El domingo los austriacos eligen su nuevo parlamento, del que saldrá un nuevo canciller. Hoy, hablaremos del que estrenó el puesto.
24 de Septiembre.- Como es bien sabido, este domingo se celebran en Austria las elecciones para el Consejo Nacional, o sea, para el Parlamento. De ellas, saldrá también el nuevo Bundescanciller (que todo indica que seguirá siendo el que tenemos ahora, porque nadie quiere tocar a Herbert Kickl, en principio, ni con un palo).
Así pues, se me ha ocurrido hacer un par de artículos de historia, porque ya se sabe que, como dijo Jesulín de Ubrique, los pueblos que no conocen su historia están condenados a…Bueno, etcétera.
He pensado que sería bonito contar la vida del primer Bundescanciller, el que abrió el melón de “Bundescancillear”.
En la foto de Wikipedia es un caballero calvorota, de grandes bigotes y aspecto apacible. No es otro que el checo Karl Renner. Tuvo una vida bien interesante, como descubrirá el curioso lector si me sigue por este viaje en el tiempo.
Renner nació en lo que hoy es República checa en 1870 y le amargó la nochevieja a su familia en 1950 (ya es mala pata morirse el último día del año, con el cotillón). Fue el decimoctavo hijo (y el más pequeño, para tranquilidad de su madre) de un viticultor. Tuvo un hermano gemelo, nuestro Karl, llamado Anton, pero se murió a las pocas semanas.
No tuvo una infancia fácil (dieciocho bocas, ya se sabe, son muchas bocas) pero aún así su padre, viendo que el muchacho prometía, consiguió darle estudios. En el Gymnasium (o sea, en el instituto de secundaria) coincidió con el filósofo Wilhelm Jerusalem, una gran personalidad de su época, especialmente interesado en la educación y en la manera de cambiar el mundo a través de ella. Quizá otro día hablaremos de él. Hoy diremos que Karl Renner continuó luego sus estudios de derecho en la Universidad de Viena.
Entre tanto, el padre de Karl Renner se arruinó debido a la crisis económica de la década de 1880, así que el joven y bizarro abogado quedó a cargo de gran parte de su familia. En 1895 consiguió un puesto de ayudante de bibliotecario en el Parlamento Austriaco (Reichsrat) puesto que conservó hasta 1907, cuando fue elegido diputado en las primeras elecciones celebradas en el Imperio austro-húngaro por sufragio universal masculino (las mujeres tardaron todavía unos años en poder votar)
Durante su época de funcionario “le nació la conciencia” y empezó a trabar contacto con otro padre de la República Austriaca, el socialista Victor Adler. También se puso a escribir (y a publicar) libros en los que criticaba duramente la organización de la doble monarquía del emperador Paco Pepe.
Lamentablemente, nadie le hizo ni caso (mejor les hubiera ido si se lo hubieran hecho). En sus libros, Renner defendía la necesidad de eliminar el nacionalismo y se declaraba a favor de algo parecido a un sistema federal en donde las instituciones contuvieran diversas culturas y nacionalidades. Propuso además la idea de nacionalidad personal, o sea, que cada persona formara parte de la nacionalidad que quisiera y que no estuviera esta determinada por el lugar de residencia. De este modo eliminaba el concepto, tan perjudicial, de las minorías nacionales y la necesidad de definir fronteras.
Como hubiera dicho Rocío Jurado, “ya era tarde, señora”. En 1914 estalló el polvorín de los Balcanes y empezó la primera guerra mundial. En medio de la debacle bélica, Renner, ya miembro de la dirección del partido socialdemócrata, apostaba por mantener el imperio, dándole una vuelta a sus instituciones yendo hacia una evolución. La historia iba ya por otro lado.
Deja una respuesta