Llámalo X, llámalo energía

Al leer la noticia de hoy mis lectores podrán elegir entre el cachondeo y la indignación. Y no les cobraré nada. Gratis total.

15 de Marzo.- Por más años que uno viva en esta pequeña (pero, de nuevo lo repito, confortabilísima) república, uno no deja de sorprenderse de algunas cosas. Por ejemplo: en un país como este, que se encuentra entre aquellos en los que aún merece la pena vivir, en un país que ha sido la cuna (y la cama, y la tumba) de muchos filósofos importantes, cuya capital tiene un callejero lleno de hombres y mujeres célebres por haber puesto su poderío neuronal al servicio del bien común, en un país en donde el sistema educativo es uno de los más avanzados del planeta (a pesar de los esfuerzos del Gobierno por querer cargárselo o porque solo los ricos puedan utilizarlo), en resumen: en un país como este que en el aspecto intelectual es la repanocha en verso, uno se topa con cierta frecuencia con unos ejemplos de credulidad que le hacen preguntarse si cortarse las venas o dejárselas largas.

Personas hechas y derechas, con el vello correspondiente en sus genitales (se afeiten dicho vello o no) que han pasado por el sistema educativo y han obtenido sendos títulos -algunos, incluso, de alta gama, como son los doctorados- empiezan a sostener delante de uno simples y llanas idioteces acientíficas o paracientíficas o pseudocientíficas.

Ningún sitio en este país para encontrar „enteraos“ y „enterás“ que sostienen ante quien quiera escucharles que ellos no van a vacunar jamás a sus niños, porque han leido en el Muy Interesante (o revista parecida) que las vacunas no solo son malísimas, sino que además la CIA aprovecha para inocular con la inyección uns microchips que permiten investigar las cuentas bancarias de los padres de los infantes vacunados.

Gentes podrá escuchar usted en este país (ahora empieza la época, con la antigua cuaresma) que se entregan sin tasa ni freno a supuestas dietas desintoxicantes, compuestas por polvos (con perdón) y batidos que no son más que inofensivos preparados de verduras desecadas. Alma de cántaro (por no decir, pánfilo/a) todos nos desintoxicamos todos los días divinamente. Y gratis. Sin hacer rico a nadie.

En el momento en el que tu cuerpo no puede desintoxicarse y la máquina de la dexintoxicación (o sea, los riñones, el hígado) se escachifolla, pues te mueres y ya ¿Que quieres comer sano? Ole tus webs ¿Que quieres hacer más deporte? Como dijo mi abuela una vez, qué alegría pa tu conejo ¿Que te quieres calmar la mala conciencia por haberte puesto en invierno como un ñu de la sabana? Pues nada. Pero di la verdad, no te pongas esotérica.

En esta línea, una noticia que ha saltado hoy a los periódicos (más concretamente al Kronen Zeitung, que es el que se suele ocupar de estas cosas).

En la ciudad de Viena, al norte, se está construyendo un nuevo y „moelno“ centro hospitalario en donde, si Dios quiere y se acaba algún día, nos podrán arreglar aquellas cosas que se nos rompan (entre ellas, las máquinas de desintoxicar).

La construcción del centro hospitalario está siendo la pesadilla del contribuyente (sobre todo si el contribuyente se lee los informes y se entera de los enormes sobrecostes de la obra). El futuro hospital del norte, como antes el AKH, está siendo un agujero sin fondo o un horno crematorio para billetes de quini.

Hasta hoy la obra la dirigía una señora la cual es probable que, en su tarjeta de visita, tenga algún título rimbombante ( o dos, porque aquí, como hay que poner los titulos, puede haber doctores dobles, o profesores doctores, etc). Es presumible esto porque en Austria sin un título universitario no vas a ninguna parte.

Parece ser que „la endivídua“ decidió que los problemas que arrastra la obra se debían a algún mal de ojo o quién sabe si a algún gafe extrasensorial ¿Cómo llegó a esta idea? Sería curioso averiguarlo.

El caso es que, ya fuera por iniciativa propia (!Cuánto daño hace Google todos los días sin saberlo!) o bien por alguna recomendación, contactó con un „canalizador de energías“. El tipo es un antiguo vendedor de coches que, como muchos de los de su oficio, dejó de hablar de las juntas de la trócola y se hizo un cursillo (aquí hay cursillos de esto, que dan derecho al uso del título correspondiente) para canalizar „energías“. O sea, para convertir las „malas energías“ en „buenas energías“ y así conseguir que el Hospital del Norte, „desintoxicado“, fuera de los gafes, avance y se termine en tiempo y forma.

Entiendo que mis lectores estén ahora mismo dudando entre el cabreo y la coña (sobre todo los que vivan en Austria y financien con su parné el hospital del norte), pero van a desear que les mate un camión cuando sepan que, según parece, la señora le entregó al canalizador de energías 95000 Euros (verité de la verité) para que esto. Y que el Estado austriaco, el mismo Estado que tiene como obligación perseguir „la fraude“ (y que la persigue, claro está, pero solo en pobres desgraciados como los refugiados) no va a pedirle al ex vendedor de coches que devuelva el dinero que le ha estafado al contribuyente.

Con casi cienmil eurazos en el bolsillo el exvendedor de coches tendrá las energías bailándole la macarena. No es para menos.


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Comentarios

2 respuestas a «Llámalo X, llámalo energía»

  1. Avatar de Elede
    Elede

    Mátame camión.

  2. Avatar de Luis
    Luis

    ¡Agárrate a la goma de las bragas! Menos mal que Herr Catalizador de Energías no llegó a la conclusión de que el Hospital estaba asentado sobre un vórtice de Malrrollo tipo Poltergeist y que mejor empezaban de nuevas a construirlo en otra parte.
    Me quedo de plástico

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