos estos hombres gente buena atrapada en un cuerpo equivocado? Yo, personalmente, creo que no. Por eso no me sale hoy escribir un elogio fúnebre. Ni siquiera me ha salido mencionar el nombre del muerto.
Deja una respuesta