18 de Julio.- Querida Ainara: la palabra de moda en España es “recortes”. El Estado, en la escasa medida de sus posiilidades, reduce gastos. “Para atraer la confianza de los mercados” dice la versión oficial (sin especificar qué cosa sea esa confianza o sin detallar claramente quién compra en esos mercados); “para pagar los préstamos que los bancos del norte, naturalmente rapaces y perversos, les hicieron a los nuestros” dicen los que presumen de estar en una pomada que, probablemente, sea más compleja.
El hecho es que, con las medidas de ahorro, el Gobierno puede estar comprometiendo la viabiliad de la España del futuro. De un futuro próximo. La España en la que tú vivirás, Ainara.
Pondré solo un ejemplo. Parece haber acuerdo es en que la organización estatal española, en la forma en que la conocemos hoy en día, es insostenible. Parecería lógico, pues, reducirla hasta unos niveles sensatos. Esto es, dejar en lo estrictamente necesario la administración autonómica, principalmente, la cual ha crecido desmesuradamente en los últimos veinte años debido a, primero, la sensación (falsa) de que los recursos eran ilimitados y, segundo a la creación de estructuras de gasto siguiendo un criterio clara (y perversamente) político. Y ya se sabe que los criterios políticos son, por naturaleza, cortoplacistas.
Ocurre, sin embargo que, en una economía como la española, con un paro estructural de siglos (prácticamente desde el siglo XVII no producimos un volumen de actividad económica que pueda abastecer de empleo a toda la fuerza productiva) el Estado Autonómico, incluso con su ocasionalmente aberrante ineficacia, ha constituido algo así como una esponja que ha absorbido a unos trabajadores que, de otro modo, se hubieran muerto de hambre.
Es aquí, Ainara, donde se detecta la contradicción: porque una medida que, en principio, parecería sensata, de aplicarse, podría terminar creando un mal superior que el que predentde atajar. En otras palabras, los diputados autonómicos que tienen coche oficial y secretaria (por lo menos), que cobran dietas, que van a hoteles, que degustan las especialidades de su terruño, que besan niños vestidos de traje típico, que propagan su actividad en unas televisiones montadas como si fueran la CNN; los filólogos que se dedica a compilar diccionarios ignaros de parlas en peligro de extinción, los resucitadores de fiestas vernáculas, tantos y tantos trabajadores humildes, jornaleros de lo regional, que viven amorrados a los presupuestos ¿De qué iban a vivir? Y, lo que es peor: si no llenan el carrito en el Carrefour ¿Cómo van a remontar una economía que día a día pierde fuerza y gas?
Los recortes, asimismo, suscitan otras preguntas: si el Gobierno tiene que ahorrar ¿Por qué recorta, de manera suicida, de sectores, como la educación, que podrían salvar a medio plazo a la economía española? ¿Por qué España no destina recursos a convertirse en una potencia tecnológica, por ejemplo,invirtiendo en investigación? ¿Es sólo un criterio ideológico? ¿Es una miopía difícil de entender? Me resisto a pensar que la incomprensión del entorno global en que España se mueve ya haya podido ser y sea tan total, tan palmaria, tan escalofriante.
Es en momentos como este cuando uno quisiera estar equivocado. O, quizás, ni siquiera saber.
Besos de tu tío.
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