La crisis está ayudando a que los austriacos profundicen en esta vena que les lleva a proteger sus productos ejerciendo su derecho a comprarlos.
El caso más llamativo últimamente es el de la leche. Hace algunas semanas, apareció una campaña en la que los ganaderos avisaban del peligro que corrían las vaquitas austriacas si los aborígenes se empecinaban en seguir comprando bricks de marca blanca que, como todo el mundo sabe, contienen leche extranjera (intracomunitaria, pero extranjera al fin y al cabo). En el telediario, todos los clientes de supermercado entrevistados al respecto aseguraban casi con la mano en el corazón que, con al de salvar del hambre a los ganaderos austriacos, ellos estaban dispuestos a pagar unos cuantos céntimos más por la leche. Las cajeras, a solas, hablaban de una realidad bien distinta: las amas de casa, con el monedero en la mano, protestaban de que el dinero les cunde cada vez menos y seguían tirando de la leche barata. Eso sí: al parecer sin dejar de sentirse tan patriotas como las que se sacrifican y compran la leche que dan los rumiantes locales; los cuales, entre tanto, pastan y rumian, rumian y pastan, ajenos a los problemas de la globalización y la macroeconomía.
Ayer, mientras venía del gimnasio, también vi que una conocida marca de productos biológicos acudía a un reclamo parecido, esta vez explotando el argumento ecológico. Lo bueno, viene de cerca, venían a decir. Había yo oido antes de ahora renegar a los aborígenes de la fruta y la verdura almeriense, diciendo que no tenía sabor y, sobre todo, que no era ecológico lo de transportarla a tantos kilómetros de su lugar de origen.
En las huertas vienesas (y de los alrededores) se producen sabrosas verduras y frutas (y, por lo bajini, decían: “y además,le dan trabajo a los nuestros”).
En los supermercados, la bandera austriaca campea en muchos productos y es utilizada a modo de reclamo comercial. En España, según mi experiencia, no sucede así. Los consumidores españoles no consideran que comprar un producto español sea una forma de elevar la actividad económica y de rebajar el paro. De hecho, un ministro que sugirió esto (de manera, tal vez, poco afortunada) fue puesto en la picota acto seguido.
La diferencia de las percepciones austriacas y española me sigue dejando perplejo ¿Comprarían mis lectores españoles productos de su país más caros si supieran que así ayudan a la industria local? ¿El consumir productos españoles es un acto de patriotismo o de patrioterismo?
La respuesta austriaca parece estar bastante clara.
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