En la explanada del templo

Templo¿Aunque el candidato pertenezca al lado oscuro de la fuerza, debe el periodista ponerle zancadillas aposta?

20 de Mayo.- El FPÖ y la ORF, una historia de (des)amor.

De la que ayer fue el último episodio. Que quedó en empate, en la opinión humilde de este articulista.

La cosa fue así: ayer fue la ORF „echó“ el último „duelo“ entre los dos candidatos.

Según los que lo vieron entero (yo tengo que reconocer que no lo hice aunque he picoteado trozos de quí y de allá, antes de escribir este artículo) se trató de la ocasión más estupefaciente que vió el siglo presente y esperan ver los venideros. Los dos candiatos se mostraron más bien contenidos aunque quedó demostrada la superioridad (por lo menos dialéctica, ya que no moral) de Darth Vader frente a un cansado Obi Wan Kenobi -a estas alturas del partido no hace falta que asigne los papeles, me parece-.

En fin: todo le iba bien al candidato tróspido, hasta que la presentadora, Ingrid Turnher, sacó a colación una histori(et)a que el que puede llegar a ser presidente de EPR gusta de repetir.

Érase una vez que estaba el candidato Hofer en Israel cuando, en la explanada del templo -lugar en que estuvo el de Salomón hasta que las tropas romanas lo destruyeron en el año 70 de la era común- presenció, horrorizado, un ataque terrorista. Una mujer, obviamente musulmana según el relato de Hofer, había intentado matar a quien se le pusiera por delante, lanzándoles granadas de mano y disparándoles al mismo tiempo con una ametralladora (sí: todo a la vez).

La presentadora pasa a vídeo y en esto que sale un policemán israelí que dice que, en el momento en el que Hofer dice que estaba en Israel, no hubo ningún ataque terrorista en la explanada del templo y que tampoco ninguna mujer fue muerta.

El realizador da de nuevo paso a la presentadora y la presentadora le pregunta a Hofer:

-La policía israelí dice esto y esto, señor Hofer ¿No estará usted un poco confundido?

Ahí, el candidato, como decían en el „pressing catch“, se duele, y se duele mucho. Y dice que él, durante esta campaña electoral, ha tenido que soportar de todo, insultos, descalificaciones, burlas sobre su minusvalía (el candidato cojea y la gente, mala como es, seguramente le ha comparado con Güevels) y jura y perjura que él vio lo que vio y que fue muy peligroso y que tiene testigos y, es más, tiene fotos (que no enseña a cámara) de cuando fue recibido en el parlamento israelí -el miércoles, durante una entrevista, Armin Wolf también se permitió, con evidencias en la mano, poner en duda esto– y que le parece una vergüenza que se le quiera dejar por mentiroso y que se le está acabando la paciencia y que está rodeado de incompetentes y estériles secretarias y que…y que…que como siga así, que va, se pone, y en un pispás invade Polonia. Por listos.

A esto que la presentadora, visiblemente incómoda, no sabe qué hacer.

Pues bien: pasa el tiempo y se descubre que tanto Ingrid Turnher como el candidato Hofer, tenían razón y que la verdad, esa cosa tan escurridiza, estaba en el punto medio. Resulta que, cuando Hofer estuvo visitando un lugar de Jerusalem que no era la explanada del templo, sí que pudo tener oportunidad de ver (desde lejos) un operativo policial contra una mujer que, efectivamente, pertenecía a una secta judía extrema (en una ciudad, en un país que ha sido, desde que el mundo es mundo, una especie de Disneylandia de las religiones más raras, incluida la que fundó el rabino israelí ejecutado por los romanos). La mujer no fue muerta por las fuerzas de seguridad israelíes, sino que solo fue herida leve y Hofer, por lo que parece, no estuvo en ningún momento en el peligro en que él está convencido (e insiste en ello) de que estuvo. O sea, que digamos que al candidato Hofer se le fue la mano con su propio heroismo y se le fue la mano con sus ganas de ilustrar con una historia vivida presuntamente en primera persona el peligro que representan los extremismos religiosos y, más concretamente, el que más le preocupa a sus tróspidos votantes: esto es, el peligro del extremismo musulmán.

La jugada está clara: obviamente, si el candidato dijera: „todos los mahometanos son malos y habría que enviarlos a algún sitio bien lejano en donde pagaran por su vocacional propensión a hacer el mal“, naturalmente habría votantes -los que saben leer y entienden lo que leen, dos cosas que no siempre van de la mano- que igual se le asustarían, porque podrían acordarse de personajes históricos de infausto -y temible- recuerdo. Sin embargo, diciendo: el terrorismo musulmoide es malo y yo lo digo con conocimiento de causa porque yo poco menos que he sobrevivido a un ataque terrorista, pues la cosa cambia. El mensaje es el mismo, pero incluso toma apariencia humana.

La duda es ¿Sabía Ingrid Turnher que lo que estaba diciendo era, utilizando la socorrida expresión de Belén Esteban, incierto?

Pues los partidarios del candidato tróspido piensan que sí, que todo se trataba de una aviesa maniobra de la ORF para desprestigiar a un hombre probo que, aparte de honradísimo a carta cabal, es cojito. Dicho esto, se han lanzado a la tarea de poner a Ingrid Turnher a caer de un semoviente.

Aunque, en mi opinión, quizá hubiera que formular la pregunta de otro modo. Si el que se hubiera inventado la historieta del ataque terrorista o hubiera asegurado haber salvado de morir ahogados a los ocupantes de un autobús escolar precipitado al Danubio hubiera sido Van der Bellen ¿Hubiera puesto Ingrid Turnher en duda la historia?

Pues yo, aunque no sea nada simpatizante de Hofer, dudo mucho que lo hubiera hecho. Y, personalmente, me parece bastante mal.

El partido al que pertenece el candidato del bastón se ha distanciado de los ataques de sus simpatizantes a la presentadora pero, naturalmente, ha dejado entrever que, quien con niños se acuesta, meado se levanta y que, si se mete con quien no tiene que meterse, es obvio que „el pueblo“ indignado, reaccione de esta forma.

Armin Wolf, ha querido aclarar en su Facebook que el autor de la investigación sobre las aventis de Hofer en Israel fue él y que sólo a él deben achacarse las inexactitudes del relato de Turnher.

Ya era tarde, por cierto.


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