(*) Gracias, N. por haberme hablado de este tutubo; es de esas cosas que, si uno no las ve, no las cree.

Residuos Tóxicos

Éste es nuestro mensaje,/ Los resplandores de la poesía /Deben llegar a todos por igual/ La poesía alcanza para todos.

11 de Diciembre.- Ayer me pasé toda la tarde haciendo galletas, que es un pasatiempo la mar de austríaco. Vivo en el país de las maravillas para un goloso.
Las de ayer eran Anisblätchen, o sea, hojitas de anís. Y consisten en una masa que, una vez se mete en el horno, se vuelve porosa y delicada como un suspiro. Hay que tener mucho cuidado al arrancarlas de la bandeja, porque es fácil cargárselas. Lamentablemente, no puedo dar la receta, porque yo no era el capitán de esa guerra, pero puedo asegurar que las galletas estaban riquísimas.
Con respecto a un comentario de mi querida amiga m. a propósito de la telebasura, debo hacer una aclaración: Natascha no va a presentar un programa en la ORF, sino que ha firmado para hacer una serie de doce entrevistas de 20 minutos en una cadena, con base en Viena (que, por cierto, yo no veo y nadie que yo conozca ve) que se llama Puls 4. Tampoco creo yo que, de cualquier manera, el programa de Fraulein K, reviente los audienciómetros. Lo que sí que es cierto es que NK va a tener que enfrentarse a un ancho y macizo muro de escepticismo por parte de su público potencial. Porque una cosa es hacer de niña perseguida por el ogro Prokopil y la otra es salir por la tele vestida de corto toreando según qué toros. No deja de ser, de cara a la gestión de la propia imágen, un paso arriesgado.
En cuanto a la telebasura: no seamos ingenuos: es una industria. Lo que en principio era una parte marginal del negocio de la comunicación, hoy en día mueve MUCHÍSIMOS millones. Y además, prácticamente en la impunidad. Hemos llegado a un Far West en el que se puede decir casi todo de casi todo el mundo, sin que exista ningún temor a las consecuencias legales. Se puede mentir a propósito de una persona, o llegar a destruirla físicamente (caso Carmina Ordóñez, caso Pantoja en donde se ha hecho mucha sangre gratuita, caso la obscenidad con que se trató la enfermedad de Rocío Jurado en los medios de comunicación). Se puede hacer, digo, sin ningún tipo de problema porque las indemnizaciones, que se consiguen tras un tortuoso proceso legal, son ridículas.
Y todos somos cómplices de ese estado de cosas. Porque ya, desgraciadamente, no le repugna a nadie.
La única manera de que esto se calmara sería que, en el caso de que un medio fuera pillado en una falta, se le obligara a devolver toda la pasta conseguida en publicidad diciendo según qué cosas. Y ahí sería cuando Troya ardería y los medios se acogerían a la libertad de expresión, traducida como la libertad para expeler detritus.
La telebasura juega con la ventaja de que a todos nos parece inócua. Pero no lo es. Es radiación informativa. Porque difunde una concepción de los seres humanos, de su intimidad, de lo que es respetable y lo que no. Hace volar en pedazos todas las barreras. Destruye cualquier tipo de humanidad y nos convierte a todos en objeto de comercio. La telebasura es dañina porque hoy son los famosillos de tres al cuarto, pero mañana cualquiera puede ser la víctima porque su círculo cercano decida hacer tómbola con él y convertirle en carne picada.
Quiero terminar con un ejemplo de cómo la mierda se extiende como una mancha de petróleo al asalto de una costa: cuando Tómbola apareció, su modelo de tertulianos gritones y analfabetos nos pareció el colmo de la chabacanería.
Pero, ¿En qué se diferencia hoy de todos los programas de debate político que hay en las televisiones? ¿No se han convertido los opinadores en guardianes de las indefendibles trincheras de nuestros políticos?
¿En qué son diferentes los cruces de declaraciones de Zaplana y José Blanco en los telediarios de los de Sonia Monroy o Paco Porras?
Y aún más: ¿Qué hacen los poderes públicos, que pagamos todos para que velen por nuestros intereses, para evitarlo? ¿Qué hacemos nosotros para exigir que haya un poco más de nivel?
La respuesta es desoladora: nada.


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Comentarios

2 respuestas a «»

  1. Avatar de m.
    m.

    Debí expresarme mal. Ya sé que no es en la ORF sino en un canal privado austríaco. Sea como sea, me parece obsceno. Pero bueno: ella fue lista y se ofreció para ello (no es que la llamaran, es que se personó en los estudios para decir “Dame argún pograma, payo”) y los directivos supongo que habrán visto money contante y sonante y habrán dicho: “¿Por qué no?”. Es que si lo presentara en la ORF ya sería de traca. El contribuyente tendría derecho a cabrearse. Ahora me viene a la cabeza la frase de tu nachbar diciendo que Nataschita no es Paris Hilton. Yo diría: todavía no. La cotilla que hay en mí decidió visitar la página web de la rising star y … bueno: posa como una modeli, tiene su sección de recortes de prensa, etc. Vamos: toda un star. [ Luego sigo ]

  2. Avatar de m.
    m.

    [ Ahora sigo ] Pues sí, Paco. Tienes razón. A mí me molesta mucho que se grite en un programa de TV. Pero ya no que se grite por motivos de enfrentamiento de opiniones: me molesta el griterío en general aunque sea para decir cosas de buen rollo. Que se pisen unos a otros, que tengas que estar con el mando en la mano para modular los decibelios porque hay momentos que te dejan sordo, etc. El caso que tuvimos en España en “Patri’s diary” levantó mucha polvareda, como ya sabrás. Lo curioso de la telebasura es que casi todo el mundo niega verla y reniega de ella, pero después barre en audiencias. El eterno debate: “¿Vemos lo que nos echan, o echan lo que QUEREMOS ver?”. Un beso.

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