La conexión vienesa de David Bowie

AktionismusEl siglo XX se muere, poco a poco. Hace unos días, murió David Bowie. Lo que no mucha gente sabe es la estrecha relación que tuvo con Viena.

12 de Enero.- Ayer por la mañana me afeité (lo poco que me afeito desde que tengo barba) escuchando Radio Wien. En el noticiario de las ocho anunciaron que David Bowie había muerto y yo, delante del espejo de mi cuarto de baño, pensé: „el siglo XX se muere“.

Más tarde, cuando llegué a trabajar a la oficina, mientras mi ordenador se despertaba dije, así como quien no quiere la cosa, que David Bowie había muerto. Personalmente, siempre me he sentido muy lejano de lo que David Bowie hacía y su manera de encarar el arte me parecía bastante fría y muy poco atractiva (me gusta su música de los setenta, pero al final me parecía una estrella apagada). Sin embargo, para una generación de personas, sobre todo las que fueron jóvenes en los setenta y primeros ochenta del siglo pasado, David Bowie era un referente cultural muy fuerte. De manera que, cuando dije: „Joé, me he enterado de que David Bowie se ha muerto“ hubo compañeros míos que se echaron las manos a la cabeza y no se lo quisieron creer. Hubo viajes a internet para confirmar la noticia, que debió de conocerse en Austria alrededor de las ocho, porque mis compañeros que salen de casa antes no la sabían. La gente puso cara de „no semos náiden“.

Lo que no mucha gente sabe, sobre todo fuera de Austria, es que David Bowie tuvo, durante una época, una fuerte (y confesa) relación con el arte moderno que se hacía en Austria.

Bowie, en tanto que dandy de nuestro tiempo (entendemos como dandy al hombre o la mujer cultos que están al cabo de la calle de lo que se cuece en las altas esferas de la cultura y que se lo apropian y lo incorporan a su vida) era un gran interesado en el arte moderno y, desde que lo conoció, del movimiento conocido como Accionismo Vienés (o Wiener Aktionismus), un movimiento artístico que parece imposible que surgiera en un país tan cerrado, tan conservador, tan de no dar una voz más alta que otra, como fue la Austria de la segunda mitad de los sesenta.

El accionismo vienés fue una reacción (lógica, si bien se mira) al arte frío, funcional y especializado que se hacía en los cincuenta. Un arte deshumanizado y cerebral. Los accionistas (las „modernas“ accionistas) eran más de darle leña al mono, que para eso es de caucho. El reducido grupo de artistas austriacos que lo practicaron (los más destacados, y los que más le gustaban a Bowie eran Rudolf Schwarzkogler (1940-1969) y Hermann Nittsch, que aún vive y que es famoso por sus performances en las que utiliza todo tipo de sangre y vísceras (hay un museo dedicado a su obra en Mistelbach, en donde pueden verse fotos alucinantes de estos happenings y obras en las que utiliza fluidos animales para pintar). De esto se trataba precisamente, en el caso de David Bowie también: de la performance, del Happening, de un arte que está vivo, que se puede tocar, que es efímero y, sobre todo, que es subversivo, que pretende hacer pensar sobre los mitos que sostienen la sociedad occidental y que se basan en el control del indivíduo mediante la represión (sexual, laboral, del tipo que sea).

David Bowie estaba tan fascinado por el accionismo vienés que en su album „Outside“ recreó algunas de las fotos de Schwarzkogler e incluso mencionó a Nitsch en el disco.

El cantante inglés también mostró mucho interés por la obra de otro austriaco, Gottfried Helnwein, uno de los artistas contemporáneos austriacos más famosos actualmente, especializado en un tipo de fotografía mórbida, generalmente niños vendados o heridos. David Bowie se dejó fotografiar por él y se encontraron en los años noventa.

Durante la preparación de Outside, David Bowie y su productor, Brian Eno, estuvieron de viaje por Austria, y visitaron el sanatorio para enfermos mentales de Gugging bei Wien en donde el inglés se quedó fascinado por las obras que producían los internos durante su terapia. A lo largo de los años, Bowie se encontró muchas veces con Nitsch (un personaje, la verdad, que da un poco de cosica, un poco como debía de darla Orson Welles, y esto lo añado yo aquí a título personal).

Las vendas, que eran el signo distintivo, la marca de la casa tanto de Schwarzkogler como de Helnwein, aparecen una y otra vez en la selecta, última obra de David Bowie (casi póstuma), Blackstar. En fin, desde el día 8, el mundo es un poco más pobre.


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Comentarios

Una respuesta a «La conexión vienesa de David Bowie»

  1. Avatar de Sofia
    Sofia

    Hola. He de corregir que Gottfried Helnwein no realiza fotografías sino óleos. No son fotografías siniestras sino pinturas siniestras. Es un pintor hiperrealista increíble.

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