Una presentadora de una cierta edad no vio prorrogado su contrato y acusa a la ORF de “edadismo”.
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17 de octubre.- Cuando la televisión lineal dominaba el panorama audiovisual -sigue haciéndolo aún, en determinados tramos de edad- existían segmentos muertos en eso que suele llamarse “la parrilla”. En España, por ejemplo, una de las horas más tontas para rellenar era el sábado por la tarde, entre las cinco y las siete. Hasta que un verano, una amiga mía compró en unos saldos una serie, “Rex, un policía diferente” y el sábado por la tarde pasó a ser un poquito más austriaco. Aunque eso es una historia que quizá contaré en otro momento.
En Austria, el momento tonto son las seis de la tarde de los días de diario. En general, mirando la ORF, se podría decir que esa franja de la programación se ha quedado anclada en 1998. En las teles comerciales hay series, una manera de no estrujarse mucho la sesera (la insoportable “Dos hombres y medio”, por ejemplo) y en la ORF un magazine contenedor, Studio 2, que es un poco un programa zombi en donde entran contenidos destinados a lo que, en la tele, llamábamos “la señora de Cuenca” (o sea, señora de la tercera edad o, por lo menos, el concepto que los programadores tienen de ese grupo de población).
Hasta antes del verano, Studio 2 tenía una pareja de presentadores. Un caballero que jugaba a ser el sueño de cualquier suegra y una señora, madura pero de muy buen ver, que se llama Verena Scheitz. Antes del verano, Verena y su colega lo mismo te hacían un sofrito que te entrevistaban a un cantante de los de Schlagger y dentadura postiza. En navidad, eran previsibles los villancicos y las galletitas, entreveradas con algún consejillo de salud relacionado con la salud cardiovascular o alguna pieza sobre las casas reales (no las casas que tiene la gente de verdad, sino las de las testas coronadas).
La cosa iba al trantrán y hubiera podido haberse prolongado hasta la jubilación de los dos presentadores (uno siempre tuvo la sospecha de que la redacción estaba compuesta por un taller de terapia ocupacional para fugitivos del Alzheimer) pero la ORF decidió antes del verano no renovarle el contrato a Verena. Aunque, según creo recordar, su colega masculino siguió al pie del cañón. Ayer, Verena Scheizt contó en otro programa de la misma casa que desde la dirección de la cadena le habían dicho que querían que Studio 2 fuera más fresco (la verdad, entre el Studio 2 con Verena y el Studio 2 sin Verena no hay gran diferencia). O sea, que en frescura no hemos ganado gran cosa.
Verena tomó este comentario tan poco diplomático como lo que era. En plata: una alusión a su edad. O sea, que la dirección de la ORF asocia “la frescura” con la juventud. Fue una manera muy poco elegante de llamar vejestorio a la Sra. Scheitz. Ayer, Scheitz se desahogó a gusto y abundó en las acusaciones de edadismo. Que si no hay mujeres de una cierta edad frente a las cámaras, que si cuando una cumple una edad se vuelve invisible, que si ninguna presentadora austriaca ha llegado a la jubilación al frente de un programa de éxito…Todas estas cosas.
Dado que hace unos días he cumplido cincuenta, la verdad es que este tema me tiene muy sensible y muy concienciado. Aunque también tengo cierta esperanza. Creo que es muy posible que el despido de Verena no se deba del todo a su fecha de nacimiento o a que sus carnes morenas ya no tengan la turgencia que tenían a los dieciocho. Es cierto que no se pensó en un recambio para el varón que la acompañaba (siendo los dos de edad parecida, aunque ella aparentaba más que él) pero también puede ser probable que Verena haya sido víctima del concepto general del programa que presentaba. O sea, que la cosa no es que ella oliera a naftalina, sino que todo Studio 2 es un cementerio de elefantes y el concepto de la emisión, en sí mismo, una cosa inodora, incolora y estúpida.
La ORF en tanto que tele pública, tiene que tener programas para todos los gustos, pero una cosa es esa y otra tratar a la gente mayor como si fueran medio lelos. Eso sí que es edadismo.

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