3 de Abril.- 1985. Tres madres austriacas a la puerta de una escuela en Innsbruck (Tirol).
-Pues mi Brigitta está como unas castañuelas por que la he apuntado a “taicuondo”.
-¿Eso no es deporte de chicos?
-Hija, qué antigua eres ¡Déjala,a ver si se desfoga, que me tiene frita! ¿Por qué no tendrán los niños un botón como las yogurteras para apagarlos cuando una quiera?
-¿Y tú, Birgit?
-Yo he apuntado a mi August a una academia.
-¿De inglés?
-No. Del FPÖ
-Reina, me dejas muerta.
-Es bueno que empiecen cuanto antes. Si no les enseñamos ahora a defenderse de los extranjeros que nos están invadiendo, no sé cuándo lo vamos a hacer.
-Qué claro lo tienes.
-Hay que ir con los tiempos –repone Birgit con aire suficiente. La otra, duda:
-Hija, pero los niños…Y ahí ¿Qué aprenden?
-¡Uy, pues nada! A rimar. Aprenden a rimar.
-Mientras sólo sea eso…
La escena anterior es, naturalmente, ficticia. Sin embargo, a veces uno podría llegar a pensar que nuestros amigos de la ultraderecha austriaca (aquí conocida como “derecha populista”) tienen una escuela en la que entrenan a rubicundas criaturas para que elaboren eslogans electorales como el que ha provocado un rifi rafe diplomático de considerables proporciones entre EPR (Esta Pequeña República) y el Reino de Marruecos.
El candidato del FPö para la región de Tirol ha empapelado la ciudad de nuestras tres madres con un cartel en el que, junto a su foto, puede leerse (aún): “Heimatliebe statt Marokkaner-Diebe”; lo cual, en la lengua de Belén Esteban, quiere decir “Amor a la Patria en vez de Ladrones Marroquíes”.
Las lenguas viperinas podrían afirmar, a la vista de los hechos, que el candidato, Sr. August Penz, es la demostración clara y palpable de que se puede llegar alto en los negocios careciendo de las luces más elementales. Le ha costado casi una semana (¡!) darse cuenta de que estaba feo traer a colación a los marroquíes de esta manera tan poco elegante. Y sólo la presión diplomática alahuí (siempre quise escribir este adjetivo en un post, da nivelón) decía que sólo la presión diplomática alahuí sobre el Gobierno austriaco le ha convencido de que los carteles deben ser eliminados.
Aún ayer, en declaraciones al Österreich (gran periódico), Herr Penz no quería dar su brazo a torcer y decía que no le entraba muy bien en la cabeza que los marroquíes se hayan podido sentir ofendidos porque les llamen ladrones. Aseguraba también que él, en su negocio –un hotel llamado The Penz-, tenía setenta trabajadores de doce nacionalidades diferentes y que, atención, “les estaba muy agradecido porque a ellos les debía su bienestar y su posición económica” (Wohlstand).
Aún no se sabe, por cierto, si esta explicación va a convencer a la fiscalía del estado de Tirol, que ya ha iniciado las oportunas diligencias para esclarecer si el avispado Herr Penz –autor del desaguisado- estaba incitando al odio racial o, en realidad, su madre se había equivocado al apuntarle de pequeño a la academia que no era.
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