El sonido del silencio

Un banco al sol
Hoy va de bancos (A.V.D.)

30 de Mayo.- Querida Ainara: como suele sucederme con cierta frecuencia, yo tenía escrito mentalmente el post de hoy. De hecho, tenía hasta título. Se llama “El hombre soldado”. Sin embargo, la actualidad, como siempre en este blog manda y hoy te tengo que hablar de otra cosa. Es curioso que hable de la actualidad al referirme a estas cartas que te escribo, porque su principal destinataria es, hoy en día, una niña que cumplirá dentro de poco cinco años. Tus intereses están muy lejos de la actualidad. O mejor: para tí todo es actualidad. La vida es un disco sin horizonte, porque el pasado para ti es ayer por la tarde y el futuro una cosa lejanísima que pertenece casi al terreno de lo mitológico. Fue así para tu tío y es así para todos los niños.

Hoy, como hago cada cierto tiempo, voy a hablarte de España y de una sensación que tengo desde hace unos días.

Verás: la semana pasada, estando yo en Italia, se supo, más bien se confirmó, la quiebra de uno de los bancos más importantes del país (Bankia se llama ahora, se llamó Caja Madrid antes cuando yo era niño, aun antes Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid –a mí me llamaba mucho la atención lo del Monte de Piedad- y cualquiera sabe cómo se llamará en el futuro, cuando tú leas estas cartas, ni siquiera si existirá o se habrá convertido en una arqueología financiera cuyos títulos se vendan en el rastro de Cascorro). A lo que voy:

La quiebra de este banco ha resultado particularmente impresionante por la cantidad de dinero (público) que va a necesitarse para que “los ahorradores” (o sea, tus abuelos, algunos de mis lectores, yo mismo) no se queden sin la pasta ganada con tanta dificultad.

Diré rapidamente que Bankia ha quebrado por varias cosas. Una sola de las cuales, por cierto, es la mala gestión de sus directivos. Bankia, y esto es un hecho que se obvia en los últimos años con demasiada frecuencia, ha quebrado también por culpa de un número no despreciable de alguno de esos pequeños ahorradores que ahora se preocupan de dónde estará su parné. Los mismos que consintieron en utilizar como garantía de sus préstamos bienes que, ellos eran muy conscientes, todos éramos muy conscientes, valían una tercera parte de la tasación que el banco hacía de ellos. Eran pequeños pecadillos entonces. Nuestra vieja amiga la avaricia, tan necesaria para el progreso de la civilización.

Venga, te taso el piso un poco por lo alto para que puedas pedir un crédito y ya de paso lo amueblas (a los españoles se nos ponían ojos de suegra a la que le presentan un futuro yerno protésico dental, nos mordíamos el labio inferior, mirábamos al techo y nos moríamos de gusto). Muchos españoles que ahora están indignadísimos, se hicieron así con un capital con el que poner la encimera de piedra natural o con el que mandar a sus hijos a veranear a las Quimbambas o a estudiar a los Estados Unidos de Obama. Sin embargo, lo que sucede con las valoraciones infladas (invariablemente) es que, algún día, se corrigen a la baja. No one gives duros to four pesetas. Esto que acabo de explicar, se conoce, en el piadoso argot de las quiebras bancarias como “activos tóxicos”.

Después de esta disgresión que es poco probable que me haga más popular quisiera abordar el tema principal de esta carta: dada la que está cayendo y, sobre todo, la que cayó durante el mandato del presidente del Gobierno anterior (un hombre del que se podría decir lo mismo que dijeron de George Orwell durante su estancia en ese avispero que fue la guerra civil española o sea, que era el observador más desinformado de los acontecimientos más ilógicos) uno tiene la sensación de que, en España, en esa España de las seiscientas personas (todo lo más) que toman las decisiones, se ha extendido el silencio sombrío, irrompible y oleoso, que debió de extenderse cuando los oficiales del Titanic se dieron cuenta de que this is it.

O quizá no es el silencio, sino que todos los ruidos pequeños, menudos, diarios, normales, han quedado ahogados por un estrépito de catarata de esos que te dejan a solas con tus propios pensamientos. Y no es el ruido de las acciones de Bankia al desplomarse, sino el ruido de la resignación. Y, por qué no decirlo, y aquí viene lo extraño, del alivio.

Creo, Ainara, que si el Banco Central Europeo, como se rumorea, interviniera España la gente, en el fondo, detrás del cabreo y entre esta manifestación y la siguiente, se quedaría muy aliviada. Porque se habría roto esa incertidumbre de cuál será el próximo horror, qué vendrá mañana. Y eso, en fin, no es bueno, pero tampoco es que sea malo ¿Verdad?

Lo desconocido es lo que acojona.

Besos de tu tío

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