
Cerramos hoy este 2025 recordando lo que ha pasado en el tramo final del año y deseando a los lectores de VD todo lo mejor para 2026.
30 de diciembre.- En este último artículo de 2025 nos adentraremos en el final del año que termina.
A principios de noviembre de este año, Nueva York eligió a su primer alcalde de religión musulmana. Incomprensiblemente, este hecho intranquilizó a muchas personas, a pesar de que el nuevo alcalde neoyorquino viene de una familia liberal de artistas -su madre dirigió una película muy agradable que se estrenó en mi juventud, “La Boda del Monzón”-; la gente se hizo un poco de lío con el cargo electo. No sabían si atacarle por musulmán, o sea, por profesar una religión, o por izquierdista. Pintaron al buen hombre como una especie de Che Guevara con turbante, cosa que no es ni por asomo.
A mí me vino a la cabeza si sería posible que en Viena hubiera un alcalde musulmán en algún momento y utilicé esta pregunta como excusa para hacer un repaso a la situación de los musulmanes en Austria. Lo que más me sorprendió, sin embargo, fueron los comentarios racistas que suscitó la idea.
En Noviembre, los Habsburgo dieron la campanada también. La cuca de la emperatriz Zita había tenido guardada cien años en una caja de Canadá, en secreto, muchas de las joyas de la corona. La República austriaca está estudiando reclamarlas, en tanto que los Habsburgo dicen que son diamantazos de propiedad privada. Veremos en qué queda la cosa. De todas maneras, este ha sido un año en el que las monarquías pasadas, que se parecían muy poco a los cuentos de hadas, han suscitado un interés que dice mucho de los tiempos por los que atravesamos, en los que la gente busca ficciones confortables a las que agarrarse. Véase si no la serie Ena, sobre la reina Victoria Eugenia, con su entrañable cutrez (ellos querían hacer The Crown, pero para hacer The Crown, que es un culebrón de lujo, hacen falta muchos millones).
Por cierto, a los pocos días de esto de las joyas apareció el heredero de la corona en la tele y, como siempre que lo hace, subió el pan.
En fin.
El 20 de noviembre se cumplieron cincuenta años desde aquel día en el que Francisco Franco Bahamonde decidió hacer del mundo un lugar mejor por el simple procedimiento de morirse. Dedicamos por esto algunos posts a ver momentos de la historia común de España y Austria. Recordamos algunos bastante resultones.
Terminamos el mes, desgraciadamente, con un caso de violencia machista. Una dizque influencer de Graz fue asesinada por su novio y enterrada en Eslovenia. Se demostró lo que siempre se demuestra. O sea, que los medios buenos y de calidad dan información de calidad, y los otros solo tripas y vísceras y sangre. Fue lamentable el proceso de sexualización de la víctima.
Diciembre, por aquello de las fechas, trajo informaciones ligeritas.
Le echamos un vistazo a cómo la inteligencia artificial está empezando a cambiar el mercado laboral austriaco (es una tendencia que, sin la más mínima duda, se prolongará durante el año entrante) y tratamos de ver tendencias. Aunque, de momento, no es fácil. Parece, eso sí, que la IA ha llegado para quedarse y aunque en el aspecto del entretenimiento ha producido (y produce) mucha bazofia, en el aspecto laboral parece que va a ayudar a optimizar procesos. En esto, como en otras cosas, veremos a ver qué pasa.
Sigo en este repaso con dos noticias inquietantes: la primera, que solamente un siete por ciento de los austriacos está contento con el funcionamiento de la democracia en Austria. Conectada con esta nueva también nos enteramos de que Donald Trump tiene planes para Esta Pequeña República.
Sin duda, cuenta con que en las próximas elecciones gane la extrema derecha y con utilizar esos partidos de extrema derecha para romper la Unión Europea desde dentro. El autócrata del este y el autócrata del oeste creen sin duda que es cuestión de tiempo y que los ídem están maduros para deshacerse de la incómoda democracia europea. Democracia que es incómoda, sobre todo, para las grandes tecnológicas americanas.
Terminamos aquí este resumen del año 2025 y me gustaría hacerlo recordando algo que suele olvidarse y es que uno de los argumentos más contundentes a favor del optimismo es que el futuro no está escrito y que, por lo tanto, no nos dirigimos inexorablemente a tales o cuales acontecimientos. Podemos hacer las cosas bien, si nos lo proponemos porque no existe el destino ni la fatalidad. Por eso, hay que esforzarse cada día por dar lo mejor de cada uno, para ser más o menos feliz uno mismo, pero también para hacer felices a los que tenemos alrededor.
Con este deseo, termino yo 2025 también, dándole las gracias a las personas que me leen y encarando el año en el que Viena Directo cumplirá, si Dios quiere, y a mí me dan las fuerzas, veinte años. Como dicen aquí, Guten Rutsch y Prosit Neujahr. Nos vemos en enero.
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