Hoy Viena Directo ha ido a un evento de importancia mundial que se ha celebrado en Austria. Garra, glamour, saber estar y, sobre todo, deporte.
1 de Mayo.- Cuando un marinero quiere ir a la playa, normalmente, se monta en su coche y, carretera de Valencia adelante, llega a las costas de Levante o del Sur, en donde puede calmar su sed de agua salada (bueno, los ingleses calman además su sed de una sangría generalmente infame, aunque para lo que ellos la quieren, les vale perfectamente).
Cuando los vieneses quieren mojarse el trastévere, la solución más sencilla, aparte del Danubio, es el lago Neusiedl, el cual está a escasos sesenta kilómetros de la capital de la República. El Neusiedl, quitando el tema de los mosquitos en verano, que son la tortura de los que tenemos la sangre dulce, ofrece unas cuantas ventajas en relación con el mar que, según los romanos, partía en dos el mundo conocido (de ahí el nombre medi-terráneo, o sea, en mitad de la tierra). No solo ofrece en verano la posibilidad de nadar en él y, quien tenga un barquito, puede además navegar tan ricamente, sino que, en invierno suele congelarse, de manera que, como saben mis lectores, también se puede patinar en él (quien quiera correr el peligro, claro: yo, como soy un recio castellano y por lo tanto el agua me da desconfianza, independientemente de su estado sólido o líquido, suelo ser de los que miran cómo los otros se deslizan grácilmente sobre la superficie helada). Además, su situación privilegiada en una llanura prácticamente libre de accidentes geográficos dignos de mención (las montañas de Burgenland le dan risa a los Alpes) hacen que corran todos los vientos, cosa muy importante para lo que hoy comentaremos.
Hace exactamente cinco meses, el lago Neusiedl estaba congeladísimo (ya lo conté yo en un post que me quedó muy rebonito, modestia aparte), pero hoy, merced a la subida de las temperaturas lógica en esta época del año, la masa de agua del lago estepario más grande de Europa estaba en un movido estado líquido. Lo han aprovechado los competidores de la copa del mundo de Windsurf, que se celebra desde hace un par de años en la bonita localidad de Neusiedl am See, lugar en donde yo paso muchos fines de semana y que me sirve para aliviarme del estrés de la vida diaria.
Dada la cercanía a mi domicilio de fin de semana del lugar en donde se celebran las competiciones, me he cogido la bicicleta o velocípedo (conduciendo yo, muy velocípedo no es, la verdad, es más bien lentípedo, pero bueno) y, armado con mi inseparable Nikon, me he ido a ver lo que se cocía.
Y lo que se cocía, ya lo pueden ver mis lectores. Los austriacos, cuando se ponen a montar ferias, son lo más. Diversiones para toda la familia, competiciones deportivas en el proceloso (aunque poco profundo lago), norias, hamburguesas (todo con mucho sabor americano), helados deliciosos, ropa para windsurfistas (esa gente que, con perdón, le da a uno la sensación de que van por la vida siempre como si se acabaran de levantar de haberse bebido la noche anterior tres litros de vodka a palo seco) y muchos idomas variados, porque para eso era la copa del mundo.
Me perdonarán mis lectores que no les cuente más del Windsurf, deporte del que lo ignoro todo, pero de todas maneras, si alguno quiere informarse, podrá hacerlo el próximo fin de semana, porque este puente se acaba, pero la copa del mundo sigue.
Por cierto: el concursete de ayer, ya tiene ganador. He puesto en el suelo de mi vivienda unos papelitos con los nombres de los lectores que han tenido la bondad de escribirme, y la inocente nariz de Mathilde, mi gata, ha elegido. La ganadora ha sido la señora Stella Ruiz, que me ha escrito un correo breve, pero sustancioso. Mañana me pondré en contacto con ella para mandarle las entradas. Disfrutará mucho de Burundanga, por los Soles del Sur.
A los demás participantes, muchísimas gracias por escribir. También les escribiré personalmente.
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