Y en esto llegó Ómicron

La aparición de ómicron ha supuesto un nuevo factor en la lucha contra la pandemia y puede llevar a cambiar los planes del Gobierno austriaco. Este es el estado de la cuestión.

5 de Enero.- Una de las pocas cosas buenas que ha tenido la pandemia de coronavirus es que la ciencia ha cobrado mucho peso en la información. Sería genial si, cuando se terminase todo esto, siguiera siendo así, y hubiera en los telediarios una sección fija de ciencia y se sustituyeran los programas de famosos haraganes por otros en los que gente que de verdad hace cosas por la Humanidad contase de sus esfuerzos.

Mientras esto llega (el fin de la pandemia y los programas de ciencia en la tele), observamos cómo la toma de decisiones a propósito de la pandemia y las formas de atajarla se encuetra en carrera sin aliento contra los acontecimientos.

EL GOBIERNO AUSTRIACO CORRE DETRÁS DE LOS ACONTECIMIENTOS

Como saben los lectores de Viena Directo, está previsto (de momento) que la vacunación obligatoria (tres dosis) contra el coronavirus, entre en vigor en Austria el próximo primero de febrero.

Esta decisión fue el resultado de un complejo (y nada agradable, por intenso) periodo de consultas, en el que estuvieron implicados amplios sectores de la sociedad austriaca.

En el momento (últimos de noviembre, primeros de diciembre) en el que estas conversaciones se llevaron a cabo, la opinión de los científicos era casi unánime: la única manera de mantener la pandemia bajo control y evitar la sobrecarga del sistema sanitario, era que un alto porcentaje de la población se vacunase. Siguiendo ese dictamen, se empezó la evaluación jurídica del proyecto de ley (los únicos que no aceptaron la cuestión fueron los de la extrema derecha) y se fijó una fecha para la entrada en vigor de la ley.

Y EN ESTO LLEGÓ ÓMICRON

Entre tanto, han pasado cosas. Bueno, ha pasado LA cosa. O sea, la aparición de la variante ómicron del coronavirus. Una variante infecciosa de verdad. Los expertos calculan que de aquí a quince días podría estar infectado un veinte por ciento de la población austriaca.

Esto ha llevado a algunos científicos a hacerse preguntas (porque la ciencia es, básicamente, hacerse preguntas y tratar de encontrarles una respuesta lógica). Por hacer el cuento corto: si mucha gente se infecta, también puede ser que mucha gente que ahora no lo es, se inmunice contra el coronavirus. O sea, que a lo mejor, lo de la vacuna obligatoria nos lo tendríamos que pensar.

Todo el párrafo anterior, naturalmente, debe ser entendido en modo condicional porque a día de hoy los científicos no saben dos cosas que son cruciales para decidir: en primer lugar, si la inmunidad producida por la infección con ómicron es duradera y en segundo lugar si la inmunidad así obtenida resistiría a eventuales futuras mutaciones.

A estas dos preguntas, yo voy a adjuntar una tercera que me parece muy importante y de la que yo creo que se habla menos de lo que sería necesario. Una de las cosas para las cuales las vacunas parecen funcionar muy bien es para protéger a los inmunizados de la CoVid persistente. Un síndrome del que se sabe todavía poco pero que incluye secuelas duraderas de una infección. Los no vacunados tienen, según parece, muchas más probabilidades de padecer la CoVid persistente que los vacunados. Y estas secuelas, en algunos casos, son mucho más serias y gravosas para el sistema sanitario que la enfermedad en sí.

VACUNA SUCIA O VACUNA LIMPIA

Visto así, como ha dicho alguien, la alternativa se cifra en “vacuna sucia” (o sea, dejemos que se infecte todo el mundo y que pase lo que Dios quiera después) o “vacuna limpia” (o sea, vacunemos a todo el mundo que sea posible en la confianza de protegerles de infecciones graves y de secuelas posteriores).

Existe otro riesgo, además, y es el de pensar que la variante ómicron es inofensiva y no : la gente también se muere. Especialmente, los no vacunados. Hoy, por ejemplo, se ha sabido de la muerte de dos miembros del personal de cuidados de una residencia de Burgenland. Naturalmente, las dos personas estaban sin vacunar.

Algunas voces, desde el ámbito jurídico, apuestan por una solución de compromiso. Esto es: paremos la vacuna obligatoria hasta que la ciencia nos dé más información y, más tarde, ya si eso, la instauramos.

Lo cierto y verdad sigue siendo lo siguiente: sabemos que las vacunas son seguras, que protegen y funcionan, no solo contra los cursos severos de la enfermedad, sino también contra las secuelas de la CoVid persistente. Sabemos que reducen la transmisión de forma considerable y sabemos que « entrenan » al sistema inmunitario de forma bastante aceptable.

De la infección « sucia » o sea, a palo seco y sin vacunas, sabemos muchísimas cosas pero hay muchísimas inquietantes incógnitas (como por ejemplo, la CoVid persistente).

En mi opinión, y hasta que no haya evidencia en contrario, la respuesta está clara.

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