11 de Septiembre.- Una de las cosas que más les carga a los austriacos, que no la entienden, es la matraca que les damos los españoles con el aceite de oliva. Parejas y parejos aborígenes, cuando abrimos la boca para exaltar las virtudes de nuestro oro verde, ponen cara de condescendencia y nos señalan como diciendo: “¿No te lo dije? Es mentar el aceite de oliva y ya está el pesado este” (o la pesada esta).
Incluso mi primo N. y su santa esposa, la dulce e intelligentísima B. (español y austriaca) que forman, sin duda, el matrimonio mejor avenido de la Historia de la Humanidad (sin exagerar) no han podido escapar al oleaginoso conflicto. El cual se manifiesta, sobre todo, en la elaboración de un plato que a los españoles nos vuelve majaretas de gusto: los huevos fritos.
En Austria, digan lo que quieran, no hacen huevos fritos, sino que los hacen a la plancha.
El resultado es que, en la mayoría de los casos, no se puede efectuar la actividad más recreativa a la hora de consumir este rico alimento, esto es: mojar en la yema. Un huevo frito como Dios manda, lo sabemos todos los españoles, solo se logra si se pone en la sartén, como poco, un dedo de aceite; este, se deja calentar hasta la temperatura justa (caliente, pero que no humee, que los humos son tóxicos y cancerígenos) , entonces, se deja caer el huevo cascado, de manera que, al choque con el calor, sólo se solidifique una parte de la clara alrededor de la yema, encapsulándola y dejando su contenido naranja listo para mojiquear y chuparse los dedos.
En Austria, ese país en donde se consume la manteca de cerdo por arrobas, cuyo concepto de la comida dietética pasa por el torrezno (ejem) y donde se aliñan las ensaladas con yogur (habráse visto semejante salvajada) un dedo de aceite de oliva les parece una temeridad contra las arterias y, a los españoles, lo digo sin rencor, se nos reprocha llegado el caso. N. y B. lo han resuelto de la manera siguiente. Cuando se tercia freir huevos, se preguntan :
-El aceite, ¿A la española o a la austriaca?
Si gana mi primo, dedo de aceite. Si gana B. un chorretín justo para que el huevo no se pegue a la sartén.
Este es el secreto de su paz doméstica (que hoy asombra a los cairotas como antes asombró a los vieneses) y yo lo dejo aquí para ver si le aprovecha a alguien (primo, un abrazo).
Sucede sin embargo que los austriacos también tienen sus aceites con los que dan la murga. Aquí se usa mucho el de colza, y también, sobre todo para aliñar ensaladas (de patata o normales) el de pipas de calabaza.
Dado que a los españoles miramos las pipas de calabaza con cierta desconfianza (ya que no están anatómicamente diseñadas para comerlas mientras uno ve películas, por ejemplo, y se pelan peor) tomamos el aceite también con un poco de prevención.
Sin embargo, cuando te acostumbras, lo encuentras exquisito y, como se siempre se encarga alguien de recordarte:
-Es bueno para la próstata.
El aceite de pipas de calabaza austriaco tiene una denominación de origen famosa: Estiria. Sin embargo, por esos avatares la burocracia comunitaria, estos días atrás nos hemos enterado de que, mucho del aceite de pipas de calabaza estirio no se produce en Estiria, sino en otros lugares de Austria, como por ejemplo, en Burgenland. Hemos venido a saberlo –y este, era el objetivo primigenio de este post, hablar de la noticia, lo que pasa es que me he enrollado- porque los productores de calabazas del valle de Mur, que SÍ está en Estiria, no pueden llamarle a su aceite Aceite Puro de Pipas de Calabaza de Estiria, porque, el día en que repartieron las certificaciones de origen, ellos no estuvieron presentes (porque, en aquella época, en el Mur no se cultivaba la calabaza).
Parece ser que, además de geográficamente, el aceite de Estiria (aunque no sea de Estiria) se define por estar producido mediante ciertos métodos tradicionales.
Por cierto: Austria tiene registrados doce productos doce con denominación de orígen. En España son cientos los productos exclusivos. Pata negra. Para que luego digan.
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