A lo largo de la historia, todas las culturas se han preocupado de los sueños. Hay pocas actividades que el hombre realice diariamente que nos sean tan desconocidas. Hasta el siglo XIX, momento en que tuvimos los primeros atisbos de su vinculación a la vigilia, los sueños y su significado fueron motivo de todo tipo de conjeturas. En general, la gente los miraba con recelo, considerándolos mensajeros del siempre temible futuro. En la cultura española, tan reacia a admitir que las cosas pasen porque sí, los sueños más frecuentes tienen significados codificados relacionados con los aconteceres de la vida futura.
Tú juegas con ventaja: cuando leas esto, podrás interpretar el sueño que tuve el otro día. Si es un mensaje, es probable que, en el lejano futuro, el presagio ya se haya realizado. Si no, te reirás de las supersticiones del anciano siglo XX.
La otra noche soné que estábamos todos en una terraza junto al mar (con todos quiero decir tus padres y los míos).Un lugar blanco y semicircular, rodeado por una balaustrada. Hacía un tiempo muy agradable. Sol y una ligera brisa.
A pesar de estar acompañado, yo empecé el sueño solo, con una gran sensación de paz. Al poco rato, según recuerdo, se acercó a mí una niña pequeña muy guapa y algo reservada, vestida con un abrigo burdeos y con el pelo largo y castaño. La niña y yo nos pusimos a charlar de menudencias. Al poco, se acercó tu padre, sonriente, que me preguntó:
-¿La conoces? Es tu sobrina.
Esta revelación no me causó una gran inquietud, sólo una tranquila perplejidad.
-No puede ser, si la última vez que la vi tu mujer la llevaba en brazos.
Tu padre, sonriente, me contestó:
-Es que has estado dormido tanto tiempo…
-Pero S., no puedo haber estado dormido…¿Cinco años?
Y ahí me desperté.En tu mano está interpretar, a la luz de lo que pase en los próximos años, el mensaje de este sueño que me llevó al futuro.
A menudo, sueño con mi familia. Supongo que es inevitable cuando uno está fuera de los que quiere. Recuerdo que tu bisabuela, de la que te hablaba en la carta anterior, también soñaba mucho. A veces, a mí me parecía sorprendente que soñase tanto, dado lo poco que dormía. Pero siempre se levantaba contando alguna historia de alguien que, muerto años atrás, la había visitado en sueños. Su madre, su padre, sus hermanos a los que hacía años que no había visto, parientes, amigos…Una legión.
Una de las personas con las que yo sueño más es con tu padre. Supongo que porque, debido a sus circunstancias laborales y a nuestra lejanía geográfica, le veo bastante poco. No te engaño si te digo que tu padre, mi hermano, es una de las personas que más me faltan en Viena. Desde que tengo memoria nos hemos entendido muy bien. Compartimos una complicidad basada sobre todo, creo yo, en el sentido del humor. Un sentido del humor que, como ya habrás descubierto, es el espinazo de nuestra familia: somos capaces de reirnos de todo y en casi cualquier situación.
Tu padre es una persona que está continuamente alerta para encontrar el lado ridículo de la vida y se las arregla para hacerlo sin una gota de sarcasmo. Si a eso le añades que es un infatigable conversador, versado en muchas materias (algunas, ignotas para mí, como el fútbol) y que es capaz de ser divertido en varios idiomas, tendrás a un compañero de viaje perfecto.
Yo he tenido la suerte de tener un hermano así, claro. Antes, pensaba que era normal. Ahora me doy cuenta de que es una lotería más de las muchas que me han tocado en esta vida. Cuando tu hermano y yo éramos pequeños, eran minoría los niños que no tenían hermanos. Los hijos únicos. De niño yo siempre los vi como a gente con un punto de tristeza. Gente a las que les faltaba algo.
Ahora, las tornas han cambiado y hay muchas menos familias que tengan más de un hijo. Esto ha hecho que haya cambiado mucho el papel de los niños en las familias y en las casas. Es muy difícil negarle algo a un hijo único. Porque, al fin y al cabo, para uno que tenemos…
De hecho, la razón por la que muchas parejas se inclinan por la opción de tener sólo un hijo es “para poder darle de todo”. Aunque no esté muy claro qué significa ese “de todo”.
No me entiendas mal: no estoy a favor de que la gente se cargue de hijos sólo por el hecho de tenerlos, pero tengo que confesarte que me da pena que, en nombre de ese impreciso bienestar material, los niños de ahora se pierdan la oportunidad de vivir una experiencia como la que yo he compartido con tu padre. Desde las clases de inglés en las que me rodaban lagrimones de risa por la cara, hasta nuestras borracheras adultas (alguna ha habido antológica).
Por no hablar de lo que una estructura de “Sagrada Familia” (Mamá, Papá y el niño o la niña) significa para el conjunto de la sociedad.
Que no se enfaden los hijos únicos que me lean pero: ¿Cómo explicarle lo que es la generosidad a quien nunca se ha visto obligado a compartir nada? ¿Cómo enseñarle la conciencia de grupo a alguien que, en el seno de su familia, es como el okapi, una criatura única que es tratada siempre como si estuviera en peligro de extinción? ¿Con quién puede un hijo único hablar de sus cosas, gastar bromas al margen de los padres, descojonarse de risa con solo una mirada?
Por supuesto habrá amiguitos y amiguitas, pero vendrán en un tiempo en que la complicidad primera, la que los polluelos comparten por haber pedido comida desde el mismo nido, habrá pasado. Será inevitable que se hayan convertido, de alguna manera, en niños-burbuja.
Espero que, si continúas siendo la reina de la casa, tus padres consigan suplir, de alguna manera, la falta de un hermano o de una hermana con la que puedas tirarte de los pelos, o soñar, si es que alguna vez la vida te lleva fuera de los que más quieres.
Cuidate mucho y hasta la semana que viene, sobrina.
Besos desde Viena.
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