Umbraliana
Cuando eso suceda, el Umbral persona habrá desaparecido hace mucho tiempo de las mentes de los viandantes. Será, si acaso, ese señor maleducado y gritón que fue al plató de Mercedes Milá para hablar de su libro, y la gente (ironía salvaje de la vida) le recordará por eso. Igual que a Fernán-Gómez, otro anciano de próstata salvaje, se le recordará en su fallecimiento por haber mandado a la mierda a un periodista que le estaba tocando las gónadas. Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto.
Cuando yo era chico, Umbral fue a darnos una conferencia al instituto. Ignoro lo que le costó al director aquella pluma en su gorro (da igual, pagaba el erario público). Las niñas del centro, adolescentes por las que Umbral decía sentir una oscura atracción, decidieron boicotear el acto so pretexto de que Umbral era un machista (lo era, aunque también un poco por pose). Yo asistí a aquello. Umbral leyó su papel –la conferencia que daba siempre, supongo- y luego, aguantó impertérrito las preguntas idiotas de aquel grupo de adolescentes que no sabíamos de la misa la media. Adolescentes destinados por entorno y por contexto vital a oficios menestrales, al abandono temprano de las tranquilizadoras vías del sistema educativo. Umbral cobró sus lechugas, y se fue. Yo no pregunté nada, pero le observé desde lejos y me pareció un hombre solo y triste, ya entonces muy gastado. Nada impresionante. No recuerdo si lo que dijo fue demasiado inteligente. Era, simplemente, Umbral. Y así, este hombre, al que nada de lo humano le fue ajeno (fue pelota, arribista, mala persona, trepador, y un largo etcétera de pecados capitales) pasó a la pequeña historia de mi vida como un trozo de madera medio podrida que flota hoy en el río de mis recuerdos.
A mí me gustaba leerle las columnas, aún sabiendome el truco: eran toboganes de palabras, siempre diferentes y siempre iguales, como los de mi infancia. Champán literario que se te subía a la cabeza un momento y luego se iba en el torrente de la orina, sin dejarte nada en el cuerpo, sin enriquecerte.Mero artificio. Pero bendito artificio.
Umbral se ha ido y hoy, quedan menos razones (aún) para leer los periódicos.
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