Señoras y señores, el futuro ya está (también) aquí.
7 de Noviembre.- Esta mañana, las radios aborígenes daban cuenta exactísima de la catástrofe: ayer, el Austria Wien, equipo de esta capital, perdió contra el Atlético de Madrid, en el Vicente Calderón. De cuatro, nada menos.
El entrenador de los austriacos se defendía y justificaba el modesto resultado obtenido con la categoría internacional de los colchoneros. En comparación, venía a decir, venimos a ser como el Dínamo Sanse o cualquier equipillo de barrio (por cierto, mientras estoy escribiendo estas cuatro letras me fijo en un hecho sorprendente ¿A santo de qué el Atlético de Madrid lleva publicidad de la República de Azerbayán en sus camisetas? Misterios de la globalización).
Bien: hasta ahora, podían los austríacos decirles a los españoles lo que cantaban The Refrescos en mi infancia, aquello de “podéis ganar la Liga, podeis ganar la Copa” pero nosotros, los austriacos, o sea, tenemos la economía más saneada del continente europeo.
Ya, no.
Que vienen los recortes
Pasado el chunda chunda electoral, historias tipo Pimpinela incluidas, los políticos austriacos se han quitado el lapiz chuperreteado de detrás de la oreja, se han puesto a echar cuentas y han comprobado (¿No lo sabían antes?) que a las arcas de EPR le faltarán unos 23 millardos de euros (23.000 millones, o sea, un disparate de dinero) para alcanzar el óptimo equilibrio presupuestario de aquí a 2018.
Los próceres se han echado las manos a la cabeza: oh mein Gott ¿Qué vamos a hacer?
Dado que esta temporada, en las pasarelas internacionales, no está de moda endeudarse, sólo hay dos maneras para que los presupuestos generales alcancen de nuevo la talla 36.
Una, es recortar gastos (¡Jaaa payo, ya estamos con los recortes!)
La otra, es aumentar los ingresos.
Y con estas estamos.
De la MSO Co. (O sea, “Me Se Ocurre” Corporation) ya han brotado las primeras ideas. De momento, parece ser que se tacharán algunos gastos “supérfulos”. En la lista de ellos están, por ejemplo, las ayudas que se dan para que los críos vayan al Jardín de Infancia o Kindergarten. Es probable que se recorten también las ayudas que el Estado austriaco da a los pendlern o “penduleros”, o sea, a esas personas que viven en un Land de EPR y se tienen que desplazar a trabajar a otro Land de EPR.
En cuanto al aumento de los ingresos, lo más probable es que suba la presión tributaria. La manera más fácil y la menos traumática en principio sería subir el Impuesto sobre el Valor Añadido (Mehrwertsteuer). Las mentes pensantes de EPR, empleados de un organismo que responde al bonito nombre de WIFO, calculan que, subiendo el IVA un punto porcentual, afluirían dos millardos de euros anuales a las arcas de Esta Pequeña República (Alpina).
Dime por qué y por qué
¿Y cuáles son las causas del desastre? Principalmente, dos: la coyuntura económica es peor de lo que se esperaba. La economía austriaca crece, pero poquito. No se crea empleo e, incluso, el paro aumenta (y se pronostica que seguirá aumentando por lo menos dos años más). Esto significa que el Estado austriaco tendrá que pagar un número de creciente de subsidios y de cursos a desempleados.
Y luego están, naturalmente, las ayudas estatales a los bancos.
Ya cuando hablábamos de Jörg Haider contábamos cómo El Ausente había hecho mangas y capirotes con el Hypo Alpe Adria, banco que el Estado austriaco tuvo que nacionalizar y luego ceder al land alemán de Baviera por la simbólica cantidad de un eurete (¡Botín, ven p´acá, carita de emperaor, que te voy a comprar el Santander con la vuelta del pan!). En fin: también se han semiestatalizado otros bancos, como el Volksbank y se les sigue dando dinero condicionado a que hagan como la Iglesia: o sea, que cierren oficinas y reagrupen a la clientela.
Quizá la cosa hubiera ido de otra manera si los ciudadanos hubieran sabido cómo se gastaban sus dineros en épocas de bonanza. Lo tenían difícil de todas maneras. Según publica hoy la prensa aborígen, el Gobierno austriaco está a la cola (literal) en transparencia de sus administraciones.
Una cosa desastrosa. Ya se sabe que, cuando a uno no le están viendo, es cuando surge más la tentación de que las manos vayan al pan.
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