Hall en Tirol (Austria)

Tirol ha hablado (y hemos oido su voz por la tele)

Hall en Tirol (Austria)Tirol ha hablado (bien oiréis lo que ha dicho). La noche electoral regional motiva sabrosas e importantes reflexiones sobre temas ajenos a la política.

25 de febrero.- Cuando yo trabajaba en la tele, había un hombre muy inteligente, y un poco socarrón que se llamaba Condorcet. Un día le escuché enunciar una realidad que, desde entonces, he visto confirmada por la experiencia. Escuchemos la voz de Condorcet:

-Cualquier español piensa que podría hacer mejor que nadie tres trabajos: uno, presidente del Gobierno; dos, seleccionador nacional de fútbol y tres, director de Televisión Española.

En estos días, me acuerdo muchas veces de aquello que, siendo un chaval, le escuché decir a Condorcet.

Hoy, han sido las elecciones en Tirol. No ha habido grandes cambios con respecto de la constelación de partidos anterior (Tirol, un land algo excéntrico con respecto a los centros de toma de decisiones austriaco, era gobernado hasta ahora por una coalición entre el partido cortico y los pobres verdes -lo sé: desde el punto de vista español, una coalición inconcebible, pero así es Austria-). El partido cortico ha jugado la baza de estar en el Gobierno y ha mejorado su resultado anterior (un 44% de los sufragios). A mucha distancia, en segundo lugar, la candidata socialista (17%), el partido derécher, a poquito más de un punto de distancia (quince y pico por ciento), los pobres verdes diez y pico, los neos entran en el órgano de gestión de Tirol con un cinco y pico y el resto se lo han repartido agrupaciones locales que no han conseguido un porcentaje de votos suficiente como para entrar en el parlamento regional.

Se desprende de estos resultados que es muy probable que, o bien se reedite la coalición actual o bien el partido cortico utilice para gobernar a un socio más cómodo y, sobre todo, más afín. Por ejemplo, naturalmente, el partido derécher (eso si no estalla ningún otro escándalo en Tirol relacionado con alguna „oveja negra“ nazi, de esas que parecen menudear más de la cuenta en el partido ultraderechista).

¿Y por qué me acordaba yo del inteligent señor Condorcet? En estos días, gracias, por cierto, al populismo del partido derécher, se ha hablado muchísimo de la cadena pública austriaca.

Un poco por venganza por agravios pasados y un poco por el ADN neoliberal de la coalición actual en el Gobierno, el partido derécher parece haberse marcado como objetivo, si no el desmontaje de la cadena pública de televisión, sí el convertirla en un jugador muchísimo más dócil de lo que es actualmente. A estos efectos, el partido derécher ha acudido a la conocida obra „Manual del Perfecto Neoliberal“ y, las personas pertinentes, tras realizar ese gesto tan poco higiénico que es el chuparse el dedo corazón para poder pasar las páginas con más rapidez, han acudido al capítulo „desmontaje de los servicios públicos“.

En este libro, que en España (desgraciadamente) conocemos tan bien, está escrito que, todo aquel Gobierno que se proponga descogorciar un servicio público lo primero que tiene que hacer es desprestigiarlo utilizando todos los medios a su alcance. Por ejemplo: si usted quiere cepillarse la enseñanza pública, dirá que los maestros ganan un montón para lo poco que trabajan, lo cual supone un agravio comparativo para las personas que trabajan en la enseñanza privada las cuales, como es sabido, hacen muchísimo más trabajo, de mucha más calidad (en las Universidades Privadas, a Sor María le aprueban los alumnos muchísimo más, de lo que se deduce claramente que la calidad de la enseñanza debe de ser mucho mejor) y tienen menos vacaciones.

Si se trata de la sanidad pública, dirá lo mismo (mutatis mutandis) con los maestros. Y en el capítulo televisión pública, exactamente igual. Lo único que hay que decir es que la televisión pública es cara, parcial e ineficiente. Diga que la calidad de la programación es mala y ponga como ejemplo a las televisiones privadas, las cuales, todo el mundo lo sabe, tienen una programación que se adapta muchísimo mejor a las demandas del público en general y que además es gratis (o eso se cree la mayoría de la gente).

Hoy, sin embargo, bastaba ver la cobertura de las elecciones en Tirol para darse cuenta de por qué hace falta una cadena pública (entre otras cosas). Yo he comparado entre la ORF y ATV y PULS-4. A pesar de los pesares, no había color. La tele pública además realiza funciones que ninguna televisión privada querría ni podría afrontar. Ninguna televisión privada (y menos dirigida a un mercado comparativamente tan pequeño como es el mercado austriaco) podría permitirse tener corresponsales en todo el mundo, por ejemplo, o tener una radio que pusiera música que, de otra manera, no tendría ninguna salida comercial.

Cuando uno, como le pasa a los austriacos, no ha conocido otra cosa -esto es, una tele pública que, con sus deficiencias, ofrece una calidad más que aceptable- es difícil imaginarse que la situación podría ser de otra manera. Sin embargo, lujos como la ORF son frágiles. Lo dicho: los españoles sabemos de lo que hablamos.


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