6 de Abril.- Ayer, el excardenal Joseph Ratzinger (alemán, lo digo por situarnos) actual papa Benedicto XVI, le dio un toque a la Iglesia austriaca (sin nombrarla, porque nunca se nombra al pecador).
Fue durante una de las solemnidades más importantes del año vaticano: la misa de Jueves Santo, que el Papa oficia en presencia de un chorro de sacerdotes, todos vestidos con sus mejores galas, que abarrotan la basílica de San Pedro.
Escuchemos a Su Santidad imitando Gila, el simpar cómico español (para conveniencia de mis lectores no italoparlantes, he activado la versión “traducción simultánea”):
–…En un país europeo (que yo me sé), un grupo de sacerdotes se ha agrupado para promover cambios en la Iglesia. Sin embargo, la Iglesia no puede formarse de acuerdo con espectativas ni conveniencias personales. Estos sacerdotes han llamado a la desobediencia. Y yo me pregunto ¿Es la desobediencia el camino?
¿A quién se refería el Papa con tan crípticas palabras? Pues a un grupo de unos doscientos sacerdotes austriacos –un número considerable- que hace unos meses presentó una iniciativa ante su eminencia, el cardenal Christoph Schönborn, en la que abogaban por cambios en la Iglesia. Cambios, que una gran mayoría de católicos austriacos, pienso yo, vería con muy buenos ojos. Esto es: mayor democracia en la gestión interna de la Iglesia, mayor presencia de las mujeres (ordenación de mujeres sacerdotes, por ejemplo), conversión del celibato sacerdotal en una cosa opcional…En fin. Cosas que le quiten a la Iglesia el polvo que lleva acumulando desde el siglo XVII y la conviertan en lo que debe ser: en una Institución que se ocupe menos de con quién se acuesta la gente y más de si esa gente es decente, generosa, buena y cariñosa con sus semejantes.
En otras palabras y citando a Suárez: convertir en normal lo que en la calle ya es simplemente normal.
Al principio, el Cardenal Schönborn, se negó a hablar de la iniciativa de los sacerdotes de la Alianza Rebelde, e incluso a recibirlos.
Sin embargo, hace unos meses, a la altura del otoño de 2011, el fenómeno adquirió tales proporciones y se vio tan claro que los curas cabreados contaban con tanto y tanto apoyo de la feligresía de base, que Schönborn no tuvo más remedio que volver a hacer los malabrarismos que parecen ser su pan de cada día: equilibrios entre lo que, sospecho, le pide el cuerpo (que quizá venga a ser una versión algo atenuada de lo que piden los sacerdotes rebeldes) y la postura oficial de la Iglesia, la cual es rehén de la insensata beatería del Opus, del fanatismo de los Legionarios de Cristo y de la pesada memoria –pesada, en todos los sentidos- del pontífice más simpático, carismático, atlético, mediático y esdrújulo del último siglo: Juampa dos palitos.
A pesar de la dureza del papal rapapolvo, ayer los sacerdotes rebeldes, por boca de su portavoz, se mostraron bastante contentos. Su iniciativa había pasado, de merecer solamente el silencio –que es tanto como decir el desprecio- a ser objeto de debate.
¡Por fin hemos salido en la tele! –parecían decir-, además se mostraban aliviados de que el romano pontífice de turno no hubiera hecho ningún tipo de referencia a sanciones hacia los curas rebeldes (suspensión a divinis, por ejemplo). Los pobrecitos parecían olvidarse, sin embargo, de que el Papa había dado a entender que su postura no se había movido ni un milímetro.
Lo que está clarísimo es que algo se está moviendo –y mucho- dentro de la Iglesia austriaca.
Últimamente, su jefe, el cardenal Schönborn, se prodiga en gestos que pueden verse como de acercamiento a las corrientes más progresistas.
Para muestra: hace cosa de dos semanas, el párroco del pueblo de Stützenhofen (Baja Austria) apartó a un joven, Florian Stangl, del consejo parroquial por ser homosexual. No contento con esto, el párroco, Sr. Gerhard Swierzek, le informó de que, en el caso de que pretendiera comulgar, no sería bien recibido.
Stangl recurrió a Schönborn. La doctrina oficial de la Iglesia es que los homosexuales pueden serlo mientras permanezcan castos (tradúzcase por célibes). Stangl, que tiene con su novio una relación que, parece ser, es mucho más estable que la de muchos heterosexuales que comparten con él banco de Iglesia en Stützenhofen, dijo lo que cualquiera con dos dedos de frente diría por la calle al ser preguntado por una cuestión semejante:
-Me siento unido a las enseñanzas de la Iglesia, pero la petición de vivir en castidad me parece poco realista -por no hablar de que es dudosamente sana- ¿Cuántas personas viven en castidad?
El treinta de marzo, Stangl y su pareja fueron recibidos por el cardenal Schönborn. Tras la conversación, su eminencia declaró lo siguiente: (He quedado) “profundamente impresionado por su fe, por su humildad (la de Stangl), y por el modo en el que concibe su servicio. He podido comprender por qué los parroquianos votaron en forma tan decidida su participación en el consejo pastoral”.
Y dijo aún más:
“Hay muchos miembros de los consejos pastorales parroquiales cuyo estilo de vida no cumple en su totalidad con los ideales de la Iglesia. En vista del testimonio de vida que cada uno de ellos nos da en conjunto, y de su esfuerzo por vivir una vida de fe, la Iglesia aprecia su compromiso”
¿Quién ganará al final, la Alianza Rebelde o el Lado Oscuro de la Fuerza?
Lo veremos en próximos episodios.
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