Viena: la vida prestada

NaschmarktA veces es inevitable pensar que la ciudad condiciona la forma de ser y de pensar de sus habitantes.

10 de Marzo.- Hoy venía yo pensando en el metro que sería interesante saber hasta qué punto las circunstancias arquitectónicas de una ciudad condicionan la vida y la manera de ser de sus habitantes.

Por ejemplo, uno de los rasgos más llamativos de los austriacos en general y de los vieneses en particular es la naturalidad (y a veces hasta la coña) con que se toman el hecho incontestable de que, en algún momento, a todos se nos apaga la cpu y deja de importarnos lo que pasa en el mundo. O sea, que nos morimos.

Si hay una ciudad en el mundo en el que esa transitoriedad, ese estar de prestado, sea vivido por sus habitantes sin aspavientos, sin alharacas de ninguna clase, si hay una ciudad en la que la muerte propia o la de los otros pierde toda la importancia para convertirse casi diría yo que en un trámite administrativo, esa ciudad es Viena.Y yendo en el metro se me ha ocurrido que, quizá, esto tenga mucho que ver con cómo es Viena físicamente.

La casa en la que yo nací tiene más o menos los mismos años que yo. La ocuparon antes, durante poco tiempo, sus primitivos dueños. Un tal Luis y su mujer de los que me quedan solo dos recuerdos. Uno, que una vez al mes iban mis padres al comercio que tenía el tal Luis a pagarle la letra del piso y que, como les daba cosa irse de vacío, le compraban cada vez una caja de cinco kilos de galletas María. A mí, las galletas María no me gustaban (se me hacían bola) pero la caja sí, y siempre pedía que, cuando se vaciara, me dejaran jugar con ella. Pero la verdad es que la caja de galletas María, a pesar de su prometedor aspecto, daba para pocos juegos. El cartón era fino (un cartón blanco) y la caja duraba entera dos telediarios. El otro recuerdo que tengo de este hombre es que tuvo una muerte horrible, aplastado por un palé de ladrillos.

Con esto quiero decir que mi casa, la casa de mis padres era, cuando nosotros vivíamos en ella, una casa virgen de otras presencias. En la que uno podía hacerse la ilusión de que la casa había nacido y crecido (más bien encogido) con uno y que, cuando uno se fuera, la casa también dejaría de estar.

En cambio, la sustancia, digamos que un sesenta por ciento de los edificios de Viena tienen cien años o más. Su apariencia, esa que celebran los japoneses y que atrae a turistas de todo el mundo, es el resultado del boom inmobiliario de la época del emperador Francisco José. La capital de Austria sobrevivió bastante bien a los rigores de la última guerra mundial y, es más, en contra de lo que sucede con la enfermedad que está carcomiendo los centros históricos de otras grandes capitales (por ejemplo, Madrid) el centro de Viena está muy vivo y la gente todavía vive en las casas de apartamentos de la época de la monarquía.

Inevitablemente, esto hace que en la casa en donde has vivido tú, haya vivido una persona antes (o, a veces, muchas personas, varias generaciones de personas, en mi barrio, por ejemplo, hay casas de la época del Congreso de Viena, de hace doscientos años, que todavía siguen habitadas). Al entrar a una de estas casas es inevitable pensar quién habrá vivido en ella antes y, sobre todo, inevitable pensar que, cuando tú desaparezcas, alguien vivirá después de ti. Y, por un lado, da una gran paz pensar que en realidad tú estás ahí de prestado. Que, por muy largo que sea el tiempo en el que tú habites esa casa, o patees estas calles, en realidad es un préstamo. Que Viena nunca será un lastre para ti, sino un envoltorio fungible o un escenario en el que tu vida se desarrollará y que luego, cuando llegue el momento, se desprenderá con la elegancia un poco descarnada que le es peculiar a esta urbe.

Y por otro lado, cuando eres suficientemente vienés, también te vuelves un poco conservador y no te apetece que nada cambie porque el cambio (ese local que ayer era un restaurante checo y hoy es un restaurante chino, esa tienda que era ayer de antigüedades y hoy es de proteínas para culturistas) también es la prueba más innegable de que se acerca el momento en que tú dejarás de disfrutar de la noria de rutinas anuales que es uno de los placeres de vivir en esta ciudad y que habrá otros que lo hagan en tu lugar.

Y cuando piensas eso, no tienes más remedio que darte cuenta de que el mundo está en orden y, cuando el metro entra en la estación y la gente se apresura y se afana para llegar a no se sabe qué sitios, sonreir y respirar. Respirar hondo. Quién sabe si con un poco de vértigo.

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Comentarios

3 respuestas a «Viena: la vida prestada»

  1. Avatar de sandra
    sandra

    Paco,como recuerdo ahora los veranos en la casa de mi abuela cerca,muy cerca del mar,las paredes de canto amarillo donde se escondían las hormigas,me pasaba ratitos pensando en que aquellos cantos eran como las grandes ciudades,y que como las hormigas,la gente entra y sale,va y viene ocupada en sus labores,en vivir…Hoy ya soy la mezcla de varios lugares,mi piel está impregnada por siempre de salitre del Atlántico que rompe frente a la casa de mi abuela en Tenerife,del aire de los Alpes,de la grandeza del paisaje de mi isla,de la fuerza de las montañas de Tirol,de las bonitas personas que conozco allí y aquí…Todos y cada uno de los lugares que he visitado en este mundo han venido conmigo a lo largo de mi vida,me han hablado las paredes,los cielos,las calles,los edificios….Si tengo que elegir una ciudad elijo la que lleva mi alma,aquí…,allí…

  2. Avatar de Clara
    Clara

    Muy bello artículo, Paco. Yo también comparto esa sensación de que la ciudad es un ente enorme, una máquina de movimiento perpetuo y que nosostros solo somos inquilinos que la habitamos por un tiempo limitado, pero a su vez tambien lo concibo como algo positivo, que le quita dramatismo a todo. Al fin y al cabo la vida es como una fotonovela, cada capítulo nos parece importantísimo y crucial hasta que llega el siguiente, en el que algo más importante aun acontece y eclipsa a lo anterior. La ciudad de Viena es en cambio un testigo incorruptible de todo, y seguirá ahi pase lo que pase y pese a quien pese.

  3. Avatar de Paloma
    Paloma

    Hola,
    Acabo de acercarme a este blog y quería dar la enhorabuena. Llevo poco tiempo en Viena y este blog me ha servido para sumergirme un poco más. En particular este post me ha parecido muy útil para dar el paso de “turista de largo plazo” a “residente”.
    Un saludo

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