Para Marian y Hermann
Por su apellido, pronunciado erroneamente de manera Rajoyesca (“Hoyosh”) muchos austriacos creen que la familia de la que hablaremos hoy es húngara. Pero no hay tal: en los genes de los Hoyos están los de los celtas que le dieron a la historia los Toros de Guisando, en la provincia de Ávila.
9 de Febrero.- A poca distancia de la frontera que separa la Comunidad de Madrid de la de Castilla y León, se encuentra un pueblecito de unos 2500 habitantes que es la cuna de una de las familias de más rancio abolengo de la aristocracia austriaca; familia que, como tal, ha desempeñado un papel fundamental en la historia de este país. Se trata de El Hoyo de Pinares (a poca distancia, por cierto, contemplan el paso de los siglos los toros de Guisando) y de este lugar tomó su nombre la familia Hoyos.
El rastro del clan se puede seguir hasta el siglo IX de nuestra era, pero los avatares de los Hoyos no cobran interés para nosotros hasta los primeros años del siglo XVI, concretamente hasta 1506, año en el que nace en Burgos Juan Bautista de Hoyos, hijo del Barón de San Martín y de cierta Inés de Salamanca.
En 1520, a la tierna edad de catorce años y en plena revolución del acné y las hormonas, Juan Bautista marcha con Carlos I desde Valladolid, en donde éste tenía su corte, hasta Alemania, en donde Carlos I fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano.
En 1525, entra a formar parte del séquito del que después sería emperador, Fernando I (el cual sucedió a Carlos tras su abdicación, en 1558, pero solo en lo tocante al Sacro Imperio Romano Germánico, parte más conflictiva de ese holding que fue la monarquía habsbúrgica).
A partir de ahí, Juan Bautista hizo una carrera imparable. No sólo recibió de Fernando I tierras en la Baja Austria (el patrimonio familiar empezó en Schloss Stixenstein, en Ternitz), sino que acumuló en su persona diferentes cargos. Como por ejemplo (uno, dos, tres, responda otra vez) el de Kammerer (equivalente al Camerlengo vaticano), Mariscal de Artillería (creo que sería la traducción aproximada de Feldzeugmeister) y Hofkriegsrat, en funciones de lo cual, según informa la Wikipedia, que todo lo sabe, se encargaba de la administración militar de la monarquía de los Habsburgo. Fue asimismo, comandante de Görz, en el norte de Italia.
Juan Bautista era, como buen español de aquella época, ferozmente católico (y en este caso, el adverbio viene como anillo al dedo, porque salió más peleón que el Castillo de Gredos) y contumaz partidario de la contrarreforma. Como tal, combatió en la batalla de Mühlberg (véase el famoso cuadro de Carlos V a caballo de Tiziano que cuelga orgulloso en El Prado) y defendió Viena del asedio de los turcos. Juan Bautista murió en Gradisca-Görz a los 55 años, en 1561.
A través de diferentes matrimonios y alianzas, la estirpe de los Hoyos llega hasta la actualidad y, aunque, como es lógico, fue mucho más importante durante la época de la monarquía Austro-Húngara, la impronta dejada por la familia Hoyos en la historia de Austria ha sido definitiva. Y quien dice en la historia de Austria, dice también en Viena.
Antes de meternos en harina con los grandes de entre los Hoyos (y la enumeración da para un auténtico campo de cráteres, si me permiten mis lectores el juego de palabras) haré una enumeración de los palacios (o Palais) Hoyos de los cuales se puede enorgullecer esta ciudad.
Empezamos por el más conocido: el Palais Hoyos en la Ringstrasse números 5 al 7, al ladito de la Ópera. Fue propiedad de la familia hasta 1895 y hoy forma parte del Hotel Bristol, uno de los más lujosos y con más solera, y propiedad de Frau Elisabeth Gürtler, la señora que también ostenta la del Hotel Sacher.
Más: el Palais Hoyos en Landstrasse, distrito 3. Un hermoso edificio Art Nouveau, obra de Otto Wagner, en las traseras del Bajo Belvedere. Este bonito edificio fue vendido por la condesa Marie Hoyos en 1903, y en 1957 lo adquirió la extinta Yugoslavia. Actualmente, ocupa la embajada de Croacia en Austria. Para dar idea de la privilegiada situación del inmueble en la Viena de entresiglos, baste decir que, en caso de apuro, la buena de Marie Hoyos hubiera podido pedirle una tacita de arroz o un pellizco de sal a Gustav Mahler, que ocupaba la casa de al lado; o al mismo Otto Wagner, que también ocupaba otra edificación cercana.
El último de los Palais Hoyos (ya digo que estaban forradísimos) está en el distrito 4 y se llama Palais Hoyos Sprinzenstein, construido entre 1899 y 1901. Actualmente, y convenientemente troceado, es un elegante edificio de pisos.
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