El cable

Uno sale de casa pensando que lo tiene todo bajo control pero resulta que, de pronto, la vida tiene otros planes para él.

16 de Diciembre.- Los vieneses estamos muy mal acostumbrados. O sea, para nosotros es natural que del grifo salga un líquido cristalino que en otras partes se llama agua mineral, pero que nosotros llamamos, simplemente, agua del grifo. También estamos acostumbrados a que los transportes públicos, nuestras queridas Wiener Linien, funcionen de manera inmaculada, como si fueran un espectáculo natural que se renueva día a día con facilidad, sin esfuerzo. Pero no.

Resulta que esta noche pasada, debido a un accidente sucedido durante las labores de mantenimiento de un túnel cerca de la estación de Karlsplatz (la estación, por cierto, con más escaleras de toda la red, lo cual da idea de su importancia) se ha producido un pequeño incendio que ha chamuscado un cable sin el que, al parecer, no pueden andar los convoyes, de modo que los vieneses nos hemos tenido que fastidiar y hemos tenido que utilizar otras combinaciones (que sí que han funcionado a la perfección, naturalmente) para suplir el trayecto averiado.

Y es lo que pasa: que a veces sales de tu casa pensando que vas a llegar, pongamos, a Taubstummengasse (o sea, la calle de los sordomudos) y que vas a coger tu línea 1 tan rícamente, y de pronto, por la falta de un ingrediente fundamental, o sea, un cable de apariencia aparentemente insignificante, pues el tren se escachifolla y no anda y tú tienes que andar dándole vueltas a otras combinaciones para llegar al mismo sitio.

Quizá han pensado hoy lo mismo los fundadores de la famosa DAÖ de la que hablábamos el otro día, al contemplar cómo la mala suerte se ha aliado para que una cosa que damos tan por supuesta como es el buen funcionamiento del metro, haya quedado arruinada por un detalle en apariencia nimio.

Ellos, probablemente, también se habían hecho la misma idea que lograron que también nos hiciéramos nosotros. Esto es: que Strache, cuyas relaciones con el FPÖ eran ya tensas, sería expulsado del partido (expulsión que, aceptémoslo, Strache no hacía más que provocar con su comportamiento más bien errático, una cosa entre inconsciente, infantil y macarra). Ellos estaban muy seguros de que, una vez que Strache tuviera la tarjeta roja de la que había sido su casa, perdería el moneymaker por integrarse en esta nueva formación que sus tres amigos más fieles habían creado para que él pudiera presentarse a las próximas elecciones a la alcaldía vienesa. Vamos, ellos estaban muy seguros y estábamos seguros todos los demás, que habíamos visto en esta nueva formación incluso la creación de un grupo que el propio Strache quizá había teledirigido al objeto de montar sobre él un movimiento que le garantizase un regreso triunfal a la vida política.

Durante estos días, la almendra central de Viena ha sido un hervidero de rumores en este sentido, incluso, apoyándose en una foto que Strache publicó hace unas semanas, se decía que iba a ser el propio Stronach (qué momentos tan buenos le ha dado Stronach a la historia del surrealismo mundial, por cierto) eso, que iba a ser el propio Stronach el que pusiera el dinero para que Strache pudiera volver a hacer lo que más le gusta.

Sin embargo, como con el cable del metro de Viena, algo ha salido mal. Este fin de semana, en un evento navideño a beneficio de una protectora de animales que organizaba „la señá Felipa“ o sea, la mujer de Strache, los reporteros desplazados a tan transcendental acto, se atrevieron a preguntarle a Strache por la fecha en que iba a asumir la dirección de la Daö. Su sopresa fue mayúscula cuando Strache le dio un sorbito a su vino caliente y dijo que no se veía asumiendo la dirección de ese partido y que esperaría a tener un proyecto político „más sostenible“ y que mientras tanto, pues que se lo estaba pensando.

Al escuchar esto, muchos de los periodistas tuvieron que recoger del suelo el maxilar inferior, que se les había desprendido.

Para intentar reponerse y entender algo le preguntaron a la ufana „señá Felipa“ también presente en la improvisada rueda de prensa, pensando que quizá si el marido no se integraba, se integraría la mujer. Pero ella, dio un golpe de melena, sonrió, con esa sonrisa que aprendió a automatizar en sus tiempos de mocatriz (Modelo Cantante Actriz) y dijo que a ella, como „diputada salvaje“ le iba divinamente, y que (textual) disfrutaba mucho con su situación. Un poco como a las famosas descasadas que les preguntan si tienen ya otro novio y ellas dicen que soltera se está divinamente.

No habían salido los periodistas de su sorpresa cuando, a las pocas horas, el abogado de Stronach (uno sospecha que Stronach no está para estos trotes) anunció comunicado mediante que el dinero de su cliente no serviría para financiar la llamada Alianza por Austria.

Nadie entiende nada y todo son preguntas ¿Qué oculta Strache? ¿Cuál es la carta que tiene en la manga? ¿Está su vida paralizada como la línea uno de metro o ya ha encontrado el cable de repuesto que le mantenga en marcha? No se sabe.


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