Cariacontecidos y preocupados (no es para menos) los jefes de Gobierno de la UE se reunieron ayer en Budapest
8 de Noviembre.- Ferenc Puskás apodado „el comandante galopante” (¡!) o “cañoncito pum” fue un futbolista húngaro nacido en Budapest que, cosas del destino y de la convulsa historia del continente europeo, terminó jugando en el Real Madrid. Murió en su ciudad natal en 2006 y, desde entonces, el Santiago Bernabéu de Budapest lleva su nombre.
En este estadio se celebró ayer la cumbre de jefes de gobierno de la Unión Europea, convocada por Victor Orbán (vaya sitio, oiga), al objeto de encontrar un consenso sobre lo que habrán de ser en el futuro las llamadas “relaciones transatlánticas”. O sea, para responder a la pregunta “¿Qué porras hacemos con Donald Trump?”.
LA TOSTADA Y LA MANTEQUILLA
Como la tostada siempre cae del lado de la mantequilla, la elección de Trump llega en el peor momento (supongo, en cualquier caso, que para tener que relacionarse con un bicho como Donald Trump no hay momentos buenos). Fue saberse lo peor y que Alemania se hundiera en una de las peores crisis políticas de su historia reciente. Probablemente, la peor desde la caída del muro de Berlín. Hasta miércoles, Alemania estaba gobernada por la llamada “coalición semáforo”. Un grupo inestable de partidos de diferentes tendencias nacido como solución para no franquear el gobierno a la extrema derecha.
La inestabilidad política de Alemania es, además, inestabilidad económica. Hace algunos días el grupo Volkswagen anunciaba el cierre de algunas fábricas, siendo esta una de las medidas más dolorosas de la historia reciente de la industria de nuestros vecinos de arriba.
El canciller Nehammer (aún en funciones) también estaba en Budapest. Se sabe que se encuentra inmerso en las conversaciones para encontrar una nueva coalición que gobierne el país y que evite también la llegada de Kickl al poder. No está siendo (lógicamente) un proceso fácil. Nehammer tiene a su favor no ser una persona especialmente inteligente (tampoco es tonto). Esa falta de pretensiones le ha permitido bandear los tiras y aflojas de una coalición que, a priori, tenía tan pocas probabilidades de éxito como la que ha mantenido nada menos que un quinquenio con los verdes austriacos.
QUÉ HAY DE LO MÍO, DIJO KICKL
Por supuesto, la extrema derecha austriaca (secundada por su “trama mediática”) va a intentar por todos los medios a su alcance torpedear el proceso. Por ejemplo, acudiendo a Alemania como un ejemplo de lo frágil e inestable que es una coalición a tres.
Ayer, por ejemplo, Herbert Kickl desveló otro tramo de sus conversaciones con el Presidente de la República. Según Kickl, Van der Bellen dijo que, para él, era importantísima la formación de un eje transatlántico entre Washington, Bruselas y Viena con respecto a la guerra de Ucrania. Hoy sabemos que Donald Trump es amiguísimo de Vladímir Putin, de manera que Kickl da por muerto ese consenso. Le preguntaba al Jefe del Estado, por tanto, qué había de lo suyo.
En esto como en lo otro, Nehammer se mostraba ayer pragmático en Budapest. Ha venido a poner sobre la mesa una realidad incontestable: Estados Unidos es el segundo destino en importancia de las exportaciones austriacas, “así que más nos vale llevarnos bien con Trump”, ha venido a decir, continuando así con una gran tradición de sentido común diplomático austriaco. El mismo que permitió al emperador José ganarle por la mano a Napoleón o el que permitió a los padres fundadores de la República actual lidiar con un bicho tan correoso como Stalin y evitar el fraccionamiento del país después de la segunda guerra mundial.
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