Una revolución en marcha

HumanidadEn estos momentos, en el mundo del trabajo, se está produciendo una revolución sin precedentes. Solo los que se adapten sobrevivirán. Descubre cómo.

11 de Octubre.- Querida Ainara (*) : hace unos días, mientras hacía las tareas de mi vivienda, pensaba yo en las enormes lagunas que hay en mis conocimientos. Pensaba, por ejemplo, en lo poco que sé de egiptología (bueno, podría haber elegido otra ciencia al azar, pero la verdad es que pensé en la egiptología). El Egipto de los farones, con su imperio antiguo y su imperio nuevo, con sus decenas de reyes, con su inabarcable mitología, vio nacer la agricultura y murió, agotado su modelo, cuando los emperadores romanos se enseñoreaban de la cuenca del Mediterráneo. Si uno descuenta lo difuso de sus conocimientos sobre el tema, lo que sí que es indudable es que, a pesar del desfile de reyes, el mundo de los faraones permaneció más o menos homogéneo durante una larga cantidad de siglos.

Inevitablemente, pensé yo en los últimos doscientos años de la especie humana y, en comparación, me pareció que, de la revolución industrial hasta hoy, todo se ha acelerado y corre la Historia como una exhalación (los más pesimistas dicen que hacia el final de la Humanidad, pero yo no deseo que así sea: creo que como especie encontraremos también la manera de sobrevivir a nuestros impulsos suicidas). Y pensé, Ainara, que no solo ha cambiado el mundo -lo hemos cambiado hasta un grado que, probablemente en un siglo, no habrá quien lo conozca- sino también la vida diaria del hombre. De todos los hombres.

Y un ámbito en el que ha cambiado la vida de la Humanidad y en el que seguirá cambiando muy deprisa, a un ritmo uniformemente acelerado, es el ámbito del trabajo. Contra lo que lucharon los movimientos de izquierdas de principios del siglo veinte, o sea, la sustitución del hombre por la máquina, eso que nos parecía tan utópico, tan lejano, está en realidad aquí. Ya.

Las máquinas procesan cada vez más información y a más velocidad y pronto, podrán „pensar“ en tiempo real y sustituir al hombre, definitivamente, en los trabajos más monótonos. De aquí a veinticinco años es probable que los taxistas, como profesión, hayan desaparecido, porque habrá coches que piensen -ya los hay, pero no son fabricados de manera masiva- lo justo para que nos lleven a donde queramos que nos lleven. Un piloto, el otro día, me decía que él estaba convencido de que los taxistas aéreos -qué otra cosa son los pilotos- también están condenados a la desaparición, como lo estuvieron en su momento los vendedores de billetes de metro o las personas que trabajaban en las gasolineras y te llenaban el depósito.

¿Cómo será el mundo laboral en el que tú te desenvolverás? Es muy difícil saberlo pero si hay algo que en Austria como en España tendrá, probablemente, validez es que la máquina podrá difícilmente sustituir lo que nos hace más humanos. O sea, la creatividad, la capacidad de interacción con las personas, la de identificar las emociones de nuestros congéneres. Yo, cada vez estoy más convencido de que, en el futuro (ya se está perfilando esto) habrá solamente dos ramas profesionales: las que sirvan al hombre y lo acompañen en sus necesidades fisiológicas y de ocio (para darle de comer y servirle) y las que acompañen a la máquina y la sirvan en sus necesidades, ya sea construyéndolas (aunque es seguro que ya hay máquinas que construyen a sus semejantes y las reparan, aunque todavía con mucha intervención humana) o programándolas o sirviéndoles de asistente. Todas las profesiones monótonas que caben entre este Escila y este Caríbdis serán devoradas, por lo menos en el mundo desarrollado, por el desarrollo tecnológico, lo mismo que el teléfono móvil ha terminado con las agendas, está terminando con las cámaras de fotos tal y como las conocíamos y, por qué no, también está terminando con la puntualidad.

Frente a nosotros, las personas de clase media, los que desarrollamos oficios solo medianamente tecnificados o, peor aún, frente a las personas que hacen oficios poco cualificados, se extiende un panorama escalofriante. Porque está claro que, frente a la actuación siempre igual, fiable y fría de la máquina, dotada de más o menos inteligencia pero, en cualquier caso, de una capacidad de análisis de datos que ni el humano más listo tendrá jamás, nosotros, los que somos de la campana de Gauss, no tenemos nada que hacer ¿Cómo nos ganaremos la vida si la máquina ya hace mejor que nosotros lo que nosotros queremos hacer? El Gran Hermano nos dice que nos reciclemos, que aprendamos sin descanso pero ¿Qué sucede con las personas a las que Dios no les llamó por el camino del aprendizaje?

La manera de „luchar“ contra la máquina y la amenaza que representa laboralmente es esforzarnos en ser, en nuestro oficio, lo que la máquina no puede ser: creativa, humana, empática, imprevisible. Hay que pensar fuera de los límites, ser libres. Las máquinas no tiene pinta de que vayan a poder serlo por lo menos a medio plazo.

Besos de tu tío

(*)Ainara es la sobrina del autor

La fotógrafa
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