Reportaje de la ORF que cuenta la manifestación convocada para protestar por la política de asilo del gobierno austríaco
Y Arigona es su nombre
Pero los días son una red de triviales miserias,/ ¿y habrá suerte mejor que ser la ceniza,/ de que está hecho el olvido?
11 de Octubre.- el llamado deutsche raum –o sea, el ámbito de habla alemana- es el inventor y exportador de una mitología infantil, difundida en el siglo XIX, llena de princesas perseguidas por malvados cazadores que quieren arrancarles el corazón para comérselo encebollado, niños abandonados por sus padres en las cercanías de las viviendas de pérfidas viejas, madrastras malvadas con la compasión de piedra, y toda una serier de sadismos que pasan inadvertidos durante el quebradizo sueño de la infancia.
Sin embargo, todas estas historias, que las abuelas siguen contándoles a los niños, crean una manera de pensar, lo que podríamos llamar una mitología doméstica. Lo pensaba hoy mientras leía un Österreich que alguien había dejado abandonado en el metro.
No se distingue este periódico, lo he dicho ya, por su imparcialidad. Pero sí que permite ver los caminos más trillados por los que discurre el pensamiento indígena.
Hoy dedicaban tres páginas a la niña Arigona, esta chica de la que hablaba yo hace días. Para recapitular: había amenazado con suicidiarse si su familia se veía obligada a salir de Austria en cumplimiento de la ley de asilo.
El caso de Arigona ha levantado un acalorado debate en Austria.
Influenciado quizá por el sentimentalismo baratísimo con el que se ha llevado el tema en los medios de comunicación, yo me veo cada vez más inclinado a valorar también la postura más impopular que podría ser más o menos esta.
Pensemos lo siguiente:
Imaginemos un trabajador al que le hacen un contrato de tres meses en una empresa fantástica, con un sueldo fenomenal y los mejores compañeros que pueda desear. Naturalmente, esta persona se integra en la estructura de la empresa y en el entramado social y profesional que forman sus compañeros. Aparte de porque es un placer, por supuesto, también porque es su obligación. Llegados los tres meses el contrato se acaba. Imaginemos que ese trabajador desaparece y amenaza con suicidarse en el caso de que el jefe no le vuelva a contratar, aduciendo que está integradísimo y que se lleva genial con sus compañeros.
Su familia, por supuesto, podría hacer una acampada como la de los trabajadores de SINTEL, y sus amigos manifestarse y alegar que el trabajador era un tío fantástico con el que daba gusto currar porque estaba todo el día de coña. Sus compañeros, con los que se ha ido de copas después del trabajo, le ofrecerían suntuosos regalos de despedida. Podría salir incluso en “Gente viva, gente muerta” pidiendo una revisión de su situación. Pero el resto de la gente pensaría que la peña se ha vuelto majara.
Este caso es un poco igual, en mi opinión. A estas personas, a esta familia, se les concedió el asilo porque en su país las circunstancias así lo justificaban (eso es el asilo, refugio contra una persecución o similar). Y estas personas aterrizaron en un lugar que les acogió temporalmente y en el que ellos se integraron. Pero es que su obligación era integrarse, no lo olvidemos. Por otra parte, el asilo se concede por tiempo limitado. Es una circunstancia transitoria. Y las dos partes (estado acogedor y acogido) lo saben perfectamente. El asilado no es una persona a la que se le dice: hala, majete, quédate. No. Es una persona cuya estancia en un territorio está subordinada a la existencia de unas circunstancias. Una vez esas circunstancias cesan, el asilo se acaba. Para que otras personas puedan aprovechar el mismo derecho, entre otras cosas.
Ahora bien, en situaciones en las que el asilo es extremadamente largo (este caso) es cierto que resulta una injusticia que esas personas no tengan ahora derecho a quedarse en el país que les ha acogido. Con lo cual, la ley está mal hecha. Habrá que cambiarla.
Por otra parte, los periódicos, las teles, las radios, están planteando la situación como si a esta familia se la echase a un lugar inhóspito. Arrancados de una situación fantástica, al desierto. A picar piedra o a unas minas de sal. Lo cual tampoco es cierto.
El propio tratamiento de la ORF, por ejemplo. Reportero en plano general con patio trasero de una casa destartalada como fondo, que le pregunta al hijo de la familia:
-¿Dónde están vuestros sueños? –los aborígenes pueden llegar a ser muy cursis en un determinado momento.
Naturalmente, ¿Qué va a decir el chaval? La verdad: en Austria, porque es el único sitio que ha conocido.
Lo dicho: si la ley está mal hecha, habrá que cambiarla.
Mi postura es: que Arigona y su familia se queden en Austria implicaría que muchas otras personas en su misma situación (o más desesperada) que no hayan organizado este revuelo mediático, serán puestas de patitas en la frontera sin que se convoquen manifestaciones para ayudarlas. Por no hablar de que los políticos se esforzarán para que nada así pueda volver a ponerles la cara colorada, endureciendo las condiciones del asilo (y si no, al tiempo). Con lo cual se daría la situación de que, para ayudar a cuatro, estaríamos fastidiando a cuatrocientos. Porque, a veces, las buenas intenciones tienen estos espantosos daños colaterales.
Las leyes, además, están para que las personas seamos tratadas con toda la igualdad posible Ahora bien, y lo repito: si una ley está mal hecha (y esta es la demostración palpable), a cambiarla. En el caso que nos ocupa habría muchas posibilidades. Por ejemplo, instaurar la figura de un tribunal, parecido al que regula las adopciones, en el que se evaluase el grado de integración de la familia, la presencia de menores afectados, el tiempo que ha durado el asilo…Todo, menos montar pollos apelando al cuento de la princesa perseguida.
Deja una respuesta