Ayer, poco antes de la media noche, al objeto de asegurar una difusión mínima, una formación política vienesa emitió un curioso comunicado de prensa.
13 de Diciembre.- George Orwell fue, probablemente, un genio de las parábolas, lo mismo que, antes que él, Jonathan Swift (resulta curioso cómo el mundo se defendió de la gran carga satírica de Los Viajes de Gulliver convirtiéndolo en un improbable libro para niños).
Durante su achacosa y torturada vida la cual, además, terminó pronto (a los cuarenta y siete) los libros de Orwell fueron la alegría del conservadurismo mundial, porque les parecía (y era cierto) que eran críticas al cruel totalitarismo soviético.
Vistas hoy, sin embargo, Rebelión en la Granja o la muchísimo más amarga (si cabe) 1984, se rebelan como críticas demoledoras de cualquier cosa que aniquile el sentido crítico de la persona y son los bastiones, de los pocos que van quedando, contra el avance de una peligrosa e idiotizante dictadura que es independiente del signo del totalitarismo de que se trate: la del lenguaje.
Quizá el instrumento más eficaz que los malos tienen para su avance, es la palabra. Y no es extraño que sea así: el lenguaje es el instrumento de creación de realidad más eficaz con el que cuenta la especie humana (Lo que se dice, lo que se escribe, queda ¿Qué otra cosa es la realidad de internet sino enormes constelaciones de palabras, colmenas de letras que zumban?).
Hay un momento de 1984 en el que uno de los personajes (un instrumento idiota al servicio del mal, tan tremendamente bobo y pagado de sí mismo como suelen ser la mayoría de los instrumentos del mal) se alegra de que se haya avanzado mucho en la tarea de reducir el número de palabras del diccionario, principalmente mediante el uso de prefijos y sufijos ¿Para qué, dice él, necesitamos “mal” si tenemos la palabra “no-bien”, que quiere decir lo mismo y es un antónimo mucho más exacto de bien? No-bien, además, tiene una ventaja añadida, y es que se queda despojada del matiz negativo de “mal”.
Hoy, leyendo las noticias, me he dado cuenta de hasta qué punto 1984 es un libro profético, también en este punto.
Hace unos meses, el grupo ultraderechista en el ayuntamiento vienés difundió la mentira de que Sonja Wehsely, miembro del consitorio vienés (SPÖ) había ordenado a los funcionarios del Magistrat 40 (MA 40, el que se encarga de los extranjeros) que valorase positivamene todas demandas de Mindestsicherung (la renta social mínima que perciben quienes no tienen ingresos o no alcanzan un nivel de renta) y que no hiciesen preguntas.
Al ser esto totalmente falso, la afectada interpuso una querella contra el FPÖ por injurias y a principios de noviembre el tribunal competente le dio la razón.
No es la primera, ni será desgraciadamente la última. La máquina propagandística del FPÖ, desde los albañales anónimos de Facebook o desde webs a su servicio, difunde con regularidad estos bulos que alimentan, a su vez, “la conversación” de los medios, de manera que incluso los que están (estamos) en contra del FPÖ y todo lo que representa, al intentar rebatirlos y formando parte de un mecanismo diabólico, les servimos de altavoces, como el pájaro no tiene más remedio que terminar bañado en petróleo cuando intenta pescar a través de la marea negra.
Obligado por la justicia a emitir un comunicado “oficial” (el cual, como pasa siempre, tendrá mucha menos difusión que la calumnia) el FPÖ ha concluido que sus injuriosas aseveraciones eran “unwahr” (o sea, no-ciertas, al neolingüístico modo). En las lenguas de raíz sajona, como el alemán, es mucho más fácil formar palabras de este modo. Así una Kraut, es una hierba aromática (una hierba útil con un uso) en tanto que una Unkraut es una mala hierba. Wetter a secas, es el tiempo meteorológico, pero si hay un Unwetter, es que las fuerzas de la naturaleza están desatadas. Unschön (no-bonito) es feo y Unsympatisch (no-simpático) es que es un cardo borriquero. Orwell estaría feliz.
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