19 de Abril.- Por suerte, Europa es recorrida por una ola rectificadora.
Ayer, al salir de la clínica en la que le habían sustituido el fémur averiado por una reluciente prótesis, su Majestad el Rey Don Juan Carlos, convertido en un abuelo con los ojos empañados, pidió disculpas públicas por el incidente centroafricano.
La mayoría de los medios de comunicación españoles han vuelto a “cerrar filas” en torno al monarca y se han dado a la tarea de sembrar la concordia y convencer a los españoles de que pelillos a la mar y que hay que perdonar al pobre señor, que bastante ha tenido con que Wyoming le haya puesto en la picota –por cierto, el programa del lunes de Wyoming fue un linchamiento en toda regla; al margen de lo que uno piense a propósito de Don Juan Carlos, de la Monarquíao dela República, la emisión del lunes de El Intermedio fue, bajo mi humilde punto de vista, absolutamente asquerosa (por no hablar de que, la mayoría de los chistes, no tuvieron ni la más mínima gracia)-.
Como suele suceder en todas las familias, parece ser que, en las visitas a la clínica, los hijos y la mujer le echaron a don Juan Carlos un broncote de padre y muy señor mío. De modo que el Jefe del Estado (desde que Franco era Franco nunca se había escuchado tanto la expresión “Jefe del Estado” en los medios de comunicación) de modo que el JdE se sintió en la obligación de demostrar que era una persona humana y disculparse con su pueblo.
De esta forma, el Rey, al convertirse, que se sepa, en el primer personaje público español que se disculpa, ha sentado un saludable precedente que, sin embargo, es poco probable que sea imitado.
Dejo a mis lectores esta línea de puntos
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Para que pongan en ella aquellos personajes que, según su opinión, deberían disculparse públicamente por haber actuado en contra del buen sentido y del bien público. Les animo a poner sus nombres en los comentarios a este post.
En Austria, mi segunda patria, también han decidido rectificar una cosa cuya licitud, bajo mi punto de vista, era y es muy discutible. Un trozo dela Ringstrasse(esa espectacular avenida en donde se acumula un esplendor decimonónico detrás del otro) se llama (aún, aunque no por mucho tiempo más) Karl-Lueger-Ring. Dentro de un tiempo, ese trozo de calle será renombrado y pasará a llamarse Universitäts-Ring (o sea, más o menos, calle dela Universidad). Karl-Lueger fue alcalde de Viena en los últimos tiempos dela Monarquía(fue elegido en 1895) y para que se vea el tipo de pájaro que era, hay que decir que don Karl fue calificado por Hitler como “el alcalde alemán más grande de todos los tiempos” (guárdame unas crías). Karl Lueger llegó a ocupar el despacho más importante dela Rathaus con el apoyo de la prensa amarilla, por la cual sacaba a pasear sus prejuicios antisemitas (de ahí la simpatía del tito Adolfo por él). Karl Lueger es el prototipo del político protonazi (murió en 1910, para disgusto del tipo del bigotillo) y, aunque no estuvo directamente implicado en la barbarie nacionalsocialista, tampoco puede decirse que fuera un santo.
En la ciudad de los valses, si no me equivoco, queda aún otra mención a la gestión de Karl Lueger: se trata de un monumento –feo que te cagas, por cierto- que está entrela Europaplatz y el Gürtel, cerca de la Westbahnhof-; dado su dudoso valor estético, quizá la actual municipalidad vienesa decida también pasar la goma de borrar por el perfil de la ciudad y cargárselo.
Rectificar, aunque sea tarde, es de sabios. Ya se sabe.
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