Todo por un sueño

En las películas de Disney te dicen que hay que perseguir tus sueños. Claro, que no es tan fácil porque los sueños salen a veces por un pico

28 de Octubre.- En el centro de Viena, los representantes de los partidos que consiguieron representación parlamentaria en las últimas elecciones están probando a ponerse de acuerdo. Las negociaciones, como suele suceder en EPR se están llevando con mucha discreción, y solo la representante de los Neos, que parece que es una mujer de armas tomar, da cuenta, aunque sea poco, de cómo van las cosas. De momento se trata, según sus protagonistas, de « sondeos », o sea, de empezar a poner las cartas de esta partida de póker sobre la mesa.

Desde fuera, principalmente, la gente hace cábalas sobre hasta qué punto estarían dispuestos a ceder los principales contendientes. Lo cual, en este caso, viene a ser hasta qué punto los verdes se van a colorear de turquesa (o sea, hasta qué punto los verdes, que representan a una determinada izquierda, van a renunciar a sus ideales para derechizarse) y « a la viceversa ».

A Sebastian Kurz, seamos francos, no le ha tocado una pareja de baile con la que se sienta cómodo. Naturalmente, si todos los cartuchos le fallan, le quedaría la posibilidad de pedirle a la ultraderecha que arrimase el hombro, cosa que tampoco le saldría gratis : le obligaría a vender no solo ante sus bases sino ante el resto del país y del mundo una decisión a priori bastante arriesgada, porque el FPÖ, en estos momentos, es la casa de tócame Roque (mama Roque me toca, me toca cada vez más) y nadie sabe en qué va a parar la guerra de los Rose que hay entre el matrimonio Strache y su ex partido, ni si terminarán, como una pareja que yo conocí, matándose por una botella de Bailey´s empezada.

De momento, hoy se ha publicado una encuesta que probablemente ha resultado bastante esperanzadora para Strache y una fuente (una más) de dolores de cabeza para sus antiguos colegas de partido. Un tercio ( !Un tercio, señora !) de los votantes del FPÖ quisieran que Strache volviera a donde solía. Si Strache fuera cantante, esto podría traducirse como que los fans de su grupo quisieran que iniciara una carrera en solitario. Strache, mesiánico, ya lo prometió por su cuenta de Facebook. Dijo, « volveré y no será solo por Facebook ».

A ver : siendo serios todos, pero todos todos, sabemos que Strache volverá. Aunque solo sea porque politiquear es lo único que sabe hacer en esta vida. Probablemente, se dará todas las excusas del mundo para justificar su decisión y cuando haya un mínimo resquicio, un clavo ardiendo al que agarrarse, volverá como las folklóricas que a los ochenta, sin poder con la bata de cola, pintadas como puertas, se ponen delante del público a cantar en Playback porque, como a Norma Desmond, su público las echa de menos.

Al FPÖ le queda, sin embargo, una esperanza. Como mis lectores quizá sepan y si no yo se lo cuento, montar un partido político cuesta, aparte de abrirse a codazos un espacio en el corazón de los lectores, mucho dinero. Mucho. Una pasta gansa.

Para que nos hagamos una idea : según algunas fuentes autorizadas, el propio FPÖ ha invertido anualmente varios cientos de miles de euros en potenciar la cuenta de Facebook de Strache (esa que ahora tiene paralizada porque al enemigo ni guáter).

O sea, que con menos de un millón de euros, no se le ocurra usted apuntarse a lo de las elecciones porque le hacen una pedorreta, incluso si, como se plantea Strache, la campaña le sale Low Cost (de ahí tanta insistencia en recuperar su página de Féisbul). Hasta hace muy poco, los partidos se financiaban, aparte de por subvenciones, por los donativos que les daban rumbosos mecenas (algunos de una rumbosidad difícil de justificar, por cierto). Sin embargo, el propio FPÖ y el Partido Socialista se aliaron este verano para promulgar una ley que limita en la práctica a 7.500 Euros lo máximo que el mismo donante puede aportar al partido de sus amores anualmente. O sea, nada (ya lo sé, si no es nada, que me lo den a mí, pero bueno).

Naturalmente, habría otras vías para rodear este obstáculo que no es nada menor. Por ejemplo : se sospecha que Strache tendría apalabrada ya con un industrial su participación en un partido que, es obvio, está ya pergeñando. Dicho ricachón no podría ir directamente a Strache como el tío Gilito y entregarle una bolsa llena de monedas de oro, porque eso sería, según la nueva ley, cosa de los apandadores. Sin embargo, podría decirle :

-Si me pintas un dos un seis y un cuatro, o sea, la cara de mi retrato, te doy doscientosmil euros, porque yo valoro mucho los garabatos autógrafos, sobre todo si son tuyos.

De ahí que Strache se haya hecho esta semana pasada con un permiso para ser « asesor de empresas » y poder aceptar trabajos, como por ejemplo comprobar si en los paquetes de quinientos folios hay efectivamente quinienos o, como se rumorea, nos la están pegando.

Strache también podría hacer como los directores de cine americanos y, en nombre de su sueño, pedir un crédito (o varios) pero naturalmente aquí interviene un elemento de riesgo que a los políticos no suele gustarse nunca.

Querer es poder, de todas formas. Y está claro que Strache quiere, quiere mucho.


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