30 de Junio.- Hoy, en Austria, es un día histórico. Por lo menos tan histórico, según informa el Kurier, como lo fue el día 22 de Junio del año 2000. Aquel día, se midieron en la localidad de Lutzmannburg 37,2 grados centígrados a la sombra. Pues bien: hoy, en Bad Deutsch-Altemburg (el mismo sitio en donde está la empresa que ha fabricado el cesped sobre el que la selección española hará olvidar la crisis) se han medido 37,6 asfixiantes grados. La temperatura más alta registrada en Austria durante el mes de junio.
Hoy voy a contarles a mis lectores un cuento a propósito de una figura que, por lo que parece, es típica del paisaje político austriaco: el “Lobbyst” o, traducido, el conseguidor. Un Lobbyst es, si yo no lo he entendido mal, una persona con una agenda muy gorda que se encarga de poner en contacto dos necesidades: la del Gobierno de esta pequeña república a la hora de comprar un bien o servicio y la de un industrial privado que produce este bien o servicio. Qué bonito es el capitalismo ¿Verdad?
Estos conseguidores, según la legislación austriaca, gozan de un estatus algo opaco y que, a las personas que tenemos un poco de sentido común (y que venimos de países mediterráneos en donde esto está a la orden del día, desgraciadamente) nos parece el campo abonado perfecto para el choriceo. Tomemos un caso, para que mis lectores se hagan a la idea de lo que hablo.
En el verano del 2006, estalla la crisis de la gripe aviar, virus variedad H5N1. Los medios, encantados por encontrar un tema en un momento en que la actualidad, tradicionalmente, anda de capa caída, muestran un par de pájaros muertos y, dado que la parte este de Austria (Neusiedler See y por ahí) es, como es sabido, un paraíso natural al que acuden todas las aves migratorias del mundo, dan la señal de alarma y hablan de la posibilidad de que estalle una epidemia por la cual las personas caigamos como moscas.
El Gobierno austriaco, por supuesto, reacciona ante la psicosis y, en pocos días, y gracias al consejo de uno de estos conseguidores, Sr. Mensdorf-Pouilly, da con una empresa que le vende varios cientos de miles de máscaras especiales y carísimas (¡Tienen que ser las nuestras, las que venden en las farmacias dejan pasar los virus y la gente palma!). A las pocas semanas, la psicosis desaparece al darse cuenta la gente de que, con un aparato sanitario como el que tiene cualquier país europeo, la probabilidad de palmar contagiado por el H5N1 es la misma que la de perecer debido al impacto de un meteorito. Las máscaras, hoy en día, se pudren tranquilamente en un almacén del Gobierno. Una persona sin embargo, se ha llevado una jugosa comisión: el Sr. Mensdorf-Pouilly, que yo mencionaba más arriba. Un tipo simpático, de aspecto jocoso que, casualmente, es el esposo de la Ministra de Sanidad austriaca en ese momento, Sra. Maria Rauch-Kallat (la cual, naturalmente, ha demandado a Profil por publicar todas estas cosas). La ministra, claro, era la persona que, en último término, tomó la decisión de comprar las máscaras al proveedor que le había ofrecido a Mensdorf-Pouilly la comisión más jugosa ¿Casualidad? Según el semanario Profil, no. Mis lectores ya se habrán formado una opinión.
Según el semanario Profil, Mensdorf-Pouilly ha estado complicado en otras transacciones entre el Gobierno austriaco y filiales del gigante aeronáutico EADS. El procedimiento era, más o menos, el mismo que con las máscaras: el Gobierno abría el plazo de presentación de ofertas, Mensdorf-Puilly recibía, presuntamente, un dinero que luego, presuntamente también, aparecía en la cuenta de un funcionario. Meses después, la empresa apadrinada por el simpático austriaco, recibía el contrato del Ministerio del Interior.
Lo extraño es, sin embargo, que reine una tolerancia tan extendida sobre esta figura del conseguidor. Tolerancia que le cuesta a los austriacos (que nos cuesta a los que vivimos aquí) varios miles de euros todos los años en concepto de sobornos. Para intentar atajar este mal, el Gobierno ha aprobado esta semana pasada un paquete de medidas que intenta luchar contra la corrupción. Esperemos que surta su efecto.
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