¿Cómo se escribe?

La sociedad está cambiando y el alemán, con ella. Ayer, en Passau, hubo una reunión para intentar averiguar la manera más práctica de reflejar los cambios.

17 de Noviembre.- Debido al modo en el que nos los cuentan, desde pequeños y en el colegio, tendemos a pensar en los procesos de evolución como cosas lineales, con un desarrollo que no hubiera podido ser de otra manera por mucho que nos hubiéramos empeñado. Por ejemplo, para simplificar las cosas y que los críos no se hagan un taco, se cuenta en las escuelas que los celtíberos, esa gente revoltosa y primitiva que se empecinaba inutilmente en villorrios como Numancia por defenderse del avance de la civilización, a pesar de todo aprendieron latín (aunque durante todo el imperio seguimos hablándolo con un acento vallecano que era motivo de cachondeo en la ciudad eterna, por cierto).

Como si fuera evidente y no hubiera podido ser de otra manera, se deja caer que la decadencia del imperio romano hizo que a los celtíberos poco a poco se les fuera olvidando la bella, aunque dificultosa, lengua de Virgilio y que, confundidos por la noche, se pusieran creativos; de esta mezcla, fue poniéndose de moda una manera de hablar y de escribir que, vista hoy, a los chavales les suena ortopédica (a mí, por lo menos, me sonaba, cuando estudiaba de chico).

Al leer el Cantar de Mío Cid, cuando Don Rodrígo Díaz se ponía depre porque a sus hijas, doña Elvira y doña Sol, les hacían un „mitú“ en el olivar de Corpes, uno se maravillaba de que Pedro Abad, el que transcribió la poesía, no hubiera encontrado una manera mejor de contarlo que poner que el Cid „lloraba de los ojos“ (¿De qué otro sitio se puede llorar, vamos a ver?).

Después de esto, según avanzaba el curso, los textos se iban haciendo más eficaces y legibles, hasta que del Mío Cid terminábamos en esas cumbres de la expresividad que son hoy las letras de reggaetón, para cuyo disfrute no se necesita siquiera tener ninguna neurona activa.

Naturalmente, el proceso fue muchísimo más complejo y la evolución no es nunca una cosa lineal. Y menos en el lenguaje. Hay muchas vías muertas, vueltas y revueltas. Maneras de hablar y de escribir que se pusieron de moda y que luego se olvidaron, principalmente porque los hablantes dieron en creer que se trataba de cosas viejas que solo decían las abuelas. O innovaciones que inventó un hablante o un grupo de ellos y luego cayeron en el olvido por complicadas. Por ejemplo, el que fue alcalde de Madrid, Don Enrique Tierno, hombre tan zumbón como culto, propugnaba que a las calles peatonales se las denominase „vías de solo andar“. Gracias a Dios no le hizo nadie caso.

Cada época, cada cambio en los valores de la sociedad, tiene su reflejo en el lenguaje.

Hay cambios que perduran y se imponen y cambios que caen en el olvido, como lo de las calles de solo andar.

En alemán, por supuesto, también.

Para esta lengua extraña hay varias entidades que se encargan de intentar dilucidar normas comunes para tratar de definir qué sea eso de la corrección en la expresión oral y escrita. Ayer, por ejemplo, se reunió en la localidad de Passau (no muy lejos de donde, por azar burocrático, vino a nacer el tito Adolfo) el llamado Consejo de la Ortografía Alemana que agrupa a los países que utilizan la lengua de Andi (Ci)Borg para comunicarse.

El motivo era intentar sacar en claro cómo debía responder el lenguaje a la creciente demanda de la sociedad de visibilizar a las mujeres y no ofender innecesariamente a las personas que no se sienten ni hombres ni mujeres (una minoría, pero que, como pasa con la provincia de Teruel, también existe).

Con todos los respetos, la mencionada reunión fue un poco coitus interruptus, porque quien esperase una solución definitiva, se equivocaba como la paloma de Rafael Alberti. En realidad, los reunidos dijeron cosas muy sensatas, que cristalizaron en seis criterios que pasamos a exponer. Los textos deben adaptarse a la materia de que se trate (o sea, ser correctos), deben ser entendibles y legibles en voz alta (aceptémoslo, aunque equitativo, el coñazo este de los profersores y las profesoras que hacen cosos y cosas resulta a veces bastante farragoso) y deben ser además legalmente correctos y unívocos (o sea, evitar la ambigüedad) y traducibles, punto este último importante cuando se trata de países, como Suiza, que tienen varias lenguas oficiales.

La comisión ha discutido las tres maneras que se han puesto de moda para intentar reflejar en el lenguaje la problemática del género. A saber: la más frecuente, o sea la llamada „binnen I“, o sea LehrerInnen (profesores y profesoras), el guión bajo (Lehrer_in) o el asterisco (Lehrer*in).

La más sensata parece ser la primera (es la que más se usa, porque ni los guiones bajos ni los asteriscos se pueden leer en voz alta).

Se recomienda también no utilizar el masculino genérico (o sea, no decir los alumnos o las alumnas sino los estudiantes) aunque, como suceden en español, la verdad es que las soluciones que se proponen distan muchísimo de ser satisfactorias (y en muchos casos, la verdad, son más feas que un pie; sobre todo porque violentan mucho lo que se llama „el genio de la lengua“).

Aunque claro, a nosotros ya no nos sorprende leer „oscuro“ y no „obscuro“. O sea, que el tiempo, en esto, va a ser el que tenga la última palabra.


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Comentarios

Una respuesta a «¿Cómo se escribe?»

  1. Avatar de Anselmo
    Anselmo

    Lo del lenguaje inclusivo no es solo una muestra de falta de cultura, sino de un deseo de destruirla.

    Un sector de nuestra progresiva se ha embarcado en un empeño infinitamente más destructor para nuestra cultura de lo que podría haber sido capaz de soñar el más destructivo humo de las hordas de Atila. Gentes famosa por el rastro de destrucción que dejaban a su paso, pero que no intentaron menoscabar el latín.

    Además, con este absurdo lenguaje inclusivo se discrimina a un grupo de población, pequeño pero castigado por un capricho de la biología. Los hermafroditas.

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