Pfingsten
12 de Mayo.- Una de las cosas buenas que tiene vivir en un país extranjero, es que tienes fiestas diferentes de las españolas. Porque si bien este madrileño, por razón de su exilio (voluntario) ha renunciado a ese 2 de Mayo –día de la Comunidad- que viene tan bien para componerse un puente guapete a primeros de mes, como trabajador austriaco me he encontrado con este Pentecostés, o Pfingsten, auf deutsch, que oye, te alegra el cuerpecillo, las cosas como son.
Hoy, en Alemania, Suiza, Francia y Austria –por of course– se ha conmemorado ese momento de la Biblia en que el espíritu santo descendió sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego (en el cuadro de El Greco que refleja este momento, los doce parecen una tarta de cumpleaños un tanto extraña).
Aquí en Viena, aprovechando la bonanza de las temperaturas, la gente ha tomado los parques, los jardines, los senderos escondidos entre la maleza, los bancos públicos, las playas artificiales, en fin, cualquier superficie disponible para hacer la fotosíntesis. Yo mismo, he recorrido el Lobau a buen paso durante dos horas, haciendo fotos y disfrutando de la luz del astro rey.
Por ejemplo, la foto que encabeza estas líneas es la de la
flor del membrillo. Está hecha en el museo del
Lobau, que es un lugar de ese espacio verde dedicado a que los ciudadanos de Viena puedan aprender más cosas de la naturaleza. En otoño, los membrillos, amarillos y dulces, cuelgan de su árbol, a poca distancia de la reserva de los castores (cuyos movimientos espían los críos con curiosidad) y de los asustadizos cervatillos.
Cuando los pétalos de la flor se caen y su aparato reproductor ha sido fertilizado por obra y gracia de las diligentes abejitas, empieza el proceso de creación del membrillo. Más o menos en el estadio que encabeza estas líneas.
Estos son los cervatillos de los que hablaba más arriba.
Esta flor blanca es la flor de la
Hollunder o saúco. Esta flor es muy apreciada por los aborígentes debido a sus múltiples aplicaciones. Aromáticas plantaciones de saúcos suministran la material prima para el
Almdudler (una especie de coca-cola austriaca), o para hacer un sirope que es mi preferido (ya lo he dicho muchas veces); pero es que hoy me he enterado de que la flor se puede freir y hacer postres –freir una flor:
die spinnen diese osterreichern 😉-.
Tras la excursión por el
Lobau, nos hemos acercado al parque
Augarten, para reponer fuerzas, en un restaurante al pie del bunker que está en la fotografía. Uno de los bunques antiaréreos que quedan en Viena (mis lectores más atentos se acordarán de la famosa
Haus des Meeres, también un bunker reutilizado). El parque de Augarten es famoso por dos cosas: a) porque en él está la fábrica de porcelana que suministra una loza fina (y un
güevo de cara) a aquellos exquisitos que quieren comer en una vajilla clásica y elegante y b) Porque justo al lado de la fábrica se encuentra la residencia de los famosos
Niños Cantores de Viena en donde estas criaturas de voz privilegiada ensayan y viven hasta que la progresión natural del nivel de
testosterona en su sangre estropea su voz de infantes y los manda de cabeza al paro.
En el parque, no se podía tirar al suelo una moneda de un jEuro porque no hubiera caido. El cesped estaba materialmente cubierto de vieneses y vienesas de todas las edades. Todo el mundo y la munda, de todas las nacionalidades y nacionalidades, habían decidido tomar al asalto las superficies verdes a los pies del búnker.
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