Foto: Javier Campano, EL MUNDO

Umbraliana

28 de Agosto.- Esta noche pasada se ha muerto Francisco Umbral del que todo ha sido ya dicho, pero que era, en mi opinión, el prototipo de escritor contrario a Borges. De hecho, Borges y él formaban una especie de Jano de dos caras, porque Borges es el escritor sin biografía, o, mejor dicho, cuya única biografía son una serie de textos ensartados en una línea de tiempo como las cuentas de cristal en un collar. Borges era un hombre que no tuvo vida más allá de su escritorio. Umbral, sin encambio, como dijo el castizo, era el escritor personaje, que intentaba compensar la falta de amor que sin duda padeció en su vida personal, inventando cada día al monstruo Umbral. Un monstruo que rugía como ese vecino amargao que sale en mocasines y chandal a comprar el periódico los domingos, con una gotilla de pis en el pantalón. Una parte de la producción literaria (ingente) de Umbral pasará, seguramente, a la historia de la literatura española; otra gran parte (sus novelas, que no hay un Dios que las lea) se pudrirá lentamente en los sótanos de los almacenes y en las librerías de viejo. La putrefacción dorada del ácido que va devorando poco a poco el papel, hasta convertir los libros en países de letras que se resquebrajan al menor soplo de tiempo.
Cuando eso suceda, el Umbral persona habrá desaparecido hace mucho tiempo de las mentes de los viandantes. Será, si acaso, ese señor maleducado y gritón que fue al plató de Mercedes Milá para hablar de su libro, y la gente (ironía salvaje de la vida) le recordará por eso. Igual que a Fernán-Gómez, otro anciano de próstata salvaje, se le recordará en su fallecimiento por haber mandado a la mierda a un periodista que le estaba tocando las gónadas. Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto.
Cuando yo era chico, Umbral fue a darnos una conferencia al instituto. Ignoro lo que le costó al director aquella pluma en su gorro (da igual, pagaba el erario público). Las niñas del centro, adolescentes por las que Umbral decía sentir una oscura atracción, decidieron boicotear el acto so pretexto de que Umbral era un machista (lo era, aunque también un poco por pose). Yo asistí a aquello. Umbral leyó su papel –la conferencia que daba siempre, supongo- y luego, aguantó impertérrito las preguntas idiotas de aquel grupo de adolescentes que no sabíamos de la misa la media. Adolescentes destinados por entorno y por contexto vital a oficios menestrales, al abandono temprano de las tranquilizadoras vías del sistema educativo. Umbral cobró sus lechugas, y se fue. Yo no pregunté nada, pero le observé desde lejos y me pareció un hombre solo y triste, ya entonces muy gastado. Nada impresionante. No recuerdo si lo que dijo fue demasiado inteligente. Era, simplemente, Umbral. Y así, este hombre, al que nada de lo humano le fue ajeno (fue pelota, arribista, mala persona, trepador, y un largo etcétera de pecados capitales) pasó a la pequeña historia de mi vida como un trozo de madera medio podrida que flota hoy en el río de mis recuerdos.
A mí me gustaba leerle las columnas, aún sabiendome el truco: eran toboganes de palabras, siempre diferentes y siempre iguales, como los de mi infancia. Champán literario que se te subía a la cabeza un momento y luego se iba en el torrente de la orina, sin dejarte nada en el cuerpo, sin enriquecerte.Mero artificio. Pero bendito artificio.
Umbral se ha ido y hoy, quedan menos razones (aún) para leer los periódicos.

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Comentarios

2 respuestas a «»

  1. Avatar de m.
    m.

    Admito que yo soy una de las que lo recordará por el famoso “he venido a hablar de mi libro” y por sus shows televisivos. Aunque aficionada a la lectura, lo mío son cosas más simplonas. Reconozco que soy una ignorante en ese sentido: leo a autores anglosajones con historias de féminas en apuros y situaciones cómicas, historias de mujeres detectives del siglo XXI. Vamos: que por los clásicos nunca me ha dado. Por cierto: lo del “a la mierda” creo que no fue a un periodista. Fue a un hombre que le pidió que le firmara un libro y el pollo se enfadó, pues resulta que odia firmar autógrafos. 🙂

  2. Avatar de CAS
    CAS

    Desde que escuché esta mañana la noticia en la radio, esperaba tu comentario. Y a fe que lo leido podría figurar hoy en la columna de la última página, en el lugar de la de Umbral, en El Mundo. Mucho mas humana y menos artificiosa. Certera. Aunque dentro de Obituarios, esta es una de esas entradas que no me extrañaría leer en Qué me gusta. A Umbral lo he visto siempre un poco forzado en su papel, a sabiendas de lo necesario que era interpretar pero un poco cansado de hacerlo.

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