La obra ha sido producida con capital público por la municipalidad de Viena a través de un organismo antidiscriminación y pretende, según la concejala competente, enseñar a los chiquillos que lo de discriminar a las personas por su orientación sexual está feo.
Hasta ahí fenomenal.
Sin embargo, en estas cosas no siempre llueve a gusto de todos, claro. Y como siempre, desde el lado más salvaje de la política austriaca se han oido las voces que claman al cielo. El señor Eduard Schok, delegado del ultraconservador FPÖ (el partido de nuestro entretenidísimo Heinz Christian Strache) ha dicho que el estreno de la obra, con capital público, supone (y cito de El País) “entrar por la puerta trasera para hacer apetecible la homosexualidad”(!) . Y, sudoroso, aún ha dicho más:
Así pues, ¿Cual es la postura de los austriacos con respecto a la homosexualidad?
Como la cosa va de cuentos, también contaremos nosotros uno.
Llegó el día de la votación, y todos los gays de Austria acudieron con sus parejas a votar (algunos, también con sus niños, que habían adoptado en secreto o tenido de sus relaciones heterosexuales). Y (casi) todos votaron a los chicos de la socialdemocracia (o sea, a los defensores de la igualación de derechos).
Pero hete aquí que, al salir los resultados de las elecciones, se publicó que había sucedido un hecho lamentable: a pesar de todos los esfuerzos de los chicos de la izquierda, a pesar de las esperanzas y de los cruces de dedos de todos los gays de Austria, se había producido un empate técnico. El país debería ser gobernado por una gran coalición. El señor soso y pálido del principio ya no gobernaba, pero casi daba igual: todas las medidas que la socialdemocracia quisiera tomar, tendrían que pasar por el cuello de botella de los conservadores. Que ya se sabe lo apegados que estaban a las frutas y las verduras. A pesar de lo cual, los gays no perdieron las esperanzas. Durante los primeros tiempos de la gran coalición, los socialdemócratas intentaron cumplir su promesa, es verdad. Incluso, empezaron a aparecer, tímidamente, programas en la televisión en los que salían parejas homosexuales con niños. Unas parejas de chicos majísimos y de chicas majísimas a los que sus vecinos idolatraban. Incluso señoras mayores que decían a cámara:
(Tranquilos que ella los tiró a la basura, porque nunca se sabe lo que hay dentro de los bombones si no los compras tú mismo).
Pero claro, si los señores del FPÖ tienen razón, quién sabe. A lo mejor, después del estreno de esta obra para niños, el cuento va y cambia.
Cosas más raras se han visto.
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