14 de Diciembre.- Querida Ainara: la otra noche, quedé con unos amigos para tomarnos unas cervecillas. En un momento dado, uno de los presentes contó que había tenido un problema con una cliente durante su jornada laboral y que, de resultas de él, había tenido que entrar en un pequeño pleito del que su empresa se había desentendido.
A los presentes nos pareció bastante escandaloso (lo es) que, en un asunto relacionado con el trabajo, la empresa ni siquiera se dignara personarse ni ofrecerle la mínima ayuda legal a mi amigo que es, por lo que yo sé, un trabajador poco menos que ejemplar.
Quedó así la conversación pero a mí toda la historia me dio que pensar.
Mientras, ya de vuelta en casa, me ponía el pijama y me lavaba los dientes me decía yo que, lo que sucede, es que somos muchos trabajadores para el trabajo que hay. Que las empresas no tienen por qué cuidar un bien (los currantes) del que pueden disponer en abundancia. Todos, Ainara, hemos llegado a ser prescindibles, recambiables, desechables.
Se nos insiste (con razón) en que la única garantía para lograr una relación de más estable –por tanto, más humana- con nuestros empleadores es la formación, que es tanto como decir que debemos convencer a la empresa de que somos capaces de aportarle algo de valor que, fulanito, ese competidor que se presentó a la entrevista de trabajo antes de nosotros, no puede aportarle.
Esta tendencia, Ainara, se va a agudizar.
Para cuando tú, dentro de veinte años, alcances la edad laboral (he escogido esta fecha por parecerme suficientemente lejana pero, al mismo tiempo, suficientemente previsible) este fenómeno que hoy se observa se habrá convertido en la realidad de todos los días.
¿Cómo será el mundo en el que tendrás que moverte? Probablemente, bastante distinto de este que ve terminar el año 2011. Si todo sigue como va, los dos motores de la segunda mitad del siglo XX (Estados Unidos y Japón) habrán dejado paso a las llamadas economías emergentes. Particularmente, China, India y Brasil (alguno de los tres idiomas, me temo, tendremos que aprender). Ya hoy, por ejemplo, se observa una progresiva retirada de los Estados Unidos de la primera línea de la política mundial. Desagranda por las guerras, la estadounidense es hoy una potencia a cuya economía se le empiezan a ver los primeros síntomas de agotamiento. Japón, en cambio, está muriendo de éxito. El mundo parece incapaz de absorver más tecnología punta y, por otra parte, Japón, que era muy eficiente en costes fabricándola, hoy en día no puede competir con los países asiáticos que se han convertido en la fábrica del mundo.
¿Y en España? El brutal reajuste económico que ya ha laminado a las generaciones de universitarios de los últimos cinco años, va a motivar que España pierda población. Ya la está perdiendo porque la gente que tiene unas mínimas oportunidades (para muestra, tu tío) se va de España en busca de otros horizontes que le permitan disfrutar de una calidad de vida algo mejor. Entretanto, en el territorio nacional, más que previsiblemente, se van a agudizar las diferencias entre los que tengan algo que vender en el mercado de trabajo (carreras, por ejemplo, destinadas a jugar un papel en la economía internacional, ingenierías que permitan producir alta tecnología de calidad) y aquellos que, durante el boom del ladrillo, se olvidaron de los estudios y prefirieron el dinero fácil del andamio. Estos últimos, Ainara, me temo mucho que se van a comer los mocos en los próximos veinte años (eso sí, con mucho fúmbol y mucha granja de los famosos).
La economía española lo va a tener difícil para competir si el Gobierno –este, los próximos- no se toma en serio, realmente en serio, considerar la formación no como un gasto, sino como una inversión.
España va a producir, de aquí a 2030, unos tres millones de trabajadores. Pues bien: si estos trabajadores no hablan idiomas, si no son seres pensantes que puedan diferenciarse en un mercado globalizado ¿Qué vamos a hacer frente a economías como la china o la india que, por pura probabilidad estadística (demografía manda) van a producir más gente inteligente por cada mil habitantes?
Ainara, hija, sólo tienes un camino para salvarte y que tu vida, en este siglo al que sólo le hemos visto las orejas, merezca la pena. Estudia. Fórmate. Aprende.
Besos de tu tío.
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