Algún día, portada (foto: Roca Editorial)
Una novela cojonuda (y me quedo corto)
Tú sabes. No perdonas. Estás ardiendo vivo. /La llama que nos duele quería ser un ala. /Tú sabes y tu verso pone el grito en el cielo.

14 de Diciembre.- Escribir este post me llena de alegría por dos cosas: primera porque siempre es un placer recomendar un buen libro, y segunda, porque el placer aumenta cuando se recomienda el libro de un amigo.
Estoy no ya leyendo, sino bebiéndome, el último libro de Teo García, que se llama “Algún día”. Tengo que confesar (y espero que Teo no se enfade) que lo empecé con cierta prevención. Porque si hay dos cosas que me producen reparos son las películas del oeste y los libros que transcurren, en todo o en parte, durante una guerra. Sin embargo, a medida que avanzo (y ya llevo casi 300 páginas), he recuperado ese placer sólido y vivificante que me ha dado mis mejores horas como lector. He ido saltando todas las barreras, y me he tragado con el mayor de los gustos todos los anzuelos que Teo ha dispuesto habilmente por la trama. Tanto es así que hoy, en el metro, mientras devoraba las pocas páginas que me permite un trayecto tan corto, me he sorprendido con los ojos empañados. Porque “Algún día”, señoras y señores, es la obra de un escritor con toda la barba. La fuerza de los personajes, el interés de sus peripecias, la frescura de unas circunstancias históricas contadas con un realismo a veces brutal, pero siempre humanísimo. Unos personajes que son buenos sin ser tontos, unos malos sabrosos y elegantes. Figurones históricos, como el general Primo de Rivera, que saltan de las fotos amarillas para cobrar vida. Unos seres humanos, en suma, atrapados por un destino cruel y a veces paradójico. Mentiras deliciosas y complejas.
Hacía mucho, pero mucho tiempo, que un libro de ficción no me sugería tanto. Mucho tiempo que no recobraba esa diversión sanísima de las películas de Indiana Jones.
“Algún día” es una novela histórica, pero también es un equilibradísimo cuento de aventuras con el que uno ha vuelto a la primera inocencia del lector virgen, a ese milagro del escritor que saca en cada página un conejo diferente de la chistera ante un público que disfruta con los ojos brillantes de entusiasmo.
Siento decir que el libro , sin embargo, tiene un defecto: que como siga así se me va a acabar esta noche.

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