La fotografía de estudio ha sido para mí todo un descubrimiento. Hoy, te enseño el resultado de una sesión de fotos con Antonio, un modelo de excepción.
13 de Mayo.- Como fotógrafo, tengo que reconocer que quizá he llegado más tarde a la fotografía de estudio de lo que hubiera debido.
Y es natural porque, hasta hace poco, mi actividad como retratista tenía sobre todo una finalidad utilitaria, la cual era principalmente la de hacer ilustraciones para este blog. Sin embargo, desde que afronté la inversión de comprarme el aparataje necesario y desde que retrato a gente de manera profesional, tengo que reconocer que el estudio me encanta. No solo porque me gusta mucho ver cómo los modelos se relajan y se van soltando delante de la cámara, eso que podríamos llamar el fluir del trabajo, sino porque luego, en la posproducción se pueden lograr cosas estupendas, muy frescas y sorprendentes. Lo que los aborígenes llaman el „aha effekt“.
Cuando se alcanza esa velocidad de crucero, ese momento en el que el modelo se relaja y se tranquiliza, se nota porque la conversación se vuelve bastante escasa (el fotógrafo da indicaciones „sube el brazo un poco más“, „mira hacia allí“) o bien porque el fotógrafo (en este caso yo) pregunta cosas de manera concisa, tratando de obtener del modelo una emoción determinada.
Personalmente, me gusta pensar que los fotógrafos somos como deberían ser los buenos peluqueros de caballeros. Como saben mis lectores a mí, hay dos sitios en donde no me gusta que me den conversación: uno es en los taxis, y el otro, cuando voy a cortarme el pelo. Cuando me voy a cortar el pelo, me gusta esa especie de intimidad laboral que se da entre el peluquero y el cliente, ese laconismo que no necesita más que de los pequeños toques que el fígaro te da con los dedos o con las anillas de las tijeras. El modelo debe ser él mismo y dejar hacer al profesional, y el profesional debe mirar al modelo de manera afectuosa, pero tratando de que todo sea natural y no pidiéndole al modelo cosas que el modelo no es. Es difícil de explicar, no sé.
Con Antonio, la verdad, no hubo ningún tipo de problema en ese aspecto. Todo se lo decía a la cámara con los ojos y era en el sensor en donde quedaba dicho todo lo que había que decir.
Como debe ser.
Las fotos que ilustran este post, a pesar de ser muy distintas, pertenecen a una sesión larga (casi dos horas,no suelen serlo tanto) que hice con Antonio en Febrero pasado, antes de irme a Perú.
He ido trabajándolas desde entonces y he intentado, al hacerlo, corresponder con el talante experimentador del modelo. Son muy distintos los looks de las fotos y creo que forman un abanico bastante amplio de lo que puede esperar cualquiera de mis clientes futuros a la hora de ponerse delante de mi cámara.
Me gusta pensar que Antonio, además, se lo pasó muy bien (yo trato de que siempre sea así). Yo soy consciente de que, cuando uno se mete en el estudio de un fotógrafo, con las luces, con el atrezzo y con toda la pesca, en un entorno que está lejos del que es el entorno diario de uno, es normal que el modelo esté inseguro.
Soy especialista, por cierto, en personas a las que no les gusta que les hagan fotos o que se ponen muy nerviosas cuando se las están haciendo porque piensan que no se van a gustar cuando vean el resultado. Ya he tenido varios casos y todos han quedado muy contentos.
En fin: si quieres tener fotos profesionales tuyas, de los tuyos o de cualquier evento que te apetezca recordar con cariño, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Hay muchas maneras. Puedes escribirme un correo al formulario de comunicación de este blog, puedes escribirme un correo a vienadirecto(arroba)gmail.com, o puedes escribirme un mensaje a mi página de Facebook (pinchando aquí). Por cierto, que también puedes darle al me gusta y te lo agradeceré eternamente.
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