¿Qué consecuencias tendría para Austria una invasión rusa de Ucrania?

¿Qué consecuencias tendría para la economía austriaca si mañana Rusia invadiese Ucrania?

15 de Febrero.- En estos momentos, el mundo entero mira a la frontera entre la Federación Rusa y Ucrania.

Como suele suceder en estos casos, un problema con tantas ramificaciones es visto de manera distinta por todas las personas que se paran a pensar (y a escribir) sobre él. Todos tendemos a tratar de procesar esa complejidad por comparación.

PONGÁMONOS “PARABÓLICOS”, O SEA, HABLEMOS EN PARÁBOLAS

Para mí, el conflicto entre Ucrania y Rusia (o entre la Federación Rusa y Europa y los Estados Unidos) se parece un poco a esas cenas familiares en las que uno tiene que encontrarse con ese cuñado que a toda la familia le cae gordo menos a la hermana de uno, que se ha casado con él. O sea: ese tipo desconfiado, generalmente poco inteligente pero que va de astuto y que hace lo posible por arañar pequeñas y mezquinas victorias en todas las conversaciones. Ese cuñado del que uno sospecha que padece un grave complejo sobre el tamaño de su pene, y que por eso se empeña en quedar por encima en todas las conversaciones y en decir siempre la última palabra.

Este cuñado, al que algunos observadores, partidarios de la masculinidad tóxica, alabarían, es Putin.

La situación se parece también, en cierto modo, las diferencias que el 75% de los habitantes de Austria tenemos con el 25% restante, los antivacunas.

Por un lado, todos (incluso los antivacunas, por supuesto) sabemos de qué lado está la razón. O sea, todos sabemos que lo razonable es vacunarse.

Sin embargo, por un motivo extraño, el 25% que no actúa razonablemente vampiriza la atención pública. De manera que, tratándose de hecho de una minoría, parece que esa facción cenutria de la población tiene mucha más importancia de la que en realidad tiene.

Como ahora veremos, la Federación Rusa, dejando aparte las bravuconadas y el hecho escalofriante de que cuenta con un enorme arsenal nuclear, es un país de segunda, con una economía de segunda.

Todos sabemos claramente que el extremado conservadurismo y el autoritarismo que Rusia trata de propagar por la parte este del continente europeo es inútil para responder a los retos a los que la Humanidad tiene que enfrentarse, pongamos, de aquí a cincuenta años. Todos sabemos que nuestra especie solo podrá cruzar la frontera del siglo XXII si consigue crear redes de cooperación transnacionales que la ayuden a responder coordinadamente a problemas como la crisis energética, la digitalización o la emergencia climática.

Pero me estoy yendo.

El objetivo de este artículo es otro mucho más modesto.

Es el de responder a la pregunta de qué consecuencias tendría para la economía austriaca si, mañana, como parece, Rusia siguiera adelante con su plan de invadir Ucrania.

CONSECUENCIAS SOBRE AUSTRIA DE UNA GUERRA QUE NADIE QUIERE

Si esto sucediera, aparte de una respuesta bélica de imprevisibles consecuencias, se activaría inmediatamente una batería de sanciones económicas durísimas contra la Federación Rusa. Unas sanciones que infligirían un notable daño a la ya renqueante economía rusa.

Las relaciones económicas entre la Federación Rusa y Austria eran, hasta 2014, año en el que Rusia se anexionó Crimea, muy fluidas. A partir de la anexión, sin embargo, las sanciones impuestas por la Unión Europea y los Estados Unidos hicieron que las exportaciones austriacas hacia Rusia (principalmente vehículos y productos químicos) fueran desinflándose, hasta llegar a las modestas cantidades actuales. Dosmil millones de euros anuales de media, un 1,5% de las exportaciones totales del país.

Una batería de sanciones como la que previsiblemente se pondría en práctica, contra personas e instituciones rusas pero también contra el sistema financiero de la Federación, golpearía a Austria indirectamente en su sector bancario.

Desde que cayó el muro de Berlín se inició a primeros de los noventa una época dorada para los bancos austriacos, que se lanzaron a colonizar el mercado cuasi virgen de los antiguos países comunistas.

Los bancos austriacos tienen intereses en Rusia por valor de 17.500 millones de euros, en forma de créditos a instituciones y particulares. Solo los bancos italianos y franceses tienen cifras más altas.

La mayoría de estos millardos son créditos de la filial internancional del Reiffeisenbank (RBI). Tres millones de clientes en Rusia. 130 sucursales.

Para el Reiffeisen, la Federación Rusa es una máquina de hacer dinero. La legislación rusa permite cobrar unas comisiones más altas por servicios que en Europa occidental y los intereses también están más altos.

Por ponerlo en números. En 2020, RBI ganó 804 millones de Euros después de impuestos. La mitad de esas ganancias venían de Rusia.

Otras consecuencias podrían ser, dependiendo de la dureza de las sanciones, que los bancos austriacos se vieran obligados a deshacerse de sus filiales rusas (o sea, a malvenderlas) para poder seguir haciendo negocios en Europa y con los Estados Unidos.

Esos mismos Estados Unidos también han amenazado a Rusia con aislar a su sistema financiero. Una medida durísima y extrema también. Se trataría de sacar a los bancos rusos del sistema swift.

El sistema swift es una red de comunicación entre bancos que permite, por ejemplo, tramitar las transferencias y otros instrumentos de pago, como las cartas de crédito. Esto equivaldría en la práctica a desenganchar el vagón de la economía rusa del comercio internacional. Sin posibilidad de hacer transferencias bancarias directas o abrir créditos documentarios, las importaciones rusas se volverían no solo un bosque burocrático tremebundo (más de lo que ya lo son), sino que también se harían carísimas. Casi insostenibles.

Ya hay precedentes. Cuando Irán acometió su programa nuclear, sus bancos fueron expulsados del sistema swift.

Aquellos de mis lectores que tengan algún conocimiento de comercio internacional sabrán lo que eso significa.

Para el final dejo el punto más doloroso.

Austria depende del gas ruso de una manera brutal. Algunos años, más del 80% del gas que se utiliza en Austria viene de Rusia (y pasa por Ucrania, por cierto). La dependencia energética, por cierto, con ser mala, no es la peor.

Las importaciones se canalizan a través de la OMV, que es una empresa en parte pública. La OMV está envuelta en diferentes proyectos, uno de ellos el famoso gaseoducto Nord Stream II. Un proyecto enorme, ya construido, cofinanciado por la OMV con 729 millones de Euros pero que aún no tiene permiso de la Unión Europea para ser puesto en funcionamiento.

Una guerra significaría que esos permisos, a través de la empresa Nord Stream II AG con sede en Suiza, se pararían.

Sobra decir que nuestro cuñado, Putin, sabe todo esto.

Es un arma. Y la está usando.


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