14 de Junio.- Durante este puente de Pentecostés, toda Austria ha sido un hervidero de cábalas. Ya se imaginarán mis lectores a propósito de qué.
¿Pudo sola? ¿No pudo sola? ¿Qué fue primero, la arena para gatos o el cemento? ¿A partir de ahora, debería una pistola Beretta formar parte del ajuar de toda mujer moderna?
También yo, en Viena Directo, he estado demasiado absorto en las andanzas de la heladera asesina y me he olvidado de contar otras cosas que también han sucedido y que, probablemente, tendrán consecuencia en sucesos que pueden ser de capital importancia para el futuro de este pequeño gran país.
Retrocedamos un poco.
Mientras yo estaba en España se produjo en Austria una noticia peculiar. El consistorio de la localidad de Amstetten, famosa en el mundo entero por la maña que se dan sus habitantes para excavar sótanos e insonorizarlos, decidió de manera un tanto tardía (ejem) retirarle el título de ciudadano de honor al extinto político Adolf Hitler. Los dos concejales del FPÖ presentes en la votación (cuyo debate previo fue, a decir de los presentes, extremadamente visceral) decidieron abstenerse por no encontrar motivos para despojar a Hitler de una distinción de la que, según ellos, la muerte le había ya despojado.
Se armó el consiguiente revuelo que, sin embargo, no tuvo ninguna consecuencia para los dos concejales de Amstetten.
La semana pasada, sin embargo, los ecos de esta tempestuosa discusión municipal resonaron en la cámara que nos representa a todos los europeos.
La Sra. Le Pen (Marine, hija del mastuerzo de Jean Marie, ambos miembros conspículos del Front National) y el Sr. Strache que, como diría Jose Luís Moreno, no necesita presentación, tuvieron a bien dar una rueda de prensa conjunta en la que se deshicieron en elogios mutuos y escenificaron ante grabadoras y cámaras que les une, no sólo la misma opinión a propósito de los ciudadanos magrebíes, sino una relación política que raya en el idilio.
Strache, en la presentación de la Sra. Le Pen, manifestó su convencimiento de estar compareciendo en compañía de “la futura presidenta de Francia” en tanto que la aludida ponía cara de “Heinz para ya, para que me abrumas”.
Tras esto, la abogada y el protésico dental anunciaron su intención de dar los pasos necesarios para que la ultraderecha europea tenga su grupo en una eurocámara en la que los dos, a pesar de todo, han manifestado no creer en reiteradas ocasiones.
En fin: todo eran mieles y sueños dorados de futuras victorias hasta que se abrió el turno de preguntas y un periodista de la ORF le preguntó a Strache por la conducta de los dos miembros de su partido durante el debate de Amstetten.
Strache se puso lívido, miró a Marine, Marine miró a Strache; Strache tartamudeó, el periodista le miró en silencio esperando una respuesta y entonces, Heinz Christian perdió los papeles y armó un vociferio de aquí te espero. Increpó al plumillas acusándole de ser un pájaro que ensuciaba su propio nido (Nestbeschmützung) y de ofrecer deliberadamente una imagen sucia (schäbig) y deformada del FPÖ.
Mme. Le Pen, a la que suponemos acostumbrada a espectáculos semejantes por la relación, un tanto bronca, que su señor padre ha mantenido siempre con la profesión periodística, comentó en tono filosófico:
-Siempre sale Hitler cuando no hay otros argumentos.
Sin embargo, quien piense que Marine es una malva se equivoca de medio a medio. Preguntada por los periodistas sobre su opinión a propósito del desahogo que Strache acababa de protagonizar, la presidenta del Front National se solidarizó con su compañero y dijo que ellos no necesitaban lecciones de modales.
“No nos gustan las preguntas que nos atacan”.
Pues eso.
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