Placeres invernales

Hay demasiado frío/esta tarde en el mundo./Pero abro la puerta a mi perro/y con él entra en casa calor,/entra la humanidad.

26 de Octubre.- Feliz día de la Austrianidad. Hoy, sí, queridos amigos, me encuentro en mi domicilio porque es el día de la Fiesta Nacional, también conocido en lengua vernácula como National Feiertag. Aprovechando que hoy no tenía que ir a currar, ayer por la tarde me fui al cine a ver Lissi und der wilde Kaiser, que es una peli de risa parte de cuyo making of encabeza este post. La peli, bien. Lustig y eso. Graciosilla. Pero a mí me parece que el tema estaba desaprovechado. Porque los Heimatfilme dan para mucho más que para una copia de Schreck, que al fin y al cabo es a lo que se reduce este flín.

Los ideólogos de este flin son los creadores de (atención) la película más taquillera de la cinematografía europea: “Der Schuh des Manitus” (O sea, El zapato de Manitu). Parodia de los libros del famosísimo -en el ámbito de lengua alemana- Karl May. Un señor del siglo XIX que escribió cienes y cienes de novelas del Oeste para deleite de los niños autóctonos, sin haber pisado jamás la soleada California. Los libros de esta especie de precursor de Joaquín Estefanía (¿Alguien sabe aún quién es Estefanía?) formaron (y forman) parte del imaginario colectivo de los aborígenes. Y daban para mucha parodia. Yo, como nunca he leido un libro de Karl May (entre otras cosas porque las novelas del oeste me producen urticaria) pues vi la película a propósito del zapato de Manitú con una expresión petrificada. Pero bueno.

Hoy he hecho una pequeña excursión a un lugar del que hablaré con motivo del día de los difuntos. Se trata del Namenlossen Friedhoff. Cementerio cerrado en 1935, en el que reposan todos los cadáveres que el Danubio arrastraba (hasta casi quinientos) y que se quedaban sin identificar. Un lugar extraño, a la vez romántico y recoleto, junto los silos del Donau-Oder Kanal, que los nazis construyeron in illo tempore.

He podido disfrutar de una sopita caliente que nos ha compensado un tanto del frío invernal y me he dado cuenta de lo mucho que echaba de menos el frío, el otoño, la llovizna. Un invierno (o un otoño) como Dios manda.

Qué alegría, por favor.


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