Gaël García Bernal canta “Kung fu Dancing” para la banda sonora de “Sin Noticias de Dios”

Restos del naufragio dispersos por la playa

Todo mi corazón, ascua de hombre,/ inútil sin Tu amor, sin Ti vacío,/ en la noche Te busca

30 de octubre.- Uno de los efectos más curiosos de estar apartado del país en donde uno ha nacido es que, gracias a la distancia, la producción cinematográfica y literaria te llega a salto de mata y, a veces, por los conductos más imprevistos. Se borran las engañosas fronteras que impone el contexto y uno puede apreciar, si se lo propone, las cosas con más pureza de intenciones.
Por ejemplo, antes de que “El abrecartas” de Vicente Molina-Foix ganase el Premio Nacional de Narrativa, yo lo había disfrutado porque mi amigo A. me lo había regalado siguiendo la mejor corazonada: el libro le había encantado. Así, yo lo leí sin ninguna información previa y me encontré con una novela imponente, de las que hacen reir y llorar, cuya peripecia se sigue con interés. Me convertí, por así decirlo, en el agradecido lector que, sin esperar nada, lo recibe todo.
Estando en París compré varias películas en una tiendecilla del Quartier Latin.
Entre otras, “Tesis” de Alejandro Amenábar (que aquí sólo se puede conseguir doblada al alemán) y “Sin noticias de Dios”, de Agustín Díaz Yanes. Una película que, en su momento, pasó sin pena ni gloria (como todas las películas españolas) pero que mereció (como muchas películas españolas) una suerte muchísimo mejor de la que tuvo.
Ayer, la estuve viendo por segunda vez y me llamaron la atención algunas cosas que se me escaparon en un primer visionado. Por ejemplo, que Penélope Cruz es una actriz muy competente cuya imagen profesional sufre el mismo problema que la de Boris Izaguirre como escritor: ambos viven bajo el peso de esa fama en calderilla que da la tele.
(Sí: Boris Izaguirre es un señor inteligentísimo cuya pluma –explotada por él como medio de vida- es la peor enemiga de su reputación como escritor; otro día hablaré de él).
En la Penélope Cruz de “Sin noticias…” estaba ya, para quien quisiera verla, la Raimunda de “Volver” con su estremecedora humanidad.
“Sin noticias de Dios” es, no sólo una película muy entretenida, sino, además, sumamente divertida en muchos momentos. Por no hablar de que hay una tensión entre Penélope Cruz y Victoria Abril (sorprendentemente eficaz en un papel que le va bastante a contrapelo) que hace que termines de ver la película de bastante buen humor.
Mi amigo L., austríaco, que, como es lógico, no conocía este flín, se lo pasó bomba (a pesar de que, al principio, tuvo algún que otro problemilla para seguir la trama).

También volví a ver “Tesis” el domingo por la tarde; y descubrí que, aparte de ser un ejercicio de estilo más que notable, ha envejecido bastante bien. Y me sorprendí al darme cuenta de que es del año 1995 (¡).
Incluso ahora, mirando hacia atrás sin ira, se ven con cariño los fallos más evidentes de la peli, tan bien camuflados (por suerte o por pericia) que no se notan cuando uno ve “Tesis” por primera vez. Por ejemplo, la improbable edad de Ana Torrent para ser una estudiante de imagen convincente; o la absoluta incapacidad de Fele Martínez para decir sus diálogos con una cadencia realista cosa que, después de todo, hace que su papel sea más creible. Por no hablar de la falta de tridimensionalidad del malo, Eduardo Noriega que es, sin duda, el hallazgo más completo de la película.
(El momento en que le pregunta a Ana Torrent de qué color son sus ojos es una de esas secuencias que merece pasar a la historia del cine).
O, también, el modo en que los personajes se enteran de cosas importantes para que la acción avance (hay algunos momentos MUY inverosímiles).
Y, a pesar de eso, me gustó mucho “Tesis” (me volvió a gustar) porque vi en ella las sanas influencias de la inteligencia, el aliento incansable de Hitchcock, la sabrosa textura de un trabajo que, a pesar de los años, sigue divirtiendo.


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