Hacer amigos

Uno no acaba de encontrar su camino, el otro está convencido de que el mundo le necesita. Los dos necesitan amigos.

13 de Enero.- Recordarán mis lectores que hace un par de días hablábamos de los nombres que habían sido más frecuentes en 2019 para neonatos. Llamaba la atención la aparición en la lista del nombre de Muhammad (o Mohammed o Mohammad, que de todas maneras se escribe) tan popular entre los practicantes de la religión islámica como pueda serlo Jesús entre los católicos –otro día hablaremos de la sorpresa que les provoca a los austriacos este nombre nuestro y otros parecidos, como Ángel- ; el asunto, que no pasa de la anécdota, no gustó a todo el mundo. El vicealcalde de Viena y cabeza de la ultraderecha en esta bonita ciudad que el Danubio riega con sus cascabeleras linfas, Sr. Nepp, se dolió vía Twitter de lo que él considera que es una catástrofe. Vino a escribir (cito de memoria) que nadie necesita una ciudad de Muhammads y de islamistas en el corazón de Europa, dando a entender que todos los padres que bautizan a sus criaturas como Mohammed tienen en el armario preparado un chaleco con cartuchos de dinamita (no lo quieran ni Yaveh, ni Alá ni Elohim).

Naturalmente, a nadie se le escapa que esto era una salida de pata de banco dirigida a sus fieles (por desgracia, aunque no muchos, le quedan unos cuantos) pero es lógico que hubiera una buena cantidad de Mohammeds (Muhammads, etc) a los que, lógicamente, no les vino bien que Dominik Nepp les llamara lo que les llamó. De hecho, un caballero que lleva el nombre del profeta y que para nada tiene aspecto de andar aplicando la sharia por ninguna parte se acercó pimpam pimpam a la comisaría más cercana a su domicilio y le puso a Dominik Nepp una demanda por un delito de incitación al odio (« Mohammedfobia », lo podríamos llamar).

Lo que viene siendo hacer amigos.

Al margen de sus ideas políticas, es verdad que Dominik Nepp, el pobre, no cae simpático. No es ya que no sea una figura conocida (sospecho que esta cosa de los Mohammeds fue un poco un intento de decir « mirarme, que aquí estoy ») es que el que cuando la gente le conoce y le oye hablar es incapaz de conectar con él. Nepp, me da la sensación, está hecho de la misma pasta que su jefe, Kickl. Probablemente sea un estratega de primer orden y un tipo muy inteligente, pero los políticos que ganan elecciones tienen que demostrar también que tienen sentimientos (aunque sean de mentirijillas).

Todo esto viene porque Strache, después de haber estado un tiempo calladito (quizá su santa, la Felipa, le ató los pulgares a la espalda para que no pudiera ni « Feisbukear » ni « tuitear ») ha anunciado que va a regresar a la arena política y « es concrento » que se va a presentar a las elecciones de Viena, a celebrarse próximamente. El argumento que ha empleado para justificar su vuelta (pfffffffff) es muy de folklórica y muy de Strache. Ha venido a decir que « su público le echa de menos » y que « Viena necesita una lista Strache ». No vamos a comentar, por no hacer sangre, lo de un caballero que habla de sí mismo en tercera persona. Dejo a mis lectores diez segundos para que lo valoren.

Hale, venga, ya.

Según Strache el electorado ultraderechista vienés anda desde que él se fue cual Bos Primigenius Taurus (o sea, vaca) sin cencerro. Para demostrarlo ha publicado en sus redes sociales una mierdiencuestilla del Österreich en la que se preguntaba al gentío que, si se pudiera elegir directamente al alcalde de Viena, que a quién elegiría. Solo un ocho por ciento del gentío ha dicho que elegiría Dominik Nepp (se sospecha que su mamá, Frau Nepp, hizo click muchas veces desde distintos ordenadores).

Lo divertido es que Strache solo ha publicado una parte de la mierdiencuesta y es que, si los medios le dan a Nepp un ocho por ciento de simpatías a él le dan un seis. Y a algunos, todavía, les parece mucho.


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