El día 8 de Marzo se celebra, en Austria y en todo el mundo, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.Este texto va dedicado a mi sobrina y a todas las mujeres, españolas y austriacas, que me leen todos los días. Va por vosotras.
5 de Marzo.- Querida Ainara (*): hay cosas en la vida que uno, cuando es joven, le oye contar a sus mayores y que, con esa fe en la propia invulnerabilidad que caracteriza a la juventud, piensa que no le van a pasar nunca. El otro día, por ejemplo, fui a esquiar y, en un descanso, de pronto, me descubrí hablando con mis amigos de achaques. De esa rodilla que ya no es la que era antes, de esas cervicales que se te quedan tiesas cuando no duermes bien una noche, de ese estómago que ya no funciona como cuando podías tomarte cuatro cafés –o cinco- y quedarte como un señor. Cuando reparamos en que estábamos teniendo una conversación de “señores” mayores, nos dijimos con cierto aire fatalista pero con la diversión de quien juzga que un peligro es todavía manejable, que vamos camino de los cuarenta y que claro, las cosas, con el uso, se van escachurrando.
Asimismo hablaban nuestras madres en la puerta del colegio de lo rápido que crecían sus niños y, a nosotros, al escucharlas, nos parecía una cosa como de teatro que ellas decían para darse importancia ¡Cómo íbamos a crecer los niños deprisa, si los cursos escolares duraban una eternidad! Si era un abismo de tiempo lo que había entre una navidad y otra y un océano inabarcable de minutos de un cumpleaños al siguiente. Pero no: hacerse mayor significa que el tiempo pasa muy deprisa, que vuela, que las semanas se te escurren entre los dedos sin que tú puedas hacer nada para evitarlo y que parece que te acabas de quitarte el bañador cuando ya están las próximas vacaciones de verano a la vuelta de la esquina.
Tu tío, Ainara, se sigue sorprendiendo de que ya leas tan bien y, cada vez que hablamos por teléfono, ya noto en tu voz la impaciencia de la niña que piensa que su tío la está tratando como si fuera demasiado pequeña. Porque, como todos los niños a partir de una cierta edad, tú piensas que los adultos somos un poco tontos, que no nos enteramos bien de qué va el mundo. Y quizá tengas razón.
Pronto, Ainara, y a esto voy, serás una jovencita y, un poquito después, un suspiro después, una nada después, serás una mujer.
Por suerte para ti, has nacido en una familia en la que ese hecho, el de ser una mujer, no tiene la más mínima importancia. Vamos, tiene la importancia justa. Pero para nosotros, para tu familia, que hayas nacido chica no ha signficado nunca que tú pudieras hacer unas cosas y dejar de hacer otras.
Para ti, pues, es probable que el machismo sea un descubrimiento tardío como para mí lo fueron otras cosas. Quizá descubras el machismo cuando te enfrentes a un jefe que quiera pagarte menos que a tus compañeros varones (o que te haga trabajar más horas por el mismo dinero, que es una manera como otra de pagarte menos), o que prefiera no contratarte, aún contando con todas las cualificaciones necesarias, porque eres chica, tienes novio y, por lo tanto, cabe la posibilidad de que te quedes embarazada (o incluso si no tienes novio porque piense que alguna vez podrás tenerlo y pasarte todas estas cosas). Puede ser que notes el machismo también cuando algunos hombres (imbéciles) te hablen como si te faltara un sentido, o cuando insistan en portarse contigo de una manera paternalista (¡Contigo! Que ni tienes miedo de nada ni lo has tenido nunca, ni espero que lo tengas) o, si alguna vez, por esas cosas de la vida, te equivocas al elegir tu pareja y acabas con alguno que esté celoso de ti porque tienes un trabajo mejor que él y ganas más (hay gente así de estúpida).
Si todas estas cosas te pasan, no se te olvide nunca, pero nunca nunca, esto que tu tío va a decirte ahora: el sexo de las personas no es motivo de vergüenza ni debe ser motivo de más orgullo que el justo. Y, en todo caso, el tener entre las piernas una cosa u otra no tiene que ver nada, pero nada nada que ver, ni con la gama de profesiones que tengas para elegir ni con tu capacidad para ejercerlas. No caigas nunca tampoco en eso de usar “las armas de mujer” cuya mención y mera existencia no es más que un pretexto de los hombres que todavía no se han enterado de qué va la cosa para calmarse la conciencia, y pensar que, si bien las mujeres lo tienen crudo en algunos campos, en otros tienen la batalla ganada por goleada. No caigas en esa trampa y, si alguno intenta utilizar contigo algún tipo de chantaje psicológico, contéstale que el machismo le hace tanto mal a él como a ti y que, ayudándote a ti misma, le estás haciendo un favor también a él liberándole de una serie de tabúes enojosos y de un papel de mascarón que, a la larga, resulta tan cansado como insostenible.
Nadie es mejor ni peor que nadie. Hombre, o mujer.
Son cosas que no habrás vivido en casa y que, quizá, te toque aprender de manera, si no dolorosa, quizá molesta. A mí, a la hora de dejártelas por escrito en esta carta, me sostiene, además, una esperanza que creo que se va confirmando con los hechos: puede que a ti, este texto te haga todavía un poco de falta pero es muy probable que, para tus hijas, si llegas a tenerlas, sea tan solo una antigualla. Una pieza de museo.
Esperemos que sea así.
Besos de tu tío
(*) Ainara es la sobrina del autor
________________________________________________________________
El Zona de Descarga de esta semana también ha sido eminentemente femenino ¿Lo has escuchado ya? !Que no te lo cuenten!
Deja una respuesta